CAPÍTULO 10

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Aquella semana, Julia se levantaba temprano, tomaba un café con las muchachas en la cocina mientras se ponía a punto con las novedades, risas de por medio; luego se dirigía al estudio a trabajar. Separó los papeles por categorías y limpió cuidadosamente los estantes, acomodó en cajas de archivo rotuladas los distintos documentos para luego comenzar una a una a clasificarlos por fecha. El trabajo era agotador, y sumamente aburrido, estaba sola prácticamente toda la mañana. Luego de la comida, descansaba un poco y por la tarde leía, paseaba por la estancia, e incluso a veces, tomaba a Valiente y daba una vuelta, debajo de las arboledas y por el río. Thomas estaba muy comprometido con el trabajo, a veces se cruzaban en la casa e intercambiaban breves palabras, lo veía con Ann o salía en su carro a toda velocidad, dejando a todos atónitos por su actitud. Se notaba que algo perturbaba su mente, y Julia, prefería mantenerse apartada de su camino cuando notaba su ceño fruncido y sus labios formando una línea.

La madrugada del sábado casi no había dormido, había dado mil vueltas en su cama, sus sábanas estaban hechas un nudo al igual que sus pensamientos que estaban inquietos y perturbados por imágenes terribles de un sufrimiento que parecía hacerse presente y vivirlo una y otra vez. Se levantó aún en la oscuridad, asomó sus ojos por la pequeña abertura de la puerta y notó que todo estaba silencioso. Asomó el pie descalzo y lo apoyó en el piso frío, caminó por el pasillo hacia la cocina mientras el aire fresco de la oscuridad se colaba atravesando la fina tela de su camisón, lo que provocó que cruzara sus brazos tratando de abrigarse con sus propias manos y lamentar no haber buscado una bata. Cuando iba llegando a la cocina, pasó frente al perchero de los abrigos y revolvió allí a ver que pudiera encontrar que le sirviera hasta que bebiera una leche tibia. Encontró un sweater, se lo puso y abrió la heladera en busca de la leche, la sirvió en una taza y la puso en el microondas. Sintió pasos, y al verse en esas condiciones, en camisón, descalza, y abrigada con algo que no le pertenecía, corrió hasta la llave de la luz para apagarla y se quedó inmóvil. Los pasos se hicieron cada vez más cercanos, y alguien encendió la luz. Cerró sus ojos, apretándolos y mordiendo su labio inferior concentrada en la prácticamente imposible posibilidad de que no la vieran.

Thomas se quedó rígido y grande fue su sorpresa al ver a Julia contra la pared, semidesnuda y cubierta con su sweater, que le llegaba hasta el muslo, las mangas le tapaban más allá de los dedos de su mano, estaba descalza y con una cara de circunstancia que le produjo una sonrisa. Aquella imagen se grabó en su mente junto a las tantas veces en que había contemplado sus ojos, su piel blanca y tersa, esa forma preciosa en que se elevaba su pómulo al sonreír y la línea de corazón que formaban sus labios cuando estaba concentrada en algo.

—Julia...

Abrió los ojos lentamente, tratando de ocultar su vergüenza.

—Buenas noches... —hizo una mueca de disculpas.

— ¿Se puede saber qué hace a esta hora y en esas condiciones? —Julia se miró y la vergüenza fue mayor.

—Por favor discúlpeme... bajé a buscar un poco de leche y no pensé que alguien estaría levantado. —corrió su mirada de él, porque estaba sin camisa y con un short que dejaba gran parte de su cuerpo al descubierto. Era muy atractivo, ya lo había notado en otras circunstancias, pero en aquel momento, donde sus pectorales estaban prácticamente frente a ella, era inevitable pensar lo guapo que se veía. Thomas tomó la camiseta que llevaba en la mano y se la puso.

—Supongo que tampoco pensó que podía estar fresco... —Julia se miró, y rápidamente se levantó el sweater dispuesta a sacárselo al tiempo que se disculpaba. —Por favor, déjeselo... —allí cayó en cuenta que de sacárselo, quedaría mil veces más expuesta, así que no lo hizo.

—Por favor, discúlpeme... —suplicó muy avergonzada.

— ¿Habrá lugar para otra taza de leche? —dijo inexpresivo y señalando el microondas y ella sonrió nerviosa e inmediatamente buscó otra, la llenó y la puso junto a la de ella. Comenzó a girar y se sentó en el desayunador a esperar que terminara, él hizo lo mismo frente a ella. — ¿No podía dormir? —Movió su cabeza en negativa.

— ¿Y usted? —Él hizo lo mismo.

—Tal parece que esta casa está repleta de locos...—Julia sonrió.

— ¿Locos o insensatos? —él clavó sus ojos en ella y el silencio invadió el espacio entre ellos, al igual que los nervios que esos ojos claros le produjeron, el microondas sonó y a sus oídos sonó a salvación. Tomó las tazas y le entregó una.

— ¿Cómo va Mr. Darcy?

—Ya lo terminé... Una novela exquisita a mi gusto.

— ¿A leído Charles Dickens, Julio Verne, Charlotte Bronte...?

—Sí, Verne y Bronte son excelentes, Dickens no he tenido el placer, pero lo pondré en mi lista de lectura.

—Si busca en la biblioteca hay un ejemplar de "Oliver Twist". Es increíble la forma de escribir de ese hombre, es una obra maravillosa...

Julia lo miraba y oía atentamente, era muy enriquecedor hablar con una persona culta que podía compartir con ella y a la vez, instruirla.

— ¿Ha leído usted a Francine Rivers?

—No he visto ninguno de sus libros... —bebió un trago de la leche.

—Es una escritora excepcional, debería agendarla para algún momento... —Asintió.

—Lo tendré en cuenta... —volvió hacer esa mueca que podríamos llamar sonrisa. — ¿Y aparte de cabalgar salvaje como en el oeste, y de leer a Jane Austen, qué disfruta hacer? ¿le gusta el cine, o solo las letras?

— ¡Seguro! Amo las series de televisión y disfruto muchísimo las comedias... me rio de principio a fin... ¿ha visto "Loco por Mary"?

—Obviamente... —ella comenzó a reír con solo decir el nombre. —Igualmente es muy vieja, Julia... Es del año 1998.

—¡Si! Pero es Genial... No puedo parar de reír al recordar al pobre Ted y su "contratiempo"... —lanzó una carcajada y tapó su boca para evitar que se oyera en toda la casa. —Thomas la vio sonreírse de esa forma tan vivaz y elocuente y sonrió también, sólo de escucharla a ella y ver las lágrimas que brotaban de sus ojos.

—Shhhh, Julia... Por favor... —ella no podía parar.

—Es que cuando le hacen el primer plano... —lanzó otra carcajada y esta vez Thomas no pudo aguantarse, terminó recostado sobre el desayunador riendo con ella a carcajadas.

Continuamente, en medio de las risotadas, recordaban pequeñas partes de la película y otras que ambos habían compartido, convirtiendo una noche de insomnio en una de risas constantes, cuando al fin pudieron calmarse, él miró el reloj y ella sus labios perfectos al sonreír, y aquellas pequeñas arrugas que se formaban alrededor de sus ojos cuando lo hacía. ¿Cómo era posible que alguien se viera tan atractivo sonriendo y no lo hiciera nunca? Pensó.

—Es mejor que vuelva a la cama, en un par de horas tengo que comenzar a trabajar, y sería bueno que hagas lo mismo... —ella asintió y de puntillas salieron de la cocina en silencio y al llegar a su habitación abrió suavemente la puerta, se despidió con una sonrisa y un movimiento de mano. Él la vio desaparecer y cuando cerró la puerta, se quedó unos minutos observando y sonriendo. Había pasado un momento excepcional, era tan especial que por más que intentara evitarlo no podía dejar de sonreír cada vez que estaba a su lado, a veces por su altanería, por ese orgullo que cargaba y otras, por ser capaz de convertir momentos simples en fiestas de risas, debía admitir que disfrutaba muchísimo estar con ella.

Julia cerró, se metió en la cama y lanzó otra carcajada ya dentro de la habitación, que él claramente pudo escuchar y lo hizo apretar su boca para no largar la propia a mitad del pasillo. 

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