| ℂapítulo 29

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— Mi amor —se escuchó una voz somnolienta hablar por debajo de las mantas a la vez que se removía junto a ellas. El joven solamente sonrió a la vez que se colocaba las distintas partes de la armadura que llevaba al día anterior.

— Dime, princesa —aún con dicha sonrisa, se inclinó sobre Charlote, apartó una manta que tapaba su rostro, y dejó un suave beso sobre el hombro desnudo de la joven.

—¿Cuánto tiempo tendremos que seguir así, escondiéndonos?—preguntó la susodicha, moviéndose hacia un lado para poder incorporarse como debía y para poder ver a ese hombre que había sido el dueño de sus suspiros desde el momento que lo conoció.

—No estoy muy seguro de eso, querida, solo sé que la guerra se avecina, y lo último que quiere el rey es tener a la hija de su enemigo merodeando por palacio, por más que me pese —explicó James a la vez que admiraba la cara de ensimismada que portaba la contraria. Al oír estas palabras, un puchero formaron los labios de esta y apartó la vista.

—¿Hoy también te toca explorar?—cuestionó, cambiando así de tema muy rápidamente mientras mantenía su mirada fija en sus manos, jugando a la vez con la propia manta y sus dedos.

James no dijo nada, solo mantuvo esa sonrisa enternecida que la chica le provocaba, le dio un beso en los labios, otro en la frente y se marchó de aquella maloliente habitación. Antes de salir por la puerta, se le pudo escuchar un «te quiero» escueto pero con total sinceridad.

A la vez que caminaba, recorriendo todo el edificio hasta llegar a su caballo, el cual se encontraba esperando dentro del pequeño establo, perteneciente al propio mesón, sus pensamientos vagaron como pasaba cada día desde que empezaron con ese amor a escondidas.

No podía decir con exactitud cuánto tiempo llevaban escondiéndose así de la gente; iba cada semana a pasar las noches junto a Charlote mientras que por el día, mientras ella trabajaba en la taberna sirviendo jarras de cerveza a los borrachos de poca monta, él iba a explorar junto a sus otros dos amigos —los cuales ya sabían todo lo que había ocurrido desde que comenzó con dicho amorío—.

Tardó varios minutos en llegar hasta el punto de encuentro que los tres jóvenes tenían cada vez que el más mayor llegaba de vivir sus noches de romance, cosa que sí que ocurrió la noche anterior. Y, al arribar, sus dos fieles compañeros de aventuras, ya se encontraban sobre sus caballos esperándolo.

—¡Hombre, que al fin apareces!—Connor exclamó, dándole una palmada en el hombro al más pequeño de los presentes para que abriese los ojos y despertase del todo.

—Perdonadme, hoy Charlote estaba algo distinta. Aunque no habló mucho, no estaba como siempre —explicó James, colocándose a su lado para así poder marchar hacia las afueras de la ciudad.

—¿No será, tal vez, por que lleváis más de dos semanas haciendo la misma historia? ¡Ella estará cansada de esconderse!

—¡Ya lo sé! ¡Yo también estoy más que cansado! De toda esta mierda, de todo lo que está ocurriendo —exclamó de vuelta, pensando y recapitulando todo lo que había sucedido, tanto en su vida personal como en su alrededor.

—Chicos... —se le escuchó murmurar a Allan por lo bajo, mirando demasiado fijamente hacia un punto.

—¿Por qué narices querrán tantas guerras? ¡Si tenemos suficiente con lo nuestro ya! —ahora replicó hacia el aire Allan, aún sin hacer caso al más pequeño.

—Chicos, eh —comenzó a decir, casi interrumpiéndoles a los otros dos presentes. «¿¡Qué!?», exclamaron a la vez, parándose a ver a Allan.—Mirad e-eso...

Ambos restantes giraron bruscamente hacia lo que el menor señalaba con su mano izquierda y miraba de una forma atemorizada. No se pudieron creer lo que estaban viendo.

♔ Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora