| ℂapítulo 28

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— ¡Oye preciosa, pon aquí una jarra más!—se escuchó decir una voz grave al otro lado de la barra, y como Dominic se encontraba fuera de la ciudad, la encargada de atender en la taberna era la más joven, la cual, después de varias semanas allí, ya se sentía una más de los alrededores, más libre y con muchísima más autonomía.

— Ya va, señor —contestó, llenando a la vez una jarra de cerámica con la cerveza que había en un barril casi a la entrada de la cocina, o lo que era más parecido a una cocina.

Y así pasó varias horas más la joven rubia, atendiendo a señores que le pagaban casi el doble de lo que costaba la jarra, y dejando que la llenaran de piropos, a los que hacía caso omiso como bien le había enseñado su ahora más preciado amigo.

«—«Bien, como ya te habrá comentado un poco por encima mi señora, cuando yo me tenga que ausentar por encargos del rey o algo por el estilo, tu serás la responsable de atender en la taberna» —Dominic explicó, ayudando a la joven princesa a hacer su cama mientras ella se cambiaba tras una especie de biombo hecho de placas de madera pintadas por ella misma.

—«¿También tendré que limpiar la parte trasera y los baños?» —preguntó Charlote, haciendo un nudo con un trozo de tela alrededor de su cabeza, simulando un pañuelo, dejando que su cabello quedase aplastado hacia atrás.

—«No mujer, ya encontraremos a alguien para que te reemplace. Buscaríamos a alguien para que atendiese, pero no nos fiamos de nadie hoy en día. Además de que tu eres la de más antigüedad que trabaje aquí además de mi señora y yo» —siguió explicando, ya con la cama hecha y las mantas tendidas sobre esta.

—«Está bien, lo entiendo, aunque sabes el riesgo que eso conlleva...»

—«Claro que lo sé, pero para eso te tengo preparado un traje diferente, un poco más sucio y con un sombrero de regalo para poder tapar esos rulos dorados que dan mucho el cante, querida amiga» —dijo el mayor, sonriendo mientras veía a la muchacha salir de detrás de su cambiador.—«Ah, y también tendrás que atenerte a los posibles piropos que te lanzarán los clientes, ya sabes como están las hormonas de los hombres solteros de entre 16 años hasta los 60, si es que llegan, claro».

—«Y no les voy a poder lanzar una jarra a la cabeza como alguna vez hizo madame Treimin, ¿verdad?» —susurró la más joven, mirando por la rejilla que había en la ventana hacia el exterior, ya casi familiarizada con ese lugar casi a punto de desmoronarse y con su olor a putrefacción característico pero al que te acostumbras al final.

—«¡Obvio que no, querida! Piensa que ella es el doble de mayor que tu, tanto física como mentalmente, y ella reparte golpes como ninguna mujer que haya conocido antes» —explicó Dominic, colocando un semblante un poco alarmado por las ocurrencias de su amiga.

—«Y por eso la amas» —concluyó la más joven, recordando las palabras que en algún momento escuchó decir a sus padres, pero que nunca supo el significado de dicho sentimiento. No, hasta que conoció a James.

O eso quería creer.

—«Y por eso la amo demasiado» —contestó, afirmando dicha frase con una sonrisa encantadora que solo pudo enternecer el joven corazón de Charlote.»

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♔ Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora