CAPÍTULO 14

4.5K 684 8
                                    


—Martha, ¿crees que Thomas está enojado porque aparecí en la cena?

—No lo creo... ¿Por qué preguntas?

—No sé... siempre que aparezco parece que le molesta mi presencia, siento que estoy de sobra.

Se apoyó en la mesada del desayunador mientras miraba a Martha preparar las cosas de la mesa dulce en las bandejas para que los mozos llevaran.

—Creo Julia que estás susceptible, porque él puede ser medio serio...

—Amargado... —la interrumpió y Martha sonrió.

—Bueno... amargado, pero tiene un corazón enorme y lleno de amor para dar. —Julia sonrió irónicamente.

—No lo parece... —siempre tiene ese ceño fruncido y rara vez lo veo sonreír, incluso, por momentos pareciera que todo le molestara.

—No, no es así. Es que ha tenido que tomar las riendas de todo esto desde muy joven y siempre ha sido un muchacho deseoso de hacer las cosas bien, perfectas, esa sobre exigencia hacia él mismo, muchas veces la traslada a los demás y puede volverse un poco... agrio, digamos. —Julia se quedó en silencio pensando en sus palabras y colocaba los bocadillos en las bandejas. —No soporta equivocarse o que algo no le salga como lo planeó...

—Su hermano es muy distinto...

—Ah ¡sí!, Vincent es todo lo contrario, relajado de más digamos. Tal vez por ser el menor, por saber que Thomas siempre va a estar para apoyarlo y como sostén... definitivamente son muy diferentes.

Luego que terminaron de acomodar, Julia tomó una bandeja y salió por el pasillo rumbo a la sala para dejarla sobre una de las mesas, pero cuando caminaba hacia allí, escuchó un murmullo bajo, se acercó a la ventana que estaba abierta y allí alcanzó a escuchar algunas oraciones cortadas de aquella conversación.

—¡No! Presta atención y no te descuides... Hazme caso.

—... no te preocupes, ya se lo dije.

—Shhh habla bajo.

—Lo he visto rondando en el coche por el edificio, ¿crees que es tonto? Algo sospecha...

—Ya no sé cómo presionarlo más...

—No te descuides porque he visto cómo la mira... —ya no aguanto esto, sabes que lo necesitamos. Cuando lo tengas lo dividimos.

—¿Cuándo nos veremos? Te extraño...

—Te avisaré...

Se alejaron y Julia alcanzó a ver a Ann. Sus ojos estaban como platos y se sentía agitada y nerviosa. Aquella conversación sonaba muy sospechosa y no había podido ver quién era el hombre, pero su voz le sonó conocida. Tragó saliva y se apartó de la ventana, dejó la bandeja y se fue a su cuarto.

Cuando se sintió a salvo, cerró la puerta y se apoyó en ella sumamente afectada. Trató de ordenar las frases en su mente, entender algo de todo lo que habían hablado, trató de convencerse de que aquella voz era de Eduard. Resopló. Recorrió una a una las oraciones y lo que recordaba y trató de sacar ideas concretas, terminó definiendo que Ann no era trigo limpio, algo escondía. Hablaban de Thomas seguramente y de dividirse algo entre ellos... ¿dinero? Apretó sus ojos con las manos y se asomó por la ventana, daba hacia el patio trasero y desde allí podía ver la gente ir y venir. Sea lo que sea que tejían alrededor de él, era algo malo, oscuro, terrible. Temía, pero se sentía incapaz de hacer algo, de decirle algo... Seguro no la escucharía, tal vez la echaría de la casa, la trataría de calumniadora, mentirosa... Se sintió impotente, perdida, sin saber cómo proceder y a la vez nerviosa y con una necesidad de salir corriendo, buscarlo y decirle que se cuidara, que querían hacerle daño.

Volvió a la galería y allí estaba Eduard Clarks que inmediatamente al verla, se acercó a ella.

—Señorita Chase, que gusto tener una muchacha como usted en esta casa. —Julia carraspeó y se esforzó por esbozar una breve sonrisa que no deseaba hacer y detener sus pies que amenazaban con escapar de allí. —¿Qué piensa de este lugar?, ¿le agrada? —Thomas estaba detrás de ellos y disimuladamente esperaba las respuestas de ella a esas preguntas que deseaba conocer.

—Sí, es hermoso y lo disfruto mucho. —su respuesta fue escueta y directa, cosa que hizo sonreír a Thomas que sabía no coincidía con su personalidad para nada e inmediatamente sacó la conclusión que Eduard no le agradaba.

—El polo es un deporte sumamente adictivo y de un disfrute pleno, tanto para el que lo juega como para el que observa. Y el que apuesta... por supuesto. —Julia clavó su mirada inquisidora sobre él ante aquella última frase.

—Seguro que sí señor. Pero todo debe hacerse con mesura y cordura, disfrutar de los placeres y los gustos, pero siempre dentro de un marco de confianza, fidelidad, moral y sobretodo con lo que propio. —Eduard frunció el ceño sin entender y Thomas no aguantó la risa aunque él tampoco había entendido ni una palabra de lo que ella había querido decir.

—¿Qué tal la hospitalidad de Thomas? ¿Se ha sentido cómoda? —él volvió a su seriedad habitual intrigado por su respuesta, y a la vez temiendo la peor.

—Perfecta, gracias por preguntar. El señor Thomas es de lo más caballeroso y educado, incapaz de insultar, humillar o incluso contrariar a un invitado. —Con permiso señor. —se giró y salió de allí, pasando al lado de Thomas y dirigiéndole una mirada cruda y directa, haciendo notar que se había percatado de que estaba escuchando, mientras él aguzó su mirada sin apartarla de la de ella, mientras por dentro sintió unas ganas increíbles de abrazarla y aquel sentimiento lo perturbó el resto de la noche.

Perseguir El VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora