Tres

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Matteo tragó saliva.

–Creo que has hecho el viaje en balde, Luna. No puedo ayudarte.

–No te he dicho todavía qué me pasa –señaló ella, mirándolo con desconfianza.

–¿Vas a hacerlo? –preguntó él con brusquedad.

–¿Por qué estás enojado?

–No estoy enojado. Estoy ocupado. Estaba trabajando en un proyecto cuando llegaste.

–La mayoría de los hombres encuentran tiempo para mí.

–Pensé que buscabas un médico, no un hombre –le recordó él,
sin dudarlo.

–Tal vez necesite ambas cosas.

–Creo que no nos estamos entendiendo, Luna. ¿Vas a decirme por qué estás aquí?

Ella se sonrojó. Echó la cabeza hacia delante con un gesto de derrota y resignación. ¿Estaría actuando para llevarlo a su terreno?, se preguntó él.

–¿Luna? –llamó Matteo, reprendiéndose a sí mismo en silencio por ser incapaz de manejar mejor la conversación. Pero esa mujer era demasiado bella, parecía diseñada para volver loco a cualquier hombre–. Habla conmigo. Lo que tengas que decir, no saldrá de esta habitación, aunque no sea yo quien te trate. Lo juro.

Ella se humedeció los labios con la punta de la lengua y levantó la cabeza.

  –Necesito contratarte durante los próximos dos meses.

–¿Como tu médico personal? –inquirió él, sin comprender.

–No. Como mi novio.

Luna se encogió un poco. Había sido demasiado brusca. Pero había algo en Matteo que la desequilibraba.

Por una parte, no se parecía en nada al médico que ella había imaginado. Había esperado encontrarse con un cuarentón de bata blanca y gafas, alguien en cuyo hombro pudiera buscar consuelo.

Matteo Balsano eran joven, muy atractivo y la ponía muy nerviosa. Sus ojos cafés parecían ver a través de ella. Tenía el pelo moreno y bien cortado. Y llevaba un traje de chaqueta hecho a medida que resaltaba sus anchos hombros, su vientre plano y sus fuertes muslos.

Luna se pasaba la vida rodeada de hombres guapos con abdominales de gimnasio. Pero Matteo Balsano superaba a la mayoría de los varones que ella conocía. Su calma, su seguridad y su intensidad lo hacían irresistible.

En ese momento, sin embargo, él no parecía muy contento con la situación. Había fruncido el ceño y su cuerpo estaba tenso, como si estuviera deseando que aquella entrevista terminara cuanto antes.

–Disculpa, pero no te entiendo. ¿Tu novio? –preguntó él, tras aclararse la garganta.

–Ya lo sé, el término «novio» es un poco infantil –admitió ella, sonrojándose–. Y tú eres un hombre maduro.

–¿Quieres decir viejo? –replicó él, picado–. Mira, Luna, sé muy bien que yo he entrado en la treintena, mientras tú todavía eres una niña.

–No me hables como si fueras mi padre –se defendió ella–. No soy una ingenua. En Hollywood, se comen a los niños para desayunar. He crecido rápido.

–Pareces tener unos dieciséis años.

–Bueno, pues no los tengo. Nadie pondría en duda que somos pareja. Mi madre dice que mi alma es muy vieja.

–Estás alejándote del tema. ¿Por qué necesitas un novio? ¿No estás saliendo con ese rapero famoso?

–Fue solo una foto. Me sorprende que las hayas visto –comentó ella con curiosidad.

–Puede que viva como un ermitaño pero, incluso los vejestorios como yo, sabemos lo que es internet. Sales en las noticias todos los días ¿No lo sabías?

–No veo las noticias –apuntó ella con una seductora sonrisa.

–Me sorprende –repuso él y se recostó de nuevo en su asiento, entrelazando las manos–. Por suerte para ti, no cobro por horas. No se te da muy bien el papel de paciente.

–Y tú haces fatal de novio.  

Él se encogió de hombros.

–¿Ya te has cansado de mí? –preguntó él y fingió un largo
suspiro–. Es la historia de mi vida.

–No me lo puedo creer. No me imagino a ninguna mujer rechazándote.

Matteo puso gesto inexpresivo y se miró el reloj.

–Sé sincera conmigo o vete, Luna.

Ella se sonrojó otra vez ante su brusquedad.

–Estoy enferma –dijo Luna en voz baja, adivinando que había
hecho el viaje en balde. Mattel Balsano no era la clase de hombre que se dejaba manipular por los encantos femeninos, pensó.

Él la miró con desconfianza.

–¿Es una broma? Me siento como si estuviéramos representando una obra de teatro de la que no conozco el guión.

–La verdad es que me intimidas bastante. ¿No se supone que los médicos son atentos y comprensivos? –preguntó ella, lanzándole una sensual sonrisa.

–No estamos en la cama, Luna. Sigue hablando –insistió él–. Explícate.

–Es verdad –susurró ella, estremeciéndose por el modo en que él había pronunciado la palabra cama–. Estoy enferma. Por eso, necesito que seas mi novio.

Quizá, él se dio cuenta de lo cerca que Luna estaba de derrumbarse, pues habló con voz suave.

–Empieza por el principio. No te juzgaré y no te interrumpiré, lo prometo. Quiero ayudarte, Luna. Puedes confiar en mí.

La habitación se quedó, de pronto, en completo silencio. Sintiéndose sofocada, Luna quiso abrir la ventana y dejar entrar aire fresco, junto con los sonidos del bosque. Pero se contuvo. De acuerdo, pensó. Si él quería que empezara por el primer capítulo, lo complacería.

–Llevé a mi madre al Amazonas hace unos meses. Le han diagnosticado cáncer avanzado de mama y yo quería que hiciéramos juntas un último viaje.

–Lo siento –apuntó, observándola con atención.

–Ella está preparada para morir –aseguró ella, moviendo la mano como para quitarle importancia.

–¿Y tú?



Holaaaa. He tratado de  publicar durante el día, pero es que me enganche con una serie. Se llama: La Reina Del Flow. Se la recomiendo, es buenísima.
No se olviden de votar y comentar. Los Quiero♡♡

Imposible Resistirse [Lutteo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora