Cuando iba a tomar las maletas, Nina le dio una suavepalmadita en la mano.–No, no, no. Déjelas. Haré que alguien les conduzca a su alojamiento y les lleven las maletas enseguida.
De camino a la villa, tres o cuatro empleados del hotel se acercaron a Luna, que los respondió con encanto y humor, firmando autógrafos y charlando con ellos.
Matteo estaba cada vez más confundido. ¿Quién era la verdadera Luna Valente? ¿Esa exótica criatura que se tomaba la adulación como lo más normal del mundo? ¿La mujer sexy y cercana que hacía que su cuerpo bullera de deseo? ¿O la pequeña perdida que había renunciado a su infancia para realizar su sueño?
Nina los condujo a una casita decorada en tonos azul océano y blanco. Tenía una cama de matrimonio. Y, en frente, un enorme cuarto de baño con jacuzzi.
–Tienen una cocina equipada por aquí –indicó Nina–. Internet funciona bastante bien, si no llueve. Hay servicio de limpieza diario, por supuesto, pero si necesitan algo mientras, el jefe me ha pedido que les dé su tarjeta. Además, tiene su equipo personal de peluquería, maquillaje y vestuario –informó y levantó la vista de sus papeles–. ¿Me he olvidado algo?
Luna se quitó el sombrero y lo lanzó a una silla.
–Creo que está todo, Nina. Tómate tiempo libre y disfruta en la piscina. El señor Wolff y yo vamos a... descansar.
Nina pareció escandalizada, aunque Matteo no supo adivinar si era por la primera parte de la frase de Luna o por la segunda.
–Oh, no, señorita. Tengo mucho que hacer. No les molestaré, pero llámenme si les hace falta algo.
Las maletas llegaron en ese momento. Minutos después, Nina salió, seguida del sonriente mozo al que Luna acababa de darle un puñado de billetes de propina. La casita se quedó en silencio. Luna se quitó los zapatos, se soltó el pelo y se dejó caer sobre el colchón. Entonces, lo miró con gesto travieso.
–¿Qué lado de la cama prefieres?
Luna estaba muy nerviosa, aunque intentaba ocultarlo. La expresión de Matteo era indescifrable. ¿Estaría impresionado por el alojamiento? Tal vez pensaba que era una princesita malcriada.
–Di algo –le urgió ella.
–No les dijiste que iba a venir, ¿verdad? –preguntó él, cruzándose de brazos.
De pronto, ante su intensa mirada de desaprobación, a Luna le pareció que todo el oxígeno se esfumaba de la habitación.
–No tenía por qué –se defendió ella, tratando de no sentirse intimidada–. Puedo traer a quien quiera. Y da lo mismo, además. Todas las villas del complejo tienen camas de matrimonio y sitio de sobra. A mí no iban a alojarme en el hotel.
–¿Porque eres la estrella?
–Sí –repuso ella, encogiéndose de hombros. Entonces, sonó el móvil de Luna. Ella se sentó y respondió al momento.
–Hola, mamá. Sí, estoy sana y salva. Sí, está conmigo. ¿Cómo te ha ido el día? ¿Funciona la nueva medicación?
Charló con su madre unos minutos más y, cuando colgó, se giró hacia Matteo, que seguía mirándola con intensidad.
–¿Cómo está?
–Bien, supongo. No quiere preocuparme, así que nunca se queja conmigo. Los médicos no nos han hecho ninguna promesa, sin embargo.
–Yo sé lo duro que es perder a alguien –afirmó él con una sombra en la mirada.
–¿Tu madre?
–Era muy pequeño cuando ella murió, apenas recuerdo nada. Pero…
–¿Pero qué? –preguntó ella, conmovida al darse cuenta de que Matteo se estaba ofreciendo a compartir con ella un pedazo de su intimidad.
–Una compañera de la carrera tenía cáncer. Ella era… –comenzó a decir él y se detuvo de golpe–. No importa. No debí sacar el tema. No tiene un final feliz.
Luna se levantó de la cama y se acercó a él.
–Lo siento, Matteo –lo consoló ella y le dio la mano.
–Ser médico puede ser tanto una bendición como una maldición
–comentó él, apretándole la mano–. Al principio, crees que vas apoder salvar el mundo o, al menos, a las personas que te importan. Pero, según pasa el tiempo, te das cuenta de que todo tu conocimiento y experiencia no sirven para nada en ocasiones.A ella se le encogió el corazón al percibir el hondo pesar que invadía a Matteo. Por otra parte, empezó a comprender por qué él había aceptado ayudarla. Lo más probable era que estuviera traumatizado por las pérdidas del pasado, por no haber podido hacer nada para ayudar a sus seres más queridos: su madre, su amigo y… ¿su novia?