| ℂapítulo 14

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Entre tanto drama y prejuicios, todos los adultos se habían olvidado por completo de la posición de los dos protagonistas de aquel embarazoso momento en la cena que enfrentó por un momento a la familia anfitriona contra la familia visitante.

La verdad era, que no se encontraban muy lejos.

«—¡He dicho que te vayas, James Scott!»

Después de ese horrible momento con su madre por su comentario —que él pensaba que no era nada del otro mundo—, su cuerpo se había consumido en una consternación constante, haciendo que estuviese algo sensible. 

Salió corriendo aún con los ojos aguados y, en un intento de apartar sus lágrimas con la manga de su traje, solo había hecho que se estropease este. Furioso, se despojó de la chaqueta y la tiró al suelo, quedando con una simple camisa de manga larga y cuello alto de seda cubriendo su entumecido cuerpo.

Estuvo en una constante carrera un buen rato, consiguiendo llegar al centro del jardín trasero y perdiéndose por las hileras de árboles frondosos y flores de muchos tipos y colores, las cuales parecían como si tuviesen luz propia al ser bañadas por la clara luz de la Luna. Esta estaba brillando con tal esplendor que hizo que la mente de James, por un momento, se llenase de pensamientos supersticiosos. Pero tan rápido como llegaron esos pensamientos, fueron expulsados por el mismo al sacudir su cabeza hacia los lados.

Llegó al centro del jardín con las mejillas sonrojadas, la respiración entrecortada y un sudor frío recorriendo su espalda y parte de sus brazos. Se dejó caer sobre unos bancos que habían justo delante del gran estanque que cubría gran parte del jardín, y comenzó a disfrutar del pacífico silencio que reinaba en el espacio con ambos ojos cerrados.

De pronto, cuando estuvo a punto de sumergirse en el mundo de la ensoñación, una respiración algo rápida y varios jadeos como intentando introducir oxígeno en sus cansados pulmones, resonó por toda su cabeza, haciendo que rápidamente se girase sobre su cuerpo, apoyando así una de sus manos en el banco para no perder la estabilidad.

¿Qué hacía ella ahí? ¿A caso lo había seguido? 

Muchas preguntas comenzaron a moverse y a rebotar entre las paredes de la cabeza del chico, el cual hacía que su ceño se frunciese más y más al ver como la chica ni se inmutaba de su presencia. 

Ese corto periodo de tiempo, lo utilizó para examinar y contemplar con otros ojos a la chica, comenzando a dibujar un pequeño y simple retrato en su mente.

Labios finos, mirada fuerte y decidida, nariz, frente y pómulos bien proporcionados y unos ojos marrones intensos que desprendían debilidad pero a la vez mucha seguridad y ferocidad. Cuerpo proporcionado, pechos ni muy grandes ni muy pequeños y con una cintura algo estrecha. Postura erguida pero mostrando algo de incomodidad y cansancio.

Seguramente esos zapatos la están matando —pensó rápidamente el chico y, por acto reflejo se acercó a esta, tendiéndole la mano derecha para llevarla al banco donde él se encontraba sentado momentos antes.—

—Sé caminar perfectamente.

Aquellas tres palabras dejaron de piedra completamente al joven James, el cual, mientras asimilaba la crudeza de su habla, se había quedado en el sitio estático, como una estatua, aún con la mano tendida hacia la chica, aunque esta ya se encontraba en el banco sentada y sus zapatos ya estaban fuera de sus pies, descansando a un lado de ella sobre el banco.

James sacudió su cabeza cuando volvió en si, caminando de nuevo hacia la chica y sentando su cuerpo a su lado mientras que la miraba con una mirada algo recelosa y expectante, comenzando a preguntarse lo que se pasaba por la mente de Charlote.

♔ Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora