9. Qué depara el destino

4.5K 203 1
                                    

Capítulo nueve: Que depara el destino.

Abigail.

—¿Que dices, Camila? —un montón de emociones se arremolinan en mi cabeza llenándome de sensaciones extrañas y cosas que no me gusta sentir.

Y no son cosas lindas. Definitivamente, no.

—Fue cuando dejé a Emma en la guardería. Él iba con un niño, seguro también a dejarlo y... —se detiene —. ¿Estás bien Abby?

El nudo de emociones llega a mi garganta y esta comienza a picar.

¿Como se supone que debo sentirme?

Primero los recuerdos.

Luego su padre.

Y ahora él.

¿Que cosa mala le hice yo a la vida o al destino para que me pagaran de esta forma?

Se supone que quiero olvidar. ¡Joder! Definitivamente quiero hacerlo, pero ¿de esta manera se supone que voy a lograrlo? ¿Regresando cada vez más al pasado?

Y no a pasos cortos,no, más bien a pasos gigantes y rápidos.

—Lo estoy, solo... —trago despacio y me remuevo en mi asiento —solo me tomó por sorpresa, pero estoy bien.

—Lo lamento —murmura.

Frunzo un poco el ceño. ¿Porque se supone que se disculpa?

—¿Por qué?

—Por haberlo mencionado, solo que yo pensé que era necesario que lo supieras y…

—No tienes que disculparte Camie —me sincero —, no es para nada tu culpa y agradezco que me lo dijeras mucho más cuando —me detengo por que aún no le he dicho lo de yo siendo secretaria de señor Vélez.

—¿Cuando, qué?

—Te cuento luego —resuelvo y cuando el chico de hace rato viene, pago la cuenta y me pongo en pie para salir del lugar a la vez que observo mi reloj. Faltan ocho minutos, es realmente una suerte que el restaurante al que vine a almorzar está casi al frente de la empresa, me tomará unos cinco minutos en llegar —. ¿Emma lo...vio?

Muerdo mi mejilla interna cuando tarda en responder y comienzo a avanzar a pasos apresurados por la acera.

—No. —Respiro aliviada —. Pero él si nos vio, Abby. Solo se quedó ahí paralizado por que pareció reconocerme, pero no se acercó ni nada.

Aprieto el celular contra mi oreja y no cierro los ojos solo por que no es bueno hacerlo mientras camino por la calle.

Mierda.

—Está bien, ya no importa —trato de sonar serena mientras hablo —. Hoy saldré a eso de las cinco de la tarde ¿nos vemos en tu departamento?

—De acuerdo —suspira dando por acabado el tema. Por ahora —. Te quiero, cuidate.

—También te quiero.

Guardo mi celular en mi bolso y me apresuro a caminar un poco más rápido. Al menos lo que me permiten los malditos tacones.

Rasco mi cabeza y frunzo el ceño reviviendo en mi mente la reciente conversación con Camie.

Enserio ¿Cuanto me odia la vida?

****

—¡Mami!

Apenas pongo un pie en el departamento de Camila, la pequeña princesa se cuelga en mis piernas y la sonrisa que surca mis labios es inevitable.

—Mi amor ¿como estás? —me agacho a su altura, tanto como mis piernas me lo permites, acaricio su cabello y beso su mejilla de manera tronada —. ¿Extrañaste a mami?

Asiente frenéticamente. Casi quiero reír de ternura.

—Mucho mami —rodea mi cuello con sus brazitos —. Mucho, mucho ¿po' que no viniste mami?

Dejo mi bolso en el sillón más cercano y rodeo su cuerpo para atraerla en un fuerte abrazo. La extrañé.

—Tenía mucho trabajo, hermosa —beso su mejilla continuamente —. Pero Mami ya está aquí y quiero llevarte por un helado.

Cuando me aparto río levemente al ver el brillo en sus ojos y la sonrisa que la acompaña.

—¿De fesha?

También de chocolate —no sé si es posible, pero su sonrisa se agranda y da pequeños saltitos de emoción mientras observa a Camila que no dice nada desde que me abrió la puerta. Suspiro, debo hablar con ella —. Ya mismo vamos por esos helados muñeca, ahora recoge tus colores y guardalos en tu mochila, para poder irnos.

—Shi, mami.

La veo correr hacia sus lápices de colores y empezar a guardarlos. Me giro hacia Camila.

—Pregunta.

—Respuesta —ella ríe un poco.

—¿Como lo tomaste? —pregunta.

Inhalo con algo de fuerza y observo a mi niña que ahora dobla, muy mal, algunas hojas.

—No tan mal como lo esperé —rasco mi barbilla —. Siempre tuve miedo de que pasara, aunque una parte de mi ya lo intuía, sabía que esto podía pasar. Pero no así, no tan rápido, no de esta manera.

Camila guarda silencio, ella mejor que nadie sabe como me siento, por que ella estuvo ahí, ella vivió esa parte de mi historia y sabe cuanto me duele esto.

—¿Se lo dirás? —sé muy bien a que se refiere. Aprieto mis párpados.

—¿Y si desaparece? ¿Y si vuelve a hacerle daño? —niego con mi cabeza —. Tengo miedo de esto, tal vez no vuelva a verlo nunca, pero no sé si creerme eso cuando trabajo con su padre.

—¿Que? —abro mis ojos solo para observar su sorpresa.

—Soy secretaria de Leonardo Vélez.

Sus ojos se abren mucho y no puedo evitar reír de manera seca.

—Mierda.

—Exacto. Mierda. —Exhalo —. No quiero ver sufrir a mi bebé y tengo miedo de lo que pueda pasar. Sé que seguro él cambió por que, vale, éramos adolescentes y toda esa mierda; sin embargo, yo luché, sobreviví y salí adelante y él...solo se fue.

—Yo no sé que decirte Ante esto, Abby —yo tampoco —. Solo que, por más estúpido e imbécil que suene yo creo que tiene derecho a conocer a la niña y ella a él. Claro si es que le interesa, en todo caso no se lo hagas tan fácil amiga, pateale las bolas si es necesario, hasta yo lo hago con gusto, pero dale ese privilegio a la niña. No por él, por que claramente no lo merece, más bien hazlo por ella.

Observo a mi hija que parece haberse  entretenido con algún libro de dibujo y no puedo evitar sonreír.

—Veremos que me depara el destino —susurro —. Y si él está interesado en la niña yo... Trataré de hacerlo bien...por ella. Por mi hija.

Camila me sonríe yo también lo hago, aunque por dentro estoy muriendo.

Nuestra Hija © [Christopher Vélez] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora