Capítulo 23

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-¡La Virgen Alexis Rider, de Notting Hill, tiene novio!-exclamo, ella me golpea en el estómago, y caigo en su cama-.

De pronto, Tara, llena de pasta dental, se tira encima de mí, y Alex la imita. Gruño. Comenzamos una guerra de cosquillas, y gana Tara. Sabe exactamente donde tenemos más cosquillas. Claro que lo sabe, se pasa manoseándonos en clases.

Cuando recuperamos el aliento, Alexis enciende el televisor, y conecta su pendrive. Vamos a ver alguna película con la que terminaremos llorando. Y no me equivoco, A Little Bit of Heaven, nos hace quitar los pañuelos.

Prendemos las luces para el asalto de la cocina, son las dos y media de la madrugada. Usamos nuestros celulares para alumbrar el camino, y de puntitas de pie, bajamos las escaleras del departamento.

Me doy cuenta que tengo un mensaje. De Zayn. Mi estómago da un vuelco. Rápidamente lo abro.

Mañana te espero por la tarde para celebrar que terminaste tu tarea. Buenas noches. J

Tiene una carita feliz. El mensaje tiene una carita feliz y no es broma. Tiene treinta años y usa caritas. Sonrío, se tomó el tiempo de elegir un emoticón. Para enviarme un mensaje. Vaya. Superado el tema de la carita, me centro en el mensaje.

No contesto, nunca le contesto los mensajes. Creo que él sabe que iré de todos modos, porque soy muy predecible y estoy muerta de ganas de verlo de nuevo. Y yo sé que él lo sabe, de lo contrario, no me enviaría mensajes para hacerme saber a cuando puedo ir a su oficina.

¿Quiere celebrar que terminé mi tarea? Estoy temblando, la única celebración posible que se me ocurre incluye besos en ella. Ahora que lo pienso, será extraño no ir y venir todo el tiempo del museo.

Me pongo melancólica, estoy dejando atrás una era. No solo las visitas a Zayn, sino el colegio. Saint Patrick High School y sus alfombrados corredores, sus baños automáticos y sus patios cuidados con el esmero de un palacio real.

Comenzaré mi vida adulta en unos pocos meses. En unos pocos meses tendré la mayoría de edad, y podré hacer lo que me plazca—dentro de los límites de la ley—. Viviré lejos de Nina y todo lo que representa. Extrañaré a Florence con mi alma, pero es la ley de la vida. Tengo que crecer, estoy creciendo.

-¿Tiffany?-Alex, mueve mi hombro-vamos-dice-.

-Oh, sí-las miro, y me detengo, ellas, al darse cuenta, me imitan-.

-¿Pasa algo?-inquiere, Tara-.

-Es solo que…-respondo, luego de una pausa-voy a extrañar esto-confieso, mirándome las manos-.

-Ay, nena-Alexis me pasa un brazo por el hombro-estaremos viviendo, no en la misma ciudad, sino en el mismo espacio-me alienta-.

-Es cierto-Tara acaricia mi brazo-no estés triste, comenzaremos una nueva vida. Tú el desayuno, yo el almuerzo y Alex la cena, ¿Recuerdas?-sonrío, siempre bromeamos con la distribución de las tareas del hogar-.

-Espero que me prepares tu pasta especial.

-Y yo desayunos elaborados, estilo tumblr-guiña un ojo-.

-Yo espero comer-dice Alexis, levantando el dedo índice-.

Reímos, y nos dirigimos  a paso lento a la habitación de Alex.

Sintiendo mucho calor, abro los ojos. Tara está abrazándome de nuevo. Siempre lo hace, necesita tener una almohada a su alcance, o de lo contrario me usa a mí o a Alex. Sonrío y trato de liberarme, lo consigo sin despertarla. El sol se filtra a través de las cortinas marrones de lino y gasa. Me siento en la cama y me fijo en la hora.

Son las once de la mañana. Me levanto, y me estiro, los huesos de mi espalda truenan, y me relajo más. En un acto sádico, abro las cortinas y el sol inunda la habitación, me trepo en la cama y comienzo a saltar.

-Mmm-gruñe Alex, sigo saltando-¡Hey! Sal de encima-dice, con voz patosa, abre los ojos-.

Suelto una risotada.

Ahora, me encargo de mover frenéticamente a Tara.

Si fuera el fin del mundo y la raza humana dependiera de que ella dejara la cama, ella diría algo así como: “En algún momento iba a acabar, déjenme dormir”. Tiene el sueño más pesado que un oso en hibernación.

-¡Dougie está aquí!-en ese instante, abre los ojos lentamente-.

Sonríe al darse cuenta de que soy yo, y de que no existe la posibilidad de que su añorado idiota esté ahí. Me siento, en donde estuve acostada antes.

-Qué mala eres-dice, bosteza y se despereza, se destapa y sonríe-hola-alarga-.

-Vamos a desayunar-pido, con vehemencia-.

-Vamos a dormir un rato más-Tara imita mi tono -.

-Vamos a levantarnos de una vez-sugiere, Alexis-.

Luego de desayunar, Ernest, pasa por mí. Es casi ya la hora de almorzar, en el camino le digo que necesitaré que me lleve al museo por la tarde, a las dos más o menos, él asiente, y me sonríe, condescendiente como siempre. De repente, bromeamos sobre el tráfico, mi abuela y mi madre.

-Florie-digo al entrar a su cuarto rosa, ella está jugando con mis muñecas heredadas. Ni por todo el oro del mundo dejaría que ella jugara con esas asquerosas Barbies de ahora-.

-¡Ti!-exclama, y deja la muñeca de cabello marrón, mi favorita, junto a Ken-¿Vamos a morzar juntas?-se abraza a mis piernas, y yo bajo a su altura-.

-Sí-se abraza a mi cuello-.

-¿Con papi y mami?-pregunta-.

Cierro los ojos, y niego con la cabeza, incapaz de mirar sus ojitos lastimeros.

Es horrible no poder decirle que sí, que estaremos con nuestro padre. Desde el  Domingo de Pascua no lo vemos. Y mi madre actúa como si no le importara lo que sentimos. Bueno, por mí dejó de preocuparse, pero Florence… Ella necesita a nuestro papá.

-Bueno-hace un puchero, y baja la cabeza, juega con sus dedos-.

En efecto, almorzamos juntas. Pero nosotras dos solas, así que preferimos hacerlo en la sala, mientras vemos caricaturas. El comedor para veinticuatro personas, es odioso. Está bien, Edward Lynch y su esposa, Imogen tenían once hijos, y apenas cabían en la casa, pero ahora solo somos seis personas. No necesitamos un comedor con una mesa tan grande.

Terminamos de almorzar, y subimos a acostarnos un rato en la habitación de mi hermana. Jugamos con las muñecas en la cama, me cuenta que será un árbol  en la obra de teatro de primavera en su escuela y se queda dormida a la mitad de Blanca Nieves.

Me levanto, perezosamente, pero emocionada. Voy a celebrar con Zayn que terminé mi tarea.

Sonrío al recordar que me envió  una carita.

Me aseo, seco a medias, mi cabellera, y me paso crema de peonías con nectarina. Humectada y con el cabello decente, me paro frente al armario, y en gesto pensativo, golpeteo mis dedos contra mi mejilla. Por primera vez, quiero ponerme un vestido… mejor no. Esos trapos son incómodos, y yo tiendo a abrir mucho las piernas.

Si tuviera otras intenciones, iría por el vestido, pero soy fiel defensora de la comodidad. Así que, como siempre voy por converse blancas, una camiseta negra, holgada de The Beatles, un regalo de Alexis y Tara. Y unos pantalones azules, hasta la mitad de los muslos. Conociendo al inestable clima, elijo un cárdigan negro de lana.

Bajo de inmediato, son las dos en punto, cuando subo al brillante volvo rojo, que conduce Ernest.

Art of Seduction · Zayn Malik AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora