10-Familia

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El sonido de la carretera de buena mañana pocas cosas le tranquilizaban más que eso, a pesar de los atascos interminables de Madrid, Cepeda conducía atento dirección a Atocha dónde volverían a ver a sus amigos y a la pequeña Helga, su ahijada.
El olía al café que Aitana sujetaba en sus manos, ella la que se había levantado tarde y no podía ponerse en marcha sin desayunar le había obligado a parar en una cafetería para coger su café con leche bien caliente para llevar, sabiendo el atasco que encontrarían por el camino.

-¿Has hablado con Martina?

-he intentado entrar pero el pestillo estaba echado, así que supongo que dormía

-¿De quién fue la maravillosa idea de poner pestillo en las habitaciones?- dijo ella mirándola con la mirada de cualquier asesino

-Aitana, yo quería pestillo para nuestra privacidad- la risa de Aitana invadía el coche- Martina solía invadir nuestra cama muy a menudo

-siempre tenías que huir de la cama porque te daba patadas

-muchas dormi yo en el sofá

-a mi me encantaría volver a esos días- dijo escondiendo una sonrisa, Cepeda no dudó en besar su cabeza, él también volvería a esos momentos sin pensarlo dos veces.

Quizás era lo despistada que era su amiga Amaia o que el control de Alfred no había sido el suficiente, y es que Aitana no sabía muy bien los factores que hacían que sus amigos se retrasarán 15 minutos cuando el tren no había llegado con retraso.
Cepeda miraba con tranquilidad y tono divertido el nerviosismo de Aitana, el sabía cómo eran sus amigos, sabía la locura en la que estaban metidos desde hacía 4 años con la pequeña Helga.
La imagen de aquella peculiar familia se plantaba frente a ellos, Alfred con ese perfecto traje con su jersey de cuello alto, nunca perdería su elegancia, cargado de maletas y mochilas, y un poco más delante de ellos Amaia con su pelo recogido en una coleta nada perfecta y de su mano la pequeña Helga con su pelo negro rizado por encima de sus hombros, las facciones de su cara idénticas a las de su padre y esa sonrisa tan parecida a su madre.
No dudó en soltarse de la mano de su madre y correr a los brazos de Cepeda, la niña siempre había mostrado esa debilidad por el gallego y el siempre había admitido que era su sobrina favorita, le recordaba un poco a Martina, esa ilusión por todo, la inocencia de los niños, pedimos inteligencia de ir siempre por delante de cualquier niño de su edad,pero si algo empezaba a caracterizar a Helga era lo despistada que podía llegar a ser a veces.
Amaia se abrazaba a su amiga a la que llevaba demasiado tiempo queriendo romper distancias para volver a sentir su olor, reir y llorar juntas.

-te he echado de menos- dijo Aitana clavando su mirada en su amiga que sonreía

-yo a vosotros también, pero ya podríais echar una mano- grito Alfred provocando la risa de todos, Aitana no dudó en abrazar a su amigo almque también había echado de menos

-están más guapa que la última vez cuquita, dime qué te hace de comer Cepeda

-pues tortilla, no creas que varía mucho los menús

-¡Oye! Pues a Helga le encantan ¿Verdad?- la niña asentía aún en brazos de Cepeda

-¿Donde están Bruno y Martina?- preguntaba Helga ilusionada

-vamos a casa y les ves- dijo Cepeda tomando la dirección al coche

Bruno recibió a Helga entre cosquillas y juegos que a la niña le encantaban, no le importaba lanzarse al suelo y jugar con ella, dejando que su cara terminara llena de pintura roja, Helga era como su hermana pequeña, era el terremoto que no podía estarse quieta ni dos segundos, pero a Helga le faltaba un factor en su ecuación, le faltaba la persona a la que admirada, a la que adoraba ver bailar, que deseaba subir a su habitación para ponerse esos primeros zapatos de baile que lució Martina.
Pero la mayor de los Cepeda solo podía escuchar las risas que provenían del piso de abajo, pegada a la puerta de su habitación deseando romper su orgullo y bajar a darle un abrazo a sus padres, para después achuchar a la pequeña Helga, que a veces tanto la recordaba a la pequeña Martina y sus preguntas por todo lo que veia.

Minutos después Martina bajaba con su bolso dispuesta a salir sin que nadie la viera, huir durante todo el fin de semana, refugiarse en casa de David o incluso en el conservatorio bailando,pero la pequeña no se le escapaba ni un pequeño detalle y al ver la silueta de Martina corría  a abrazarla, Martina ni puso resistencia y se agachó para quedar a su altura y mirarla, había crecido pero sus ojos transmitían esa inocencia y la dulzura de siempre.

-quiero ir a tu habitación

-Helga me tengo que ir- la niña arrugaba su frente, no acababa de entender porque se envía que ir era fin de semana, no había cole y no podía tener mejor plan que pasarlo con ella. Alfred y Amaia besaban a Martina, y la observaban sus ojos no estaban como siempre, les faltaba luz, Amaia la única conocedora de todos los detalles que Aitana le había contado, quería coger a aquella niña y decirle que no podían seguir las cosas así, que les hacía daño a todos, pero no podía porque el carácter de Martina no era fácil de tratar y decirle todo eso sería contraproducente.

-¿Porque no te quedas a comer?- preguntaba Amaia atrapando en sus manos la cara de la joven

-tengo que bailar...... Y he quedado ha comer con David- Cepeda rodaba sus ojos al escuchar a su hija

-bueno...... Quiero conocer a ese David, así que espero que vengas a cenar

-intentare venir tita, de verdad

Amaia sonreía, pero la chica no pensaba hacer acto de presencia en aquella cena, tenía claro que iba a desaparecer durante todo el fin de semana aún sabiendo el dolor que provocaría en su familia y en aquellas tres personas que eran parte de su familia, tres personas sin culpa de nada.
Salió de casa y la vio su amiga Julia con una bandeja repleta de los pasteles favoritos de su madre, era verdad aquello de que Bruno y ella iban muy en serio. El cruce de miradas y el intento fallido de Julia por hablar con la que consideraba su amiga.
Martina y su orgullo siempre poniendo las cosas tan difíciles.

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