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Cuando salía de la casa de los Cabello, rogaba para que ninguna de las dos olvidara aquello

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Cuando salía de la casa de los Cabello, rogaba para que ninguna de las dos olvidara aquello. Lo que fue esa tarde. Al menos, para mí, como todo lo que se relacionaba con Camila, fue de los momentos más importantes y maravillosos que había vivido. Fue una total entrega de ambas partes, en igualdad. Aún cuando mi novia no lo dijera, sabía que había un tipo de trasfondo que nos advertía amor.

Claro que Camila me encantaba, la quería, pero no la amaba, no me asustaba hacerlo en un futuro, tampoco.

Esa noche no dormí.

Cuando llegué a la escuela, busqué a la morena, y al notar su atuendo sumamente "femenino", supe que se trataba de Karla. Me decepcioné, y lo hice más cuando me evitó.

Rodé los ojos y me senté al lado de Normani.

—¿Sucedió algo?

—Karla sucedió. —la chica rió—. Ella me odia.

—¿Y? ¿No puedes cambiar su opinión? —preguntó burlona. Mordí mi labio.

—No sería justo.

Normani se lo pensó—. Pero, sin embargo, lo deseas.

—¿Desear qué? —Dinah traía una bolsa de papas en la mano izquierda y una bolsa de galletas en la derecha, nos observó confundidas cuando notó que no hablábamos, y luego sonrió—. ¿Quieren?

Negamos—. Le estaba aconsejando a esta damisela enamorada que conquiste a Karla también.

Me sonrojé cuando la autodenominada Karla, volteó hacia nosotras, no tanto por nuestra conversación, sino, porque la recordé debajo mío, invadida por el placer.

Mis amigas lo notaron, incluso, el maestro que iba llegando.

—¿Sucede algo, señorita Jauregui? Puede salir si así lo necesita —dijo. Asentí.

Tomé mis cosas y abandoné el salón. No podía ver a la que "era Camila" tan indiferente después de lo que había sido sumamente importante para mí. Quería que también se sonrojara al pensar. No que ni siquiera supiese lo que había pasado.

Me salté las clases hasta la hora del almuerzo. Me dirigía al baño por el patio trasero, ya que me quedaría ahí hasta la siguiente hora, para evitar a mis amigas. Pero me detuve en cuanto escuché la voz de Ty.

—¿Problemas en el paraíso, Camila? —preguntó.

—Nada de paraíso. No salgo con Lauren.

—¿No sales con ella o no lo recuerdas? —apreté mi puño, estaba apunto de salir de mi escondite llamado pared, cuando la escuché responder.

—No salgo con ella, idiota.

—Ayer parecías pensar lo contrario —comentó burlándose, de nuevo.

—Claro, pero ya se acabó, por mí, quedate con ella. —pegué mi cabeza a la pared al escuchar aquello y cerré mis ojos.

—Tú has dicho.

Ví al moreno irse y salí para encarar a Karla—. ¿Qué te sucede? —pregunté un poco molesta.

—¿Qué?

—No actúes como si fueras Camila. —ella elevó una ceja.

—¿Por qué me hablas en un tono diferente a siempre? —su ceño se relajó—. ¿Dolida por algo?

Aparté la mirada—. Tú no lo entiendes.

—No, Lauren, lo entiendo, lo de anoche me abrió los ojos. —fruncí el ceño.

—¿Cómo sabes?

—Soy Camila.

Negué—. Camila no se viste así.

—Sólo alejate de mí, ¿Sí? —me observó con postura firme.

Estaba sorprendida, por lo que sabía del trastorno de Camila, su alter-ego, Karla, no recordaba lo que Camila hacia, ni Camila lo que hacía Karla. Entonces no era posible que Karla supiera lo que había pasado el día anterior.

—No lo haré. —suspiró—. No sé cuál sea tu punto, pero no planeo alejarme de ti, Karla. Sí tengo que conquistarte lo haré, pero, quiero a Camila, y eso no cambiará.

Tomó mi mano, la suya estaba fría—. Camila no te quiere, ¿Alguna vez te lo ha dicho?

—Eso no tiene nada que ver —afirmé—. Nada más me has dejado claro que eres Karla.

Asintió—. Te vas a hartar, créeme. Todos lo hacen.

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Perdón por ilusionarlas.

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