| ℂapítulo 17

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La mañana siguiente a la tan fatídica noche que sería recordada por los tres protagonistas, entró muy fuerte en la vida del hijastro del caballero, James, y todo gracias a la gran resaca que comenzó a sufrir en las primeras horas del día.

—Mi cabeza, dios —susurró mientras se incorporaba en la cama, tomando su cabeza entre sus manos en un intento de amainar esos constantes martillazos en su interior.

En ese mismo momento, un par de golpes resonaron en toda la habitación, llegando a James como fuertes cuchillos que perforaban su cráneo por dentro.

—A-adelante —logró decir, colocando mejor su ropa de dormir que se había conseguido poner a medias la noche anterior. Aunque, a decir verdad, no se acordaba mucho de lo que había ocurrido después de despedirse de sus amigos.

No tardó mucho en hacerse ver su madre por el otro lado de la puerta mientras que portaba una bandeja de madera con un café, un vaso de agua y con varios dulces para acompañarlo. También se podían ver unas pequeñas píldoras al lado del agua. 

Cerró la puerta tras entrar en la habitación con su espalda, y con una mirada afligida se acercó a su hijo, ahora sentado totalmente sobre la cama y con su espalda apoyada en el cabecero de la gran cama, y con una mueca de sorpresa. 

—Mamá...

—Hijo, antes que nada, venía a pedirte disculpas por lo de hace varias noches —comenzó a decir su madre a la vez que dejaba la bandeja con el desayuno que ella misma le había preparado, y cogía tanto el vaso de agua como las numerosas pastillas, acercándose después al muchacho lentamente.— Tómate esto, te hará sentir mejor.

—Gracias, madre, pero y-

—No digas nada, primero déjame explicarte —exigió la mayor, haciendo que James bajase la mirada y se concentrase en el vaso medio vacío justo después de haber ingerido las pastillas de forma rápida y acompañadas de unos cuantos tragos del líquido cristalino.— Bien, esa noche... Pasaron muchas cosas, y entre ellas estaba el tema de Charles.

—¿Era él el que apareció después de irme yo? 

—Si, James, era él —Sibila, en ese momento, reflexionó muy rápidamente sobre lo que le iba a revelar a su hijo. Pero, cuando se decidió mentalmente a decírselo, simplemente no pudo revelar su identidad y su relación con el monarca.—Con Charles II, tuve una extraña relación de... amistad, si se podría decir así, por culpa de una amiga que teníamos en común.

»En mi juventud, vivía en Newcastle junto a mi madre y mi hermana mayor en una pequeña casa. No teníamos muchos ingresos ni lujos; vivíamos en la zona pobre del reino, y entre mi trabajo en la taberna, la limpieza que mi madre hacía en una de las casas de algún noble y los servicios carnales que mi hermana daba, nos ayudaban a conseguir algo de comida, que en aquellas condiciones, un trozo de pan rancio era como un milagro para gente como nosotras—explicó todo con su mirada clavada en sus manos mientras entrelazaba sus dedos.

»Un día, cuando yo tenía mis escasos 19 años cumplidos, tanto mi hermana como mi madre decidieron irse del reino, puesto que teníamos un pariente en una ciudad vecina pero al otro lado de la frontera. Si, hijo, me dejaron a mis 19 años sola, con una casa que mantener y con un sueldo que cubría malamente mis necesidades —con sus ojos llorosos, agarró la mano de su hijo que agarraba el vaso de cristal mientras que mordía su labio inferior, recordando aquellos años que tan lejanos le quedaban.

»En el año que estuve sola, prácticamente quería morirme, pero gracias a una nueva chica que comenzó a trabajar en la taberna a mi lado, descubrí como una sola persona podía alegrar tus días de un momento a otro, y ella también lo vivió así, pero con otro hombre; con Charles II, pero en aquel entonces y en todo el periodo en el que estuvieron en un cortejo constante, ella solo lo conocía como Charles solamente, un pequeño trabajador de campo que hacía su labor en unas tierras eclesiásticas en las afueras del reino.

♔ Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora