El Reino de York: IV

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Eyra llegó bien temprano. Tenía la cara llena de barro, al igual que los hombres detrás de ella. Eran los exploradores que Sigrid había enviado.

— Perdona si no te abrazo — Se disculpó la princesa, mientras sonreía con picardía — Pero has olido mejor en otras ocasiones.

La escudera rodó los ojos.

— El ejército sajón empieza a movilizarse — Dijo — Hemos contado. Son cerca de tres mil, tal vez más.

— Están mejor armados que en otras ocasiones — Prosiguió otro explorador, uno que tenía en la mejilla una mancha roja muy notable. Era guapo, llevaba el pelo pelado por lados y con una gran coleta que caía por su espalda, como la mayoría de vikingos, su barba estaba bien cuidada y sus ojos eran de un azul claro. Agarraba del brazo a una mujer robusta de cabello color arena. «Debe ser su esposa.» Imaginó descendiente de Frey —Tienes mejores escudos y parece...

— Sigue, explorador. ¿Qué ocurre?

— Hemos visto a alguien que creíamos identificar como el rey Athelwulf.

Sigrid sonrió.

— El rey de Wessex ha venido a unirse al juego ¿eh? Esperemos no decepcionarle. Descansad, la batalla se acerca.

Los tres asintieron.

— ¿Quiénes son esos exploradores?

Eyra les dirigió una mirada.

— Son Hans y su hermana Ingrid. Son exploradores que han jurado lealtad a tu esposo, por lo que sé.

Ella asintió, se dio la vuelta y comenzó a caminar.

— Ordena a las escuderas que estén listas, el ataque será en breve.

— Como desees ¿Y el mocoso?

— Ysolda cuidará de él junto a las escuderas más ancianas.

Llegaron hasta la catedral. Allí las puertas estaban cerradas y un grupo de guerreros de Ivar charlaban mientras que el líder, Pelo Blanco, estaba quieto, alto he inamovible frente a la puerta.

— Debo ver a Ivar.

El rudo gesto del hombre se tensó.

— No sería buen momento, señorita. Vuelva más adelante.

La princesa alzó las cejas.

— "¿Vuelva más tarde?" Creo que no, Pelo Blanco. Aparta o te apartaré yo.

El hombre miró a los otros. Todos tragaron saliva pero se hicieron a un lado. Por alguna razón eso a Sigrid le dio mala espina, la miraban como si escondieran algo, como si hubiese algo de lo que la quisieran proteger. Algo que ella no debía saber.

Dio un paso al frente y abrió las puertas de la catedral.

Sí, la protegían de algo que no quería ver.

Ivar estaba sentado sobre una silla, allí donde los sacerdotes cristianos hablaban de su dios y sobre él había una mujer rubia, completamente desnuda. La chica tenía sus piernas alrededor de las de Ivar mientras que ambos se besaban con pasión.

Sigrid quedó estática, las manos le temblaron y sintió como si estuviesen abriéndole el pecho. No pudo evitar sentirse patética cuando veía como Ivar se movía en frenesí contra esa miserable mujer.

Eyra, que estaba tras su amiga, no estuvo pasmada tanto tiempo.

— ¡¡IVAR!! — Gritó.

La mujer que estaba besando al caudillo vikingo se apartó de inmediato, haciéndose a un lado. Ivar abrió los hermosos ojos azules como si fuesen platos. Observó a su mujer, allí, parada como si todo lo demás fuese un mero sueño, de no ser por las lágrimas que caían por sus lágrimas Ivar habría dicho que estaba hermosa.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora