El susurro de las ratas: I

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Sigrid suspiraba mientras en la sala solo se escuchaban los mordiscos de Ivar. En la catedral de York él comía a bocados grandes trozos de carne sobre el altar mientras que Hvitserk y la mujer de Ivar estaban sentados en una mesa más abajo, viendo como Guthfrid disfrutaba jugando a los pies de su tío.

La joven princesa no apartaba de su cabeza las palabras de Ubbe, y otras.

«A un hijo del lobo se le traicionará tres veces.» Suspiró mientras pensaba en las palabras que los dioses habían desvelado a su tío «Una vez por amor, otra por ambición y otra por fe ¿Sería ella la traicionada? ¿Sería la partida de Ubbe la primera de las traiciones?.»

— La partida de caza no ha vuelto — Musitó Hvitserk, mirando a su sobrino — Ivar, he dicho...

— ¡Ya te he oído! — Dijo el líder del ejército mientras se llevaba los trozos de comida a la boca y los empujaba con vino.

— Tres de mis escuderas iban en esa partida — Sigrid suspiró — Los sajones nos están sitiando, matan a nuestros cazadores y bloquean los ríos ¿Qué haremos?

— No lo sé, Sig — Hvitserk arrojó un hueso sobre su plato — Apenas queda comida y hay enfermedades ¿Qué vamos a hacer? ¡Hay que hacer algo, los sajones están en sus tierras! ¡Pueden aumentar sus ejércitos, reunir fuerzas y nosotros estamos cada día más dé...!

— ¡¿Qué es lo que quieres decir, hermano?! ¿Que me equivoqué al no negociar con los sajones como quería hacer Ubbe?

— No.

— ¡¿No...seguro?!

Sigrid estaba harto de eso. Ivar cada vez se estaba comportando como un niñato con su hermano que, a pesar de todo, se había quedado allí por él ¿No era capaz de entender que Hvitserk solo quería ayudarlo? Sigrid siempre hacía la vista gorda con todo lo relacionado a Ivar pero eso era pasarse. «Ivar tiende a romper las cosas que ama.»

— Ubbe actuó mal, eso hizo que me quedara.

— ¿Pero te arrepientes? — Inquirió su hermano menor.

— He dicho que no.

— Ubbe me trataba como a un perrito faldero — Se quejó Hvitserk — No soy un perro, Ivar.

El esposo de Sigrid asintió pero luego una oscura sonrisa se formó en su rostro.

— ¡Guau, guau!

Todos los guerreros comenzaron a reírse. Hvitserk se levantó encolerizado, cogió su espada y se marchó a paso apresurado.

— ¿Por qué le haces eso?

Ivar ladeó la cabeza, su mirada se endulzó. Eso hizo que Sigrid sonriese en su interior pero al mismo tiempo sufrió una profunda pena al comprender que esa sonrisa solo la guardaba para ella.

— No ha sido nada, amor. Siempre nos hemos picado así.

— Los hermanos lo hacen — Asintió la mujer, levantándose de su silla — Pero lo tuyo no es normal, Ivar. Debes hacer las paces con Hvitserk, somos nosotros tres, si uno cede todo el ejército cede.

Ivar suspiró pero dirigió una mirada a su alrededor. Más de uno estaba pendiente de la conversación que ambos estaban teniendo. Sigrid maldijo al comprobar que Ivar no diría absolutamente nada mientras estuviesen en público.

— ¡Traed a Guthfrid! — Ordenó la chica mientras se alejaba. Sus escuderas tomaron en brazos al niño y fueron tras ella.

— ¡¿Dónde vas?!

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora