Pacto de amor y honor: II

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Ivar estaba sentado sobre una roca. Estaba tan nervioso que se agarró el cuello de la camisa de seda blanca y se lo jaló un poco, sentía como las náuseas se acumulaban en su estómago como si una batalla estuviese siendo librada ahí.

Alguien se abalanzó sobre él por la espalda. Ivar se sobresaltó.

— ¡Joder, ten cuidado, Hvitserk!

— Hermano ¡Si todo esto es por ti! Alegra la cara.

<< Más que alegrar la cara tengo el culo apretado. >> Todo el Gran Ejército estaba allí, en ese bosque, en su boda. Los vikingos cantaban, bebían sin parar y la comida que habían saqueado de villas y pueblos circulaba en fuentes de plata. Las copas de los árboles estaban decoradas con guirnaldas, los luz de un millar de faroles iluminaban el ambiente de la tarde. << Quién diría que Ubbe se tomaría tantas molestias. >>

Las mujeres había tejido para Ivar un traje completamente blanco: Una camisa de seda y una casaca corta de lana lívida y con la piel de un zorro de las nieves sobre el cuello. Habían estado tomándole medidas durante horas y encima las dos locas amigas de Sigrid le prohibían arrastrarse con eso puesto, alegando que si su trabajo fallaba le cortarían la polla. << Aunque para lo que me sirve. >>

Los sacerdotes también entonaban cánticos a los dioses alrededor del altar que constaba de una gran roca decorada con ídolos de Freyja y varios objetos que se usarían en la ceremonia.

Por un camino marcado por piedras se acercó el gran Olaf Barba de Fuego, Ivar nunca lo reconocería pero ese hombre lograba imponerle respeto, era un vikingo de los pies de la cabeza y había ganado mil campeonatos de bebida, según las leyendas.

— ¡¡La novia!! — Anunció, alzando su gran hacha sobre las cabezas de todos los presentes.

Dos filas de escuderas se acercaron, en lugar de armaduras llevaban puesto vestidos de distintos colores pero conservaban su escudo, con el lobo Fenrir. Marchaban a paso lento, en fila cerrada. Eyra e Ysolda marchaban al frente, portando cestas llenas de pétalos de flores que tomaban en sus manos y tiraban por el suelo, ante el paso de las escuderas y las novias. Las escuderas se detuvieron a unos metros de Ivar y comenzaron a caminar en círculo, con los escudos al frente, formando un gran círculo, como si fuese un caparazón de tortuga. << Supongo que mi prometida está ahí. >> Su prometida, la palabra tintineaba en la cabeza de Ivar y, por un breve instante, decidió dejar de lado sus pensamientos sobre matar cristianos.

Ubbe se acercó mientras las escuderas caminaban, haciendo girar su muro de escudos. El lobo Fenrir miraba a todos, desafiante.

—Bueno, Ivar. Ahí está tu prometida, detrás de unos de esos escudos.

Ivar comprendió la broma, no hacía falta que Ubbe la explicase, además la arruinaría. Para descubrir a Sigrid tendría que levantarse, para levantarse tendría que mancharse la ropa blanca.

—Conde Olaf — Ivar alzó el brazo — Me haríais un gran honor trayéndome a mi esposa. Creo que se me durmieron las piernas.

La multitud rió, incluido el conde. Olaf se acercó a las escuderas. Los escudos no dejaban nada a la vista así que con el canto de su hacha golpeó varios escudos mientras las doncellas seguían girando. Finalmente, cogió el hacha por un extremo y golpeó el escudo superior, luego se alejó. Las escuderas rompieron su formación y Sigrid apareció entre pétalos de flores que arrojaban sus amigas. << Parece una diosa. >> Sí, eso fue lo único que se le pasó por la cabeza Ivar.

Sigrid también llevaba un largo vestido blanco, recubierto con piel de zorro blanco que resaltaba los bordes del cuello, como si fuese una capa, y también el final de las larguísimas mangas. Llevaba el pelo despeinado sobre un hombro y lo tenía lleno de flores. Sus sienes eran coronadas por una diadema de rosas blancas. En su mano izquierda aún portaba su escudo.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora