CAPITULO 5

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Por la mañana se vistió adecuada a lo que sería su primer día de trabajo, desayunó en la cocina con Bárbara y Laura.

—¿Y de dónde conoces al señor Thomas? —preguntó Bárbara curiosa, haciendo que Julia dudara de qué contar y qué callar.

—Nos conocimos de casualidad...

—¿Pero es tu amigo o algo así?

—No, no... Martha me ofreció trabajo y ahora estoy necesitando uno con urgencia digamos.

—Mmm, qué raro que te haga quedar en la casa... —cruzó miradas con Laura que se mantenía callada pero expectante.

—Es que no tenía donde quedarme... —Las muchachas cruzaron miradas.

—¿Qué te sucedió en el rostro? —Julia llevó su mano a su ojo donde todavía quedaba rastro de aquella noche.

—Eh...

—Muchachas, dejen a Julia en paz... —interrumpió Martha que entraba en la cocina. Julia le agradeció con una mirada silenciosa. —Te está esperando Thomas en el estudio.

Se puso de pie, dirigió una sonrisa a las curiosas y se encaminó hacia allí.

Cuando se iba acercando a la puerta, una discusión la hizo detenerse y sobresaltar, quedando parada en el pasillo, sin saber qué hacer.

—¡¿Vas a tenerla aquí en tu casa?!

—Sí. —fue una respuesta rígida e implacable.

—¿Cómo puedes? ¿Qué pensarías si meto a un tipo en mi casa que se pasee por todos lados?

—Ann... basta ya. —Ella abrió los ojos incrédula, sonrió con sarcasmo y salió de allí estrellando la puerta. Al hacerlo, se topó con Julia que estaba parada en el pasillo. Pasó a su lado, empujándola con el hombro.

Se quedó en el lugar, tragó saliva mientras pensaba qué hacer porque frente a ella tenía la posibilidad de ese trabajo, aunque sabía que nadie salvo Martha la quería allí, y del otro lado, la salida, un espacio oscuro y sin posibilidades. Se sentía nerviosa, la ropa que se había puesto le oprimía la respiración. Se quedó inmóvil, cerró los ojos y golpeó la puerta suave y tímidamente.

Thomas abrió con ímpetu y ella se sobresaltó, ya que no lo esperaba.

—Pasa, adelante.

Pasó a su lado, en ese momento estaba sumamente nerviosa e incómoda. Aquel hombre la exasperaba, la inquietaba, impacientaba y hacía que transpiraran sus manos.

—Julia, siéntate por favor. —ella lo hizo. — ¿te molesta que te trate de tú?

—No señor.

—Muy bien. —apoyó sus brazos en el sillón del escritorio y apoyó su espalda hacia atrás. —la parte contable de aquí la maneja Eduard Clarks. —Julia asintió. —Pero si estás de acuerdo, podrías ayudar acomodando un poco este lío que tenemos aquí. —ella miró alrededor. Había papeles por doquier. —Mayormente son contratos, ventas, compras de insumos, en fin, que prepares los papeles y acomodes todo para enviar al estudio y facilitar un poco la tarea.

—Señor... —él enarcó una ceja expectante a lo que ella le diría. —si le traigo problemas quedándome aquí, ya mismo preparo mis cosas y me voy.

—Julia, no te preocupes por nada más que hacer tu trabajo. —su respuesta fue dura, pero en ella produjo cierta tranquilidad.

—Gracias. —se puso de pie para salir, pero él la detuvo.

—No te vayas, puedes comenzar ahora mismo. —se levantó del sillón y salió de la habitación.

Julia se quedó sorprendida, miró alrededor que estaba todo desordenado y no supo por dónde empezar, resopló y se puso de pie, tomando la primera carpeta.

Pasó el resto del día metida en aquel cuarto, había desocupado uno de los estantes y clasificado las carpetas y documentos en categorías para luego acomodar una a una. Miró el reloj, y cansada decidió que era momento de salir de allí y estirar un poco sus piernas. Tomó  la puerta principal de la casa a la galería, inspiró el aire fresco y suspiró. Algunos empleados llevaban caballos a las caballerizas,  verlos, sentir su olor y sus ruidos, la exaltó y sin dudar se encaminó hacia allí. Apoyó sus brazos sobre el cerco y se quedó mirando el verde pasto contrastando con un cielo que se ponía cada segundo más hermoso. Naranjas, rojizos, celestes, índigo. Recordó su infancia, su padre llevándola a lomos de Cariño.

Thomas pasó por allí y se detuvo al verla a lo lejos, perdida en sus pensamientos. Cruzó sus brazos apoyándose en una de las columnas y sólo observó. Pensó en lo sola que estaba, y en lo desesperada que debía sentirse para aceptar aquel trabajo en una casa de desconocidos, cuando a la legua demostraba que tenía su orgullo a flor de piel.

—Thom... te estaba buscando. —Ann lo distrajo de sus pensamientos. Se volvió a ella.

—¿Qué quieres?

—¿Te pasa algo? Pregunto, porque estos últimos días te noto distante...

—Nada, no pasa nada. —todas sus sospechas, la fotografía y todo lo que había pensado y re pensado vinieron a su mente y deseó olvidar.

Ella se acercó a él por el frente abrazándolo y lo besó en la boca apasionadamente, pero él hizo el mayor de los esfuerzos para no pensar en aquella imagen, pero constantemente lo asaltaba. Tantas dudas, tantas discusiones, todo parecía mostrar que debía apartarse de ella aunque fuera por un tiempo, hasta aclarar las cosas, pero no sabía qué le diría, cómo ni cuando.

Respondió a su beso, su cuerpo lo aceptó por un breve momento que luego maldeciría.

— ¿Qué haremos esta noche? ¿A dónde vas a llevarme?

Frunció el ceño.

—No voy a salir Ann. Tengo mucho trabajo mañana temprano, sabes que las actividades empiezan a primera hora del día.

Volvió a besarlo, lo rodeó con sus brazos y lo atrajo a ella.

—Podemos quedarnos si quieres... —lo dijo de manera claramente sugerente mientras acariciaba su pecho y sus brazos.

Él miró sobre su hombro para engañar a su corazón y a su cuerpo que no se convencían de todo lo que había leído y  de aquella fotografía. Julia se volvía a la casa, les dirigió una breve mirada y siguió su camino.

—¡Julia! —la llamó para encontrar una salida a esa situación que sabía que pronto se saldría de control.

Ella se volvió ante su llamado y Ann abrió la boca sorprendida y disgustada por aquel desaire.

Caminó hacia ella decidido a alejarse de los brazos y besos que debilitaban todas sus convicciones, su orgullo y su hombría.

— ¿Cómo va el trabajo? ¿Has podido avanzar?

—Sí, estoy clasificando los papeles para luego ordenarlos detenidamente.

—Muy bien. Lo que necesitas le dices a Martha o me avisas.

Al notar que Ann se había ido, dejó a Julia y se volvió a las caballerizas, tomó su caballo y salió a montar.    

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