–Te vas a quedar ciego –señaló ella, sin quitarle los ojos de encima.
–¿De qué diablos estás hablando?
–De la masturbación.
Matteo se sonrojó. No había manera de que ella lo supiera. Solo era un farol, se dijo a sí mismo.
–¿Estás lista? Siento haberte hecho esperar.
Luna ladeó la cabeza y balanceó sus pies, embutidos en unos tacones de aguja de color verde.
–¿Cuántas veces vas a tener que hacer eso antes de poder dormir conmigo?
Matteo se abotonó la camisa y se sentó en el borde de la cama para atarse los zapatos.
–Tienes mucha imaginación, Luna. Y un poco perversa. Me he dado una ducha. Fin de la historia.
Para su alivio, Luna decidió dejar de atormentarlo.
–Estoy a punto de desmayarme de hambre –dijo ella, poniéndose en pie y colocándose los pliegues de la falda de tafetán–. Vamos con los demás.
Caminaron por el sendero iluminado solo por pequeños faroles a la altura de los tobillos, envueltos en un escenario lleno de romanticismo. Matteo se esforzó en no rozarla siquiera.
El restaurante estaba en el lado opuesto de la finca, construido
sobre pilares encima del agua. La música invadía el lugar. En el mar, la luna creciente pintaba un reguero de luz blanca sobre el agua. Matteo habría preferido dar un paseo en vez de estar rodeado de extraños. Pero tenía una farsa que representar y era el momento de poner en escena el acto primero.Luna entró con seguridad por la puerta, llevando a Matteo con ella de la mano. Para él, fue una sensación muy extraña, pues estaba acostumbrado a ser el dueño de sus propios movimientos. Pero, por ella, trataría de ser complaciente.
Nina los miró desde una esquina, los saludó con la mano y volvió a centrar su atención en los papeles que llevaba en la mano. En una silla en el centro, estaba el director, Rod Brikman, un hombre con la misma cara de Papá Noel. Había conseguido triunfar en la industria del cine empezando desde abajo. No solo tenía talento, también tenía buenos contactos. La revista Time lo había nombrado uno de los directores más influyentes de Hollywood. Luna se dirigió hacia él directamente.
–He venido a fichar, señor –se presentó ella con una sonrisa.
A juzgar por la reacción del director, parecía encantado con su primera actriz. Se puso de pie de un salto y le dio un beso en cada mejilla. A continuación, colocó una silla al lado de la suya y la invitó a sentarse. Luna tiró de Matteo.
–Rod, me gustaría presentarte a Matteo Balsano. Se va a quedar aquí conmigo –anunció ella y le dio un beso con entusiasmo.
–No podría separarme de ti –dijo Matteo, ayudando a Luna asentarse. Se sentó a su lado, muy cerca, y la rodeó con un brazo, acariciándole la nuca–. Una mujer como Luna puede conseguir que cualquier hombre lo deje todo por ella. Espero que no le importe, señor.
–Matteo Balsano… ¿De los Balsano? –preguntó Rod, mirándolo con interés.
–Así es.
–¿Le gustaría invertir en algunos proyectos de películas? –preguntó Rod sin andarse con rodeos.
–Ahora mismo, ya tengo cubierto el cupo de inversiones –contestó Matteo, riendo–. Pero lo tendré en cuenta.
–¿Por qué tenéis que estar siempre hablando de trabajo? –protestó Luna.
Rod llamó a la camarera y le pidió otro whisky.
–Esta noche, nada de trabajo –se retractó el director–. Habrá tiempo de sobra para eso mañana. Dime, Matteo Balsano, ¿cómo has conocido a la señorita Valente? Nunca te he visto en las fiestas de Hollywood.
Matteo pidió agua con gas y limón y se recostó en su asiento.
–Un amigo común nos presentó. Fue un caso de amor a primera vista por mi parte –afirmó él y le acarició el cuello a su acompañante–. Estoy muy orgulloso de ella. Se dice que tu película promete un Oscar.
–Es verdad –admitió Rod y se bebió de un trago su copa–. Es mucha presión, ¿sabes? A veces, preferiría ser fontanero.
Los presentes rieron. Brikman tenía gran carisma y poder. Todo el mundo quería formar parte de su círculo. Después de comerse entero un plato de sopa de pescado, Luna le tocó en el brazo a Rod.
–Disculpa, voy a mezclarme con la gente –se excusó ella y le dio un beso a Matteo en la cabeza–. Quédate aquí, cariño. Habla con el señor Brikman. Ahora vuelvo.
¡Feliz navidad! Espero que la hayan pasado muy bien junto a sus seres queridos. Pasenla genial.