22-El mar

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Martina era la primera en despertar, no recordaba a qué hora se habían dormido pero demasiado tarde entre charla y risas, pero su propia exigencia no le permitía dormir más de las ocho de la mañana, y eso le permitía observar a Sergio, dormía de lado con su mano derecha apoyada en la mejilla y su boca ligeramente entreabierta, Martina deslizaba sus finos dedos por el rostro relajado del chico,dejo un beso en sus mejillas y recogió su pelo en un moño, se enfundó en sus mallas deportivas y se coló en la habitación de sus padre a ritmo de Vivaldi, empezó a estirar sus músculos y sus pies se ponían en punta, esas piernas perfectamente rectas, los brazos en un ángulo perfecto y un par de giros, que nadie de la familia podía hacer sin marearse, perdió la noción del tiempo.
Pero le vio, sonreía apoyado en la puerta de la habitación, cruzado de brazos y dejando el peso de su cuerpo en la pierna derecha, el pie izquierdo sobre el derecho, y sus ojos de sueño.

-Martina Cepeda no puede parar de bailar ni en vacaciones

-no quiero oxidarme-dijo ella besando los labios del chico

-siempre puedes venir a correr conmigo, seguro que no te oxidas- Martina miró sorprendida a Sergio y río- eres una mal pensada, de verdad contigo no se puede- dijo el chico volviendo a la habitación donde había despertado minutos atrás,Martina le siguió sonriendo y le abrazo por su espalda

-eres un picado

-¿Vamos a la playa?- los brazos de Sergio rodearon la cintura de ella, que asentía con sus mejillas ligeramente sonrojadas.

Tardaron 15 minutos en salir de casa, para Sergio eso era demasiado extraño, el acostumbraba a llegar tarde, a tardar demasiado y Martina acostumbrada a la puntualidad,a la exigencia de estar siempre preparada para cualquier cosa, y Sergio tan de ir siempre en pijama por casa y correr cuando alguna urgencia surgía.

La playa estaba tranquila,no había mucha gente, el día estaba nublado pero se dejaba ver un poco el sol que iba y venía con un leve vaivén de nubes, Martina se descalzo antes de pisar la arena de la playa y Sergio la imitó, cogiendo sus zapatillas en la mano,entrelazando la otra entre ellos, andando entre miradas y risas.
Martina corrió hacia la orilla y dejó que el mar mojara sus pies,Sergio la observaba un poco más alejado

-hacia mucho tiempo que no hacía esto- dijo inspirando el aire

-eso debe de estar helado

-ayuda a curar las heridas de mis pies,cuando empecé a bailar más profesionalmente,me salieron mis primeras heridas, solo tenía 9 años y recuerdo que lloraba después de cada clase, mamá se encargaba de curarlas con todo tipo de cremas y tiritas,pero las heridas seguían ahí, daba igual el tiempo que descansaran mis pies, las heridas seguían ahí- sonrió antes de seguir- mamá ya no sabía que hacer, así que fuimos a la playa como cualquier día bueno de primavera, no recuerdo cuánto tiempo tuve los pies bajo el agua salada,pero una semana después de aquel día mis heridas estaban mucho mejor, a partir de ahí íbamos todos los fines de semana a la playa sin importar los grados que marcará el termómetro

-nunca me habías contado esa historia- dijo Sergio sentadose en la arena a una distancia prudencial para escucharla y no mojarse

-siempre soñé con ser bailarina, pero eso no quita que no llorara mucho- Sergio río y apoyo sus brazos en la rodillas para escucharla- llore cuando mi padre no me dejaba apuntarme con el resto de niñas de mi colegio, lo disfruté durante muchos años y luego empezaron los ensayos casi todos los días, Bruno iba al parque, a los cumpleaños, jugaba con los vecinos de la urbanización y yo no podía, ahí fue cuando empecé a sacrificar cosas, después vinieron las heridas de mis pies, la adolescencia,el instituto, pasaba más tiempo en el conservatorio que en otro lugar y puede que el ballet me hiciera una gran bailarina, pero me quito cosas, me volvió más fría, más estricta conmigo misma y con mi entorno, y después volvió Madrid y a partir de ahí ya sabes la historia- dijo ella sentandose al lado de Sergio

-no sé qué decir, Martina

-no hace falta que digas nada, me llamaste la atención porque eras el único que no preguntaba por el ballet, que no mencionaba a la hermana bailarina de Bruno

-nunca vi a la bailarina, yo siempre te mire como Martina -dijo apartando un mechón que se ponía en la cara de la joven- la Martina que buscaba tranquilidad en la mirada de su hermano, a la que le temblaban las manos cuando me ofrecí llevarla a casa, y que estaba deseando que en mi coche no sonara música clásica,que sentía curiosidad por aquel cigarrillo apagado que bailaba entre mis dedos, y que quería saber el lugar donde volver a encontrarnos

-¿Cómo sabes todo eso?

-yo sentí algo parecido- Martina sonrió y beso los labios de Sergio frente al mar

-ven, quiero que vayamos a un sitio

Sergio obedeció y siguió cada indicación que le daba  Martina, llegaron a un barrio de Barcelona no muy transitado y lleno de edificios, llegaron a un portal y la chica saco las llaves de su mochila, Sergio estaba anonadado pero seguía en silencio, siguiéndola, hasta el 4 piso, puerta B, al abrirla la oscuridad se veía en aquel piso prácticamente vacío.

-estais era nuestra casa, cuando papá casi lo pierde todo

-Martina ¿Qué hacemos aquí?

-necesitaba venir, enseñarte mi pasado, no siempre fue todo perfecto

Aquella casa no era muy grande, una pequeña cocina en tonos blancos, y un salón con muebles tapados con viejas telas llenas de polvo,las tres habitaciones en el interior y un aseo, pasaron por todas las habitaciones hasta que Martina se paró en una de ella y tomó aire, al abrirla un cuarto pintado de blanco y una cama que ocupaba la pequeña habitación, unos dibujos desgastados aún decoraban la pared, Sergio sonrió al ver que la que firmaba era ella con muchos años menos y ya dibujaba a su futuro como bailarina.
Martina se sentó en la cama y lo miro todo con ternura,dejando que los recuerdos la invadieran.

-aqui estaba mi futuro

-no, si te hubieses quedado aquí no me hubieras conocido- dijo él sentándose a su lado y observando su sonrisa, deseaba besarla

-eres tonto

Martina mordió su labio inferior y es ahí donde Sergio perdió la cordura y se lanzo a besarla más apasionadamente, olvidandose del lugar, dándole a Martina un recuerdo más en su viejo piso de Barcelona.
Allí dejaron de ser dos, para fundirse en uno, por primera vez, haciéndola más especial,dejando que los besos ganarán y las cosquillas no pagarán.

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