| ℂapítulo 22

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—Buenos días a todos —la reina, al entrar por las grandes puertas del comedor, saludó con una gran sonrisa en rostro, la cual era muy poco común a esas horas de la mañana y menos en ella, por lo que la confusión fue reflejada al completo en todos los presentes.

Tanto Sibila como Robert saludaron con la cabeza justo antes de volver a hablar de sus temas en los que estaban organizando una especie de aniversarios de su matrimonio, el cual era dentro de un par de semanas a lo máximo. 

James solo hizo un pequeño gesto con una sonrisa casi indescifrable para después engullirse otra vez en sus pensamientos y para ser más concretos, para volver con la nueva inquilina de su cuarto, la cual no había tenido una noche tranquila.

El rey Guillermo II también estaba ensimismado mientras tomaba su café y miraba unos cuantos documentos que se referían a la economía de Edimburgo y de Escocia, por lo que estaba demasiado concentrado como para darse cuenta de la gloriosa y enérgica entrada de su esposa.

—Cariño, ¿estás? —dijo esta después de sentarse al lado de su marido y comenzar a prepararse sus tostadas diarias que siempre tomaba junto a su zumo de naranja y a su café bien cargado.

—¿Si? ¡Si! María, perdón, pero parece ser que en Falkirk las cosechas no están dando sus frutos, mientras que en la ciudad pesquera de Saint Andrews, la recogida del pescado anual se ha retrasado por el temporal complicado —explicó este con máxima preocupación en el rostro a la vez que alzaba la mirada y tomaba otro sorbo de su café.

—Eso significa que tendrás que hacer un viaje, ¿o volverás a mandar a Laurens de nuevo a que se ocupe él?— comentó María, dando varios mordiscos de una sola vez a su tostada con queso untado y algo de mermelada de fresa por encima.

—Primero haré una reunión urgente con la Junta del reino, ya mandé mensajes a los dirigentes más cercanos, y estos traerán a su vez a los representantes de los que faltan. En menos de 5 días, haré esa reunión, y luego ya decidiremos sobre si tengo la necesidad de viajar o no.

—Ya veo, entonces no tendré que hacer de niñera con ninguna mujer descarrilada y aburrida, ¿o si? —volvió a cuestionar la reina con una ceja alzada y haciendo caso omiso de los demás parientes que se encontraban más que ausentes en el desayuno.

—No, querida, no tendrás que hacer de niñera. Sabes que cuando son asuntos del reino, las mujeres no son convocadas a una reunión conmigo —explicó Guillermo, volviendo a bajar la cabeza para leer el titular de otro de los documentos sobre la mesa.— ¿No sabes lo del comercio con España, la guerra que está dando?

En esos momentos, la cabeza de James ya se encontraba ideando un plan para el suministro de comida para su inquilina a la vez que removía su leche con ayuda de una cuchara. Al imaginar la expresión de enfado y de desesperación que posiblemente tendría Charlote, decidió terminar de un rápido sorbo lo que faltaba de su leche y, después de excusarse como que había quedado con sus dos amigos, salió a paso rápido en dirección a la cocina.

Después de comprobar más de dos veces que no hubiese ningún criado que pudiese delatar su acción contra su madre, entró a la estancia, yendo en dirección y a paso rápido hacia la despensa, cogiendo todo tipo de frutas. También pudo coger una taza de porcelana y la jarra en donde guardaban la leche caliente. Como no sabía que tipo de bollería o complemento del desayuno tomaba la susodicha, cogió la cesta en donde se encontraba todos los tipos de panecillos y demás que cabían en esta.

Salió de la cocina con la esperanza de no encontrarse con nadie de su familia, en concreto con su madre, puesto que no le gustaría que sus planes se viesen fastidiados por ella. 

♔ Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora