| ℂapítulo 15

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Aquella mañana ni el Sol había querido aparecer, dejando un cielo encapotado y con unas temperaturas algo gélidas para la estación en la que se encontraba, seguramente habría una tormenta de lluvia en muy poco, o de nieve. Quién sabe.

Mientras que ambos monarcas se habían encerrado en el despacho del anfitrión y las dos reinas se encontraban tomando el último té de cortesía, la princesa Charlote se había quedado en su cuarto con una mirada pesimista y un sentimiento abrumador que la consumía cada vez más. Y todo porque se iría sin decidir sus sentimientos hacia James, aquel muchacho que había entrado en su corazón lleno de muros a su alrededor y que se había quedado allí, robando muchos de sus suspiros enamoradizos cada vez que lo veía blandir su espada en el entrenamiento que le había visto hacer hacía dos días.

Esta, cuando dieron las 10 de la mañana, ya tenía sus pertenencias guardadas y, con mucha amabilidad y educación, pidió a la sirvienta que la había ayudado a que se marchase, la cual obedeció, dejando la enorme habitación sumida en un sepulcral silencio, lo que Charlote aprovechó para ir  hacia uno de sus bolsos y coger de ahí el libro que se encontraba leyendo que era una traducción al inglés de un fenómeno literario en toda Europa, llamado La Celestina. Esta trataba temas muy variados pero siempre alrededor del pueblo llano. 

Charlote no era muy aficionada de este tipo de lecturas, pero ese era uno de los últimos libros que habían llegado al reino, y por lo tanto, se había colado en la enorme biblioteca de su padre para coger y echarle un vistazo. Pero, al sentir la constante presencia del rey, lo guardó debajo de su manto y corrió a su cuarto, comenzando a leerlo. De ahí su afán de ''comer'' los libros.

No había acabado ni el capítulo que había empezado a leer cuando, de pronto, un par de golpes sobre su ventana resonaron por toda la habitación, haciendo que como acto reflejo cerrase el libro y mirase con una mueca de desagrado y sorpresa hacia donde provenían los ruidos.

Dejó el libro sobre la cama cerrado y se acercó a un paso lento hacia la ventana y, justo antes de abrirla, el rostro enrojecido y con los cabellos despeinados del hombre que robaba sus suspiros apareció de pronto, haciendo que, del susto, Charlote cayese sobre el suelo y hacia atrás, dándose un buen golpe en la parte baja de su espalda.

—¡Serás burro! —exclamó cuando se puso de pie y abrió la ventana, dejando que, con un impulso algo arriesgado, entrase en la habitación de la chica. Después de eso, ella cerró la puerta, cruzando ambos brazos sobre su pecho y mirando con una ceja levantada al chico tendido en frente de ella. Con un tono algo amenazador, dijo: — ¿Qué te trae por aquí?

James no dijo nada cuando se levantó mientras que sacudía el polvo que había cogido su ropa por sus muslos. Ahí fue cuando Charlote descubrió que solo llevaba unos pantalones simples y marrones, una camisa algo transparente por su pecho y espalda y unos botines que le llegaba por encima de los tobillos. Su pelo se encontraba despeinado y pequeñas perlas de sudor resbalaban por los costados de su rostro. 

Al ver que ninguno de los dos iban a hablar, sus cuerpos decidieron actuar por si solos, haciendo que se levantasen de sus respectivos sitios y ambos corrieron hacia el otro, fundiendo sus cuerpos en un cálido abrazo en donde los brazos de ellas se engancharon al chico por alrededor de su torso mientras que él descansaba su cabeza sobre la de la chica, dejando varios besos inaudibles sobre su coronilla.

—Te voy a echar de menos, Charlote. No sabes cuanto —susurró contra su pelo James, apretando más el cuerpo de la más baja contra el suyo propio con un sentimiento que le decía que la iba a perder si no la abrazaba.— 

—Yo más, James, no sabes lo que me gustaría quedarme —dijo ahora Charlote, aspirando lo máximo posible de la esencia del chico que la abrazaba con la esperanza de que nunca se olvidaría de ese delicioso y delicado aroma tan característico de él.—

♔ Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora