-No -respondió él con un gallo en la voz-. No será necesario.-Entonces, terminemos de una vez -murmuró ella y se puso de pie de un salto. Tomó su bolso.
-Déjalo -indicó él-. Volveremos enseguida y no hay nadie por aquí que pueda llevárselo.
Cuando salieron al pasillo que conectaba la clínica con el resto de la casa, Matteo miró por la ventana que daba a la entrada.
-¿Hay alguien esperándote? ¿Un chofer, tal vez?
-He conducido yo, un coche alquilado. Me puse peluca y gafas de sol y nadie me ha reconocido. He tenido suerte -comentó ella-. La verdad es que entiendo por qué tu familia y tú os habéis aislado aquí, para refugiaros de la atención indeseada de la gente.
-Al principio, mi padre y mi tío nos trajeron aquí por esa razón -admitió él, conduciéndola a la sala de exámenes-. Pero, al crecer, elegimos quedarnos por diferentes motivos. Mi hermano Pedro adora vivir en una tierra salvaje. Gastón ha descubierto que, a pesar de sus viajes por el mundo, donde más a gusto está es en su hogar.
-¿Y tú?
-Me gusta estar cerca para poder cuidar a mi padre y a mi tío. Los dos se están haciendo mayores... Además, el sitio es perfecto para mis pacientes, que vienen buscando privacidad.
-¿Quién más vive aquí?
Matteo supuso que ella trataba de distraerse del examen médico que tan nerviosa la ponía.
-Tengo dos nuevas cuñadas. Y tres primos que van y vienen.
-Necesitas un decorador -señaló ella, sentándose en la camilla.
-¿Cómo dices? -preguntó él, mientras sacaba el instrumental de un cajón.
-Los colores -repuso ella arrugando la nariz-. Parece una morgue. Blanco, negro y acero inoxidable. Y, por lo poco que he visto, tu casa es igual. ¿Por qué?
Matteo no lo había pensado nunca mucho, pero lo que Luna decía tenía su lógica. Su vestido color rosa era el único toque de color que había en la habitación.
-El trabajo médico requiere limpieza absoluta -explicó él, poniéndose el estetoscopio-. Supongo que es un hábito.
-Limpio no quiere decir aburrido -observó ella, mirando al techo-. Eres rico. Cómprate algunos cojines de colores, te lo recomiendo.
Matteo posó una mano sobre su hombro y, con la otra, le colocó el estetoscopio en la parte superior del pecho.
-No aspiro a salir en las revistas de decoración. Respira con normalidad.
Luna se quedó petrificada. Él apartó el estetoscopio.
-No contengas el aliento -ordenó Matteo. No había ninguna
señal de patologías en el latido de su corazón-. Inspira y espira.Ella cooperó. Su piel era cálida, aun a través del vestido, y Matteo deseó tumbarla allí mismo y recorrerle la espalda con la lengua. No estaba acostumbrado a tener tales fantasías. Pero, con Luna, su cuerpo se rebelaba contra su ética profesional. Nunca en su vida había sentido una tentación tan fuerte.
-Los pulmones y el corazón suenan bien -comentó él, dando un paso atrás, notando todavía el cálido contacto de su piel-. Lo más importante es el análisis de sangre.
Luna se encogió. Él le sujetó el brazo.-Será rápido. No mires. Gira la cabeza.
-Ahora es cuando vendría bien en esta pared un Monet o
cualquier cuadro con gusto, para centrar la atención en él.-Cierra los ojos, si quieres -repuso él, riendo.
-Eso sería peor.
Matteo preparó la aguja.
-Háblame del viaje al Amazonas y fija la vista en ese armario de
ahí.-De acuerdo -dijo ella. Estaba tan nerviosa que comenzó a temblar.
-Relájate, Luna -aconsejó él, acariciándole el brazo-. Solo sentirás un pinchazo. Aprieta el puño -pidió y le insertó la aguja con un diestro movimiento.
Luna soltó un gemido sofocado y se quedó laxa. Fue tan rápido que Matteo apenas tuvo tiempo de reaccionar. La tomó en sus brazos antes de que cayera, pero tuvo que soltar la aguja y la sangre comenzó a brotarle del brazo, manchando el vestido de ella y la ropa de él.
-Maldición -rugió él y la colocó de nuevo en la camilla. Lo mejor era tomar otra aguja y conseguir la muestra de sangre antes de que ella recuperara la conciencia. Cuando lo hubo hecho, tomó una pequeña toalla, la humedeció y le frotó en la cara y en el cuello.
-Despierta, Luna. Despierta. Ya está.
Al fin, ella abrió sus largas pestañas, mirándolo confundida.
-¿Qué ha pasado?
-Te has desmayado.
-Lo siento -musitó ella, esforzándose por incorporarse.
-Tómatelo con calma. No hay prisa.
-Vamos -dijo ella, extendiendo el brazo y cerrando los ojos-. Hazlo. Esta vez, no me desmayaré.
-Ya he terminado -afirmó él, sonriendo.
-¿Qué quiere decir? -preguntó ella y abrió un ojo-. Pensé que tenías que llenar varias probetas.
Matteo deslizó un brazo debajo de ella y la ayudó a sentarse. Inhaló su aroma, a sol y a miel.
-Tomé la muestra mientras estabas desmayada.
Luna lo miró con los ojos muy abiertos y se colocó el pelo y el vestido.
-¿Y por qué estamos los dos cubiertos de sangre?
-Solo son unas gotitas. Cuando te caíste, la aguja se salió de su sitio.
-Mmm. Tal vez, deberías contratar a una enfermera. Esto no parece tu punto fuerte.
Matteo contó hasta diez para no perder los nervios.
-¿Alguna vez te ha dicho alguien lo impertinente que eres?
Ella sonrió, haciéndolo estremecer.
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●Holaaaa weones, en que andan?
Yo estoy muy, muy, bien.voten y comenten si les gusto el capítulo. También me pueden seguir. Ahre, ya no mas spam.
