Llego, y la amable recepcionista me saluda con la cabeza. Vaya, la primera persona que no me mira con desagrado por parecer un oso de colores. Al dejar mi carnet de visitante, voy directo a la sección de novelas del siglo XIX, ya sé cual libro leeré hoy.
Anna Karénina de León Tolstoi. Una historia de amor de la aristocracia rusa. La encontré en un blog en el que recomiendan libros, y me pareció interesante la trama. Una mujer que deja todo por amor.
Las paredes del recinto están repletas de estanterías—del piso al techo—con libros de todos los tamaños, formas y colores. El techo está pintado al estilo de la capilla Sixtina. Y cada vez que entro, me quedo mirándolo, embelesada.
Paseo la mirada por los estantes, hasta encontrar lo que busco. Con una media sonrisa triunfal gravada en el rostro, me dirijo a mi habitual mesa, en el fondo de la biblioteca, al lado de una ventana. Nunca nadie se pasea por ahí, porque nadie busca novelas en la biblioteca, en estos tiempos. Pero a mí, sin embargo, me encanta el olor de estos libros, la delicadeza y el color amarillento de sus páginas, la textura del lomo, entre otras características propias de los libros antiguos.
Me siento, y comienzo mi lectura, pasando y pasando de página, por horas. Es simplemente una obra adictiva, es arte puro.
De pronto, tengo una epifanía.
Las prohibiciones a veces te impulsan a hacer lo incorrecto, solo por desafiar. Temo ser como Anna Karénina, ella amaba al conde Vronski, lo amaba de verdad, pero él era prohibido. Su marido era lo correcto.
Yo creo que en el fondo sabía que el error que cometió al dejar a su hijo y a su marido, se odió a sí misma. Aunque de todos modos, quiero un hombre que me ame como el conde, que se preocupe y me proteja, como lo hizo su marido. Lo que no quiero es terminar odiándome tanto, que sea ya inaguantable mi vida, y ponerle fin a la misma. De hecho, ella se arrepintió a último momento, pero ya era demasiado tarde.
Demasiado tarde.
Algo dentro me dice que tengo que hacer las cosas antes de que sea demasiado tarde, antes de que… Antes de que vaya a Assas y jamás vuelva Londres. A verlo.
De inmediato, recojo mis cosas y dejo el libro en la mesa de la bibliotecaria. Casi corriendo, salgo, y para mi suerte, hay un taxi libre frente a la biblioteca. Entro como posesa y el taxista, para variar me mira extrañado. ¡Demonios, mi ropa! ¡Agh!
No, no importa.
-Buenos días, ¿Podría llevarme al museo, por favor?-pido cortésmente, antes de que me eche de su taxi. El chofer asiente-.
-Al museo, señorita-dice, y arranca-.
La sangre me palpita en las venas, y a pesar del frío, mis manos comienzan a sudar. Siento mis piernas de gelatina, y se me revuelve el estómago. Sé que es un impulso, y me niego a aceptarlo. No entiendo qué es lo que me pasa, yo no me comporto así. Durante mi corta vida, jamás me he preocupado por satisfacer mis deseos, pero ahora es diferente.
Es diferente porque hay algo en Zayn que me atrae de sobremanera y, por más que yo quiera evitarlo, no puedo luchar contra el deseo, casi necesidad que tengo de verlo, conversar con él o tan siquiera cruzar unas palabras.
También soy consciente de que no será posible nunca el más mínimo roce de su boca contra la mía, por más que yo anhele que eso ocurra. Es tan profundo ese deseo, que me dan ganas de lanzarme a él, y luego desaparecer a cualquier parte del mundo, asegurándome así, de que jamás volveré a cruzarme con él en mi vida.
Francamente no comprendo cómo puedo desear tanto las manos de alguien sobre mi cuerpo. En realidad solo las manos de Zayn.
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Art of Seduction · Zayn Malik AU
FanfictionTiffany y Zayn se conocen cuando ella visita el Museo de Londres, donde él trabaja; la atracción que sienten ambos se manifiesta al instante. Él es un hombre exitoso, y ella es joven... demasiado joven. Entre ellos se interponen trece años, pero alg...