| ℂapítulo 30

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—¿Se sabe quiénes son los responsables de tal acto?—una de las mujeres presentes cuestionó, rompiendo el silencio tan abrumador que se había formado en cuestión de segundos. 

Toda la familia real se encontraba en una de las salas de reuniones de palacio, y habían formado un círculo alrededor de las diferentes extremidades del cuerpo de aquel explorador fallecido. También se encontraba tanto Robert como Lady MacLeod, ya que la segunda era la responsable de los exploradores, y aunque por dentro estuviese dolida, su rostro mantenía una expresión neutral, ya que para eso había sido entrenada toda su vida.

— Creo que no se necesitan muchos estudios de astrofísica como para saber quiénes lo hicieron, querida —el rey Guillermo respondió la pregunta que había formulado su mujer, y lo hizo como si no tuviese ningún tipo de compasión.

María suspiró, saliendo de la sala ya que el olor a putrefacción comenzaba a hacerse presente. Lo único que se escuchó fue la puerta resonar cuando se cerró tras ella, y luego un suspiro de Robert retumbó entre las cuatro paredes.

— No sé que opinas tu, hermano, pero yo esto ya lo veo como una declaración de guerra. Y no una pequeña —comentó Robert, manteniendo su mirada fija en el monarca a la vez que tenía ambos brazos cruzados.

— Solo quieren ver sangre, y no disponemos de tantos hombres en condiciones como para cabalgar junto a vos, mi rey —explicó la joven pero experimentada exploradora, aún manteniendo su vista en el cuerpo descuartizado totalmente de uno de sus hombres.

— ¿Creéis que no lo sé? —dijo Guillermo, pasando una de sus manos por su rostro, en un intento de aclarar su mente, aunque el horrible olor que desprendía el cuerpo, con la sangre ya parada y con varios insectos revoloteando a su alrededor, no le ayudaba.— Solo estoy intentando alargar todo este espectáculo; lo último que quiero es librar una batalla.

— Y más sabiendo de toda la magia que rodea su maldito reino —ahora comentó James, el cual estaba presente pero no había hablado hasta ahora, ya que sus pensamientos habían quedado totalmente nublados por la situación en la que se encontraba, tanto él como su amada Charlote.

— Nuestra estrategia tendrá que ser ir sigilosamente, cargándonos así a todos los seres mágicos, y luego ir directamente hacia la cabecilla de todo este acto... —comenzó a elaborar una estrategia Robert.

— El rey Charles II —susurró Sibila, terminando la frase que su marido había comenzado, llamando su atención, mirándola fijamente y llevándole una sonrisa enternecida y algo triste.

En ese momento, recordó como había sido el contarle todo lo que había sucedido a su actual marido. Podría definirse en dos palabras: confusión y arrepentimiento.

«Hacía ya varios días que el monarca del reino vecino había abandonado Edimburgo, así que Sibila había notado de una forma muy descarada el comportamiento de Robert, el cual ya le había dejado caer las ganas que este quería saber sobre su pasado. Pasado que aún la atormentaba como bien sabían ambos. Así que, Sibila se armó de valor y convocó a su marido aquella misma tarde en el jardín de palacio.

Estaba más que claro de lo que iban a hablar, así que, cuando ya se encontraban los dos sentados en el cenador principal, arquitectura la cual constaba de cuatro pilares que sujetaban el techo, y los separaban de las miradas curiosas las cuatro telas que colgaban de dicho tejado, siendo estas ligeramente movidas por el suave viento que hacía aquella tarde de verano. 

Se sentaron sobre el banco que había justo a un lateral, abriendo ligeramente una cortina que daba directamente al lago que había dentro de la propiedad de palacio. Estuvieron en un silencio algo incómodo para ambos, hasta que la mujer comenzó a hablar.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2020 ⏰

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