El Reino de York: III

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York fue amaneciendo poco a poco del sopor que la había invadido por días. Los vikingos habían celebrado varias noches seguidas la conquista de la ciudad y la caída de los sajones. Las embarradas calles estaban llenas de guerreros que dormitaban y escuderas que salían de una fuerte resaca.

Sigrid despertó y vio el rostro suave de Ivar, acurrucado entre las suaves almohadas de plumas sajonas. Entre ellos Guthfrid roncaba suavemente, vestido con una pequeña camisa de seda.

La muchacha sonrió.

— Deja de mirarnos así — Masculló Ivar, revolviéndose y hundiendo la cara en la almohada.

— ¿Hace cuánto que estás despierto?

— Más o menos el mismo que tú pero algunos intentamos dormir ¿Sabes? — Ivar contempló a su esposa mientras esta se levantaba y vestía — ¿Dónde vas?

— Debo entrenar a mis nuevas escuderas.

— ¿Qué nuevas escuderas? — Musitó Ivar, incorporándose con esfuerzo — ¿Las esclavas cristianas que liberaste? ¡Puf! Solo saben cocinar y calentar la cama.

Sigrid se acercó a él, lo empujó contra las sábanas y se subió sobre él, tratando de no despertar a Guthfrid.

— Tu propia madre tenía un famoso séquito de escuderas que no solo la protegían sino que la alimentaban y vestían ¿no?

Ivar tomó a su esposa de la nuca y la besó con fuerza.

— Tenía un séquito, ocho escuderas... no trecientas. Vuelve a la cama — Susurró Ivar, mientras seguía besando los labios de su mujer — Los dos querremos tenerte un rato más.

— Shh, silencio Deshuesado. No trates de engatusarme. Ysolda se encargará de Guthfrid esta noche y la tendremos para nosotros si te portas bien.

— ¡Agh! Dile a las mujeres que vengan a cuidar del niño, debo empezar a organizar las defensas, mis hermanos me lo han confiado — Comentó con voz infantil, de seguro querría matarlo en ese instante.

La chica se apartó, cogió su espada, su escudo y se marchó de la villa.

Se reunió con las escuderas en la plaza principal de York y durante varias horas del día estuvieron practicando sin cesar. Las mujeres no sabían luchar pero Sigrid empezó simplemente a decirles como coger correctamente un escudo, eso era lo primero y lo básico.

Ubbe y Hvitserk se unieron a la multitud que observaba a la hija de Einar luchando contra sus reclutas.

— Odín tendría que temer si retases a sus valkirias — Bromeó el mayor, con una sonrisa deslumbrante.

Sigrid clavó la espada en la tierra.

— No hace mucho que tú perdiste ante mí, Ubbe.

El hijo de Ragnar sonrió, asintiendo lentamente.

— ¿Dónde estabais?

— Fuimos a recorrer el perímetro — Dijo Hvitserk — Y a cazar. Toma, estos faisanes son para ti y para Ivar, en conmemoración a nuestro nuevo sobrino.

— Además, hemos recibido una noticia y os la queríamos comentar — Ubbe sonrió — A Ivar y a ti.

Sigrid sonrió y con un leve ademán ordenó a una de sus escuderas que tomara las presas cazadas por los hermanos Lothbrok y luego dio un paseo con ambos. Hvitserk la trataba con cordialidad, a Sigrid le caía muy bien, era un chico majo y de todos los hermanos de Ivar era con quien más podía reír. Ubbe... bueno, que decir que era simpático y guapo, su presencia hipnotizaba a Sigrid más de lo que reconocería alguna vez.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora