Ella gritó de placer. Él la tumbó de medio lado para bajarle la cremallera. Luego, la levantó como si fuera una muñeca y la despojó de la ropa, dejándola solo con un tanga.–Para, Matteo, por favor. Yo también quiero verte –pidió ella, tapándose los pechos con las manos.
Él se quedó paralizado, como un animal salvaje que oliera el peligro. Ella comenzó a quitarle la camisa y, entre un embrollo de brazos, entre los dos consiguieron desnudarlo.
Ver a su Balsano desnudo era, al mismo tiempo, impresionante y sobrecogedor. Era bello como una estatua clásica, con el pecho fuerte, hombros anchos, músculos perfectos. Y una erección inconmensurable.
¿Era posible que un hombre que llevaba cinco años sin tener sexo fuera suave y gentil? Él le agarró los pechos, mientras la luz de la luna bañaba sus cuerpos con una luz etérea.
–Pareces una sirena –dijo él, apartándole el pelo de la cara con una sonrisa–. No pareces real.
Durante un instante, a Luna le asaltaron recuerdos de la historia de la pobre Jazmín, pero intentó dejarlos a un lado. Matteo estaba allí con ella. Solo eso importaba.
Sintiéndose al mismo tiempo valiente y tímida, le rodeó la erección con ambas manos, acariciándola con suavidad hacia arriba y hacia abajo. Matteo echó la cabeza hacia atrás y se quedó rígido, como si lo estuvieran atormentando en un potro de tortura.
–Luna...
Susurrando el nombre de él, Luna siguió acariciándolo. De pronto, él gritó, llegando al orgasmo con fuerza.
–Luna oh, Luna.
Sin saber qué hacer, ella lo abrazó y se acurrucó en su pecho. Ver cómo un hombre tan poderoso temblaba a su merced la preocupaba. ¿Se pondría furioso con ella cuando saliera el sol? ¿La odiaría por haber destruido su autocontrol?
Luna ansiaba que la poseyera, pero ya no quería tomar la iniciativa. Algo había cambiado entre ellos. Algo inmenso e innombrable que la asustaba y la emocionaba. Matteo le acarició el pelo, poco a poco recuperando la respiración.
–Perdóname, princesa. Lo haré mejor a partir de ahora, lobprometo –se disculpó él y soltó una carcajada–. Aunque, si te dijo la verdad, ha sido mejor así. Quiero tomarme mi tiempo contigo.
–Promesas, promesas –se burló ella.
En el fondo, sin embargo, sus palabras la calaban muy hondo.
Matteo se enderezó y, nada más mirarlo, ella supo que, a pesar de haber llegado el orgasmo hacía minutos, estaba listo para empezar otra vez.–Me has embrujado –dijo él, besándola con frenesí–. Ya no sé quién soy…
Luna lo miró a los ojos.
–Necesito que me hagas el amor, Jacob, más de lo que necesito el aire que respiro. Solo placer. Como me has prometido.
Luna Valente, desnuda y reluciente bajo la luz de la luna, temblaba entre sus brazos. Él la acarició, emocionado. Era la tentación en persona, la respuesta a todas sus plegarias, su recompensa por haber intentado siempre ser de utilidad al mundo, pensó él. Lo único que quería era complacerla, podía darle lo que le había pedido. Placer. La agarró de las caderas.–Agárrate a mi cuello –ordenó él y se levantó con ella.
Luna le rodeó la cintura con las piernas. Apoyó la mejilla en su hombro, sin decir palabra. Matteo la llevó hacia la orilla. Apenas había olas. Se adentró con ella en el mar. Luna estaba aferrada a él. No habló hasta que el agua les llegaba a la cintura.
–¿Vas a ahogarme? –preguntó ella en tono tranquilo.
–¿Confías en mí?
–Siempre.
Una sola palabra, sencilla y sincera. Con una mano, comenzó a quitarle los pasadores del moño, dejándolos caer en el agua. El pelo de Luna quedó suelto como una cascada de oro líquido.
–Quiero que flotes. Voy a mantener una mano debajo de ti, pero tienes que dejar que te sujete –explicó él y la colocó en posición horizontal, sosteniéndola de las caderas–. Cierra los ojos.
Ella obedeció.
–¿Ahora qué? –inquirió ella con una sonrisa.
–Nada. Solo siente.
Con la mano que tenía libre, Matteo le colocó el pelo, de manera que sus mechones quedaron flotando como si fuera una verdadera sirena.
Le acarició la frente, la nariz, las mejillas. Luna estaba relajada.Sus pechos blancos, coronados por pezones color frambuesa, sobresalían en la superficie. Él se excitó acariciándolos con los dedos. A continuación, encontró la única prenda que ella llevaba puesta. Un tanga de seda mojado. La tocó con suavidad y su erección creció cuando ella gimió y levantó las caderas para apretarse contra sus dedos. Matteo la sujetó con ambas manos para que no se hundiera.
–Quieta –ordenó él–. Tú no te muevas. ¿Entendido?
–Sí –musitó ella.
Matteo la tocó de nuevo. En esa ocasión, un gemido fue la única
reacción de Luna. Él le apartó el tanga y jugueteó con el vello de su pubis. Encontró su centro de placer y lo acarició con mucha suavidad, apenas tocándolo. Deslizó un dedo en su interior, mientras le acariciaba el clítoris con el pulgar. Al sentir su cálido interior, Matteo se imaginó penetrándola con su sexo y se excitó más todavía.–Quiero poder penetrarte mejor –indicó él y le abrió las piernas un poco–. Pon tus tobillos alrededor de mi espalda. Mantén los brazos estirados detrás de la cabeza.
Luna se abrió a él del todo. Era tan hermosa… Y confiaba en él. Era como una ninfa del mar, suplicándole que la poseyera.
Matteo la atormentó acariciándole el clítoris, mientras ella gemía.Con un rápido movimiento, le rasgó la seda del tanga, dejándola desnuda por completo. Entonces, se adentró un poco más en el agua, hasta que las piernas de ella quedaron a la altura del cuello de él. Y comenzó a lamerla.Por fin 🌚🔥