El reino del rey Corazón de Lobo: III

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Eyra sonrió al ver el gesto de su amiga mientras contemplaba a los apuestos hijos de Ragnar Lothbrook que se presentaron antes las jóvenes chicas de Alvheim.

— Entonces... ¿Las tres sois escuderas?

— ¡Claro que lo somos! — Protestó la joven rubia ante la pregunta de Hvitserk — Por eso portamos estos mamotretos y estas armas.

Sigurd golpeó a su hermano con un gesto burlón.

— ¿Sois buenas? — Ubbe dio un paso adelante — Sería interesante contemplar el calibre de los guerreros del rey Egil.

Sigrid dio un paso al frente.

— Hay mejores que nosotras, Ubbe Ragnarsson pero somos lo suficientemente buenas como para entrar en batalla.

— ¿Y lo haréis? — Inquirió Björn, alzando una ceja.

— Si nuestro rey lo ordena — Dio Ysolda — Ni antes ni después. Vamos chicas.

Sigrid asintió pero entonces Ivar imitó a una gallina y el sonido enfadó a la joven escudera.

— Mierda — Susurró Eyra — Sigrid... ¡No!

La muchacha se alzó contra Ubbe, espada en mano.

El joven la esquivó y fue el turno de Sigrid de imitar a la gallina.

— ¡Eso suena a reto, hermano! — Le incitó Hvitserk.

El mayor de los hijos de Aslaug dio un paso al frente.

— Si te derroto besarás mis botas, hijo de Ragnar.

Ubbe sonrió.

— ¿Y si te derroto yo a ti?

Sigrid torció el gesto.

— Tendré sexo contigo.

Los hijos de Ragnar se miraron con expectación.

— Acepto — Dijo Ubbe, con una sonrisa. Eso no afectaría al posible acuerdo con Egil y, además, la muchacha le gustaba mucho.

Ubbe sacó su hacha y Ysolda se ofreció a pasarle su escudo pero este declinó la oferta.

Sigrid cargó contra él. Ubbe respondió con fuerza pero, a pesar del peso del escudo, la muchacha era muy ágil y saltaba de un lado a otro como un conejo, dando tajos con la espada y golpeando a su hijo.

<< No mires solo al enemigo sobre el escudo, mira también sus pies >> Recordó las palabras de Daven.

Ella lo hizo, observó bajo el escudo el movimiento de pies de Ubbe y entonces, cuando el chico pasó el peso de un pie al otro le embistió con el escudo tirándolo al suelo y apuntando su espada contra su cuello.

— Pues...me has vencido.

— ¡¿Eso es todo lo que puedes hacer hermanito?! — Gritó Sigurd — Ahora tendrás que besar sus pies.

Ubbe miró a sus hermanos, cohibido, y luego a Sigrid que le ofreció un pie. El joven hijo de Ragnar besó el pie y se levantó, para luego dirigirse a sus hermanos que le chincharon sin la menor piedad.

— Has estado mucho mejor que otras veces — La felicitó Ysolda.

Los hijos de Ragnar comenzaron a irse, todos menos el Deshuesado. Ivar miraba fijamente a la joven norteña. La chica observaba sus ojos azules y tembló, nadie la había mirado así jamás.

— Quiero luchar contra ti.

La chica torció el gesto.

— ¿Hablas en...serio? — Inquirió Eyra, circunspecta.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora