Capítulo 15

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Estoy sentada con los tobillos cruzados, en un mueble, un estante con cajones, en la oficina de Zayn. Su oficina es… Wow, como él; sofisticada, elegante. Espaciosa, con paredes blancas y muebles modernos, de color negro. Aunque el escritorio y las patas de los sofás, de roble oscuro, están talladas al estilo clásico. Detrás del escritorio hay una gigantesca estantería llena de libros de arte.

Y estoy mirando más a los libros, que a Zayn. Qué desperdicio.

Zayn forma parte de la mesa directiva del museo, es el jefe, pero también tiene jefe. Está ahora hablando por teléfono con alguien, por lo poco que puedo entender de lo que dice, está tratando de intercambiar piezas de la colección maya o azteca, por momias de la misma región.

Me dan ganas de ir a sentarme en su regazo.

Sacudo la cabeza, pero ya es tarde, estoy teniendo un delicioso escalofrío. Para distraerme, quito del bolsillo de mi parca mi celular, y comienzo a mandarme mensajes con Alexis y Tara. Me informan sobre los trabajos que nos dieron, los chismes, etc.

“Tenemos asignados trabajos para dentro de dos semanas. Son larguísimos, tenemos que charlar con expertos y todo eso, a ti te toca el que Tara y yo te elegimos, Arte en el Siglo XVIII (: x”

Abro los ojos. Esto es broma, ¿No? ¿De dónde voy a sacar a un experto…? Un momento, museo, arte. Experto. Zayn.

¡Me van a oír! ¡Agh! Ellas y sus maquiavélicas mentes.

-Te dije que dejes de morderte el labio-su voz suena condescendiente, de inmediato levanto la cabeza-.

Zayn está sentado detrás de su escritorio, con los codos apoyados en ambos brazos de su silla. Me mira con las cejas enarcadas. No me queda más que soltar mi lastimado labio inferior.

-Y yo te dije que no puedo evitarlo-replico a mi vez, él suelta una risita, y se levanta-.

Rodea como un depredador, el negro e inmenso escritorio. Con las manos a los costados, tamborileando en sus muslos, se detiene frente a mí. Sonríe a medias y extiende la mano. Y ruego a Dios que no me toque, porque si me toca, si llega a hacer contacto su piel con la mía, no podré controlar a mis alocadas hormonas adolescentes.

Mis ruegos no son escuchados. Gracias.

Sus dedos, índice y medio, acarician la carne de mi boca. Trago saliva, mi pulso se dispara, y mi temperatura corporal asciende. En realidad sí tengo que dejar de morderme el labio, pienso.

-Hoy…-mi voz tiembla, sus dedos viajan a mi mejilla, rozando apenas mi piel, me produce cosquilleos-.

-¿Sí?-pregunta él, susurrando. Su voz suave, me aturde, más de lo que su presencia lo hace-.

-Hoy nos dieron un trabajo… en la clase de literatura-balbuceo, él enarca una ceja-.

-Mmm-me alienta a seguir hablando, mientras sus dedos vagan por mi piel-.

-Y…-inhalo. Mala idea. Su perfume entra por mis fosas nasales y mi sangre está en punto de ebullición-tengo que hablar con un experto, sobre arte…en el siglo XVIII-pronuncio. Nunca me había costado tanto hablar-.

-¿En serio?-ahora las yemas de sus dedos están detrás de mi oreja, en mi cuello, acariciándome rítmicamente, arriba y abajo-.

No sé cómo reaccionar. ¿Se supone que me desea también?

Me fijo en sus dorados ojos, que arden, oscurecidos. Una serie de escalofríos me recorren. Está tan cerca, que siento su respiración en mi cara. Suspiro y asiento.

-¿Puedo ser yo el experto?-susurra. Humedezco mis labios, y luego sin querer me llevo el inferior a los dientes-.

Él chasquea la lengua, y yo cierro los ojos. Por el amor de Dios, está tan cerca. Suelto mi labio, y me encojo de hombros. ¿En qué momento se acercó tanto? ¿Por qué yo no me alejo? Oh, sí. Lo deseo demasiado como para moverme. Y espero que haga algo… cualquier cosa.

-Puedo mostrarte muchas cosas-dice, tan despacio, que dudo de que esté hablando conmigo-.

-¿Puedes?-abro los ojos, y estamos a centímetro el uno del otro, nuestras narices casi se tocan-.

-Claro, aunque tú tienes que estar dispuesta-carga la voz en el pronombre, y yo me estremezco-.

Su cercanía y el tema de la conversación me confunden. ¿Estamos hablando de mi tarea? ¿O no? No sé qué responder. Sacudo la cabeza.

-Estoy dispuesta a sacar un sobresaliente-digo, y mi voz suena ronca, rasposa-.

-¿Estás realmente dispuesta?-inquiere-.

-¿Eres realmente capaz?-¡¿Qué mierda me pasa?! ¡Lo estoy desafiando! Él sonríe, mostrándome esos perfectos dientes-.

Su mirada echa chispas, e inmediatamente incendia mi sangre. Y pienso, que si me estiro, solo cinco centímetros, podré besarlo. Podré tener su boca en la mía. Entreabre los labios y su lengua hace acto de presencia. Se humedece los labios, y no retira la vista de mis ojos. Luego me mira la boca. Estoy expectante, porque sé que él puede enseñarme y mostrarme muchas cosas, no solo sobre arte. Sobre la vida en general, sobre el deseo. Sobre sexo.

-Niña, créeme-sonríe-puedo enseñarte más que nadie-ladea mi cabeza con su gran mano, que se halla en mi nuca, me acerca a él-puedo ahora, ¿Quieres?-susurra, tentándome-.

Por Dios, soy tan obvia. Tan, pero tan obvia. No conseguí ocultar ni por un segundo que me muero por él. Y se aprovecha, tal vez irá con sus amigos a burlarse de otra conquista, tal vez le gustan las jovencitas. No se me olvida lo cerca que estuvo de mí la primera vez que nos vimos. Y eso es invadir mi espacio personal, como lo está haciendo ahora.

Estoy indignada,  me siento estúpida y ridícula. Una parte de mí quiere salir corriendo, con lágrimas en los ojos, siendo una auténtica niña—cómo él me llamó—, no volverlo a ver, y olvidarme de que existe. Pero otra parte, que es la mayoría, quiere quedarse, en esta misma posición y saber qué hace conmigo, saber qué puede enseñarme.

Y mi indignación se va, justo en el momento, en el que su boca acaricia la piel expuesta de mi cuello. Jadeo de sorpresa, y desconozco la razón por la cual mis pezones se ponen duros contra la tela del sostén. Solo cierro los ojos para disfrutar de la sensación.

Me saca el celular, y toma mi mano, para ubicarla en su cintura, mantiene su mano sobre la mía. Con la otra, separa mis piernas, y se acomoda entre ellas. Mientras tanto, su boca pasa por mi mandíbula, y se detiene en la comisura de mi boca.

Se aleja.

Gimoteo en protesta, él suelta una risita. Es tan frustrante. Me siento vulnerable, y vuelvo a indignarme. Pero ahora me siento patética, estafada y sucia. Pero excitada a la vez. Y lo odio. Odio a Zayn Malik.

Abro los ojos, y él me mira con sus ojos negros, oscurecidos. También le afecto a él. Todavía tengo mi mano en su cintura, y lo atraigo hacia mí. Pego nuestros cuerpos, y lo encierro entre mis piernas. Él parece asombrado, pero no hace nada por alejarse, ni se muestra reacio.

Así es como me alienta a ir por ello. Por su boca, me acerco, humedeciendo mis labios… Entonces, él acuna mi rostro en sus manos, y aplasta con vehemencia sus labios contra los míos. Como un animal salvaje, con furia, me besa. Abro de inmediato mis labios a su insistente lengua, que se une a la mía.

Al fin, me digo.

Art of Seduction · Zayn Malik AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora