El Gran Ejército Pagano: V

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Sigrid entró en la sala del trono.

— ¡Hay que pensar lo que es mejor para nuestro pueblo! — Gritó Björn, frente a Ivar.

La joven miró a su alrededor. Todo estaba destrozado, los muebles rotos, cenizas arrastradas por el viento y de una jaula colgada del techo yacía el rey Ecbert, silencioso como la noche y callado, como si ya estuviese muerto.

Ivar estaba sentado en el trono del rey.

— Sé lo que quiere nuestro pueblo, quiere lo mismo que yo.

— ¡Hay que considerar nuestra posición ahora mismo! — Insistió Björn — Y usarla ¡Como sea más ventajoso!

Ivar rió.

— Te gusta complicar las cosas, Björn. Crees que así pareces más listo.

— ¿Y si matamos a Ecbert que ocurrirá?

— Que estará muerto, Ubbe — Dijo Sigrid. Se acercó a los hijos de Ragnar y golpeó la jaula de hierro, el prisionero apenas se inmutó — Por su culpa mi hermano está muerto...quiero el águila de sangre.

Ivar rió.

— Por fin alguien opina lo mismo que yo.

— ¡¡Opina lo mismo que tú porque te la follas Ivar!! ¡¡Debéis pensar!! ¡¡Estamos en medio de un reino enemigo!! ¡¿Cuánto pasará hasta que los sajones reúnan otro ejército y nos echen de aquí?!!

Ivar chasqueó los dedos.

— ¡Exacto! Ahora matamos a Ecbert y seguimos saqueando. Saqueamos esta tierra para que nunca vuelvan a reunir un ejército tan grande contra nosotros ¡¿Para qué íbamos a quedarnos aquí?!

— Es lo que quería nuestro padre. No solo ganar batallas, quería tierras aquí, montar colonias para nuestro pueblo.

— Y ya sabemos lo que ocurrió.

— Sí — Concordó Hvitserk — Pero aquella vez no tenían un rey de rehén, ni tampoco un gran ejército. Nosotros sí.

— Pensad, hijos de Ragnar — Sigrid se levantó — Podemos saquear más tierras o montar colonias pero eso no servirá de nada.

— ¿A qué te refieres? — Preguntó Ubbe.

— Pues está claro. Nunca nos verán como vecinos amistosos que van a la granja de al lado a por huevos y leche; Nos verán como monstruos. Quedarnos o no en Wessex, saquear o no Wessex no es una opción. Venimos a matar a Ecbert y a volver a casa.

Ivar arrugó el ceño.

— ¿Qué opinas tú, Sigurd? Estás muy callado, hermano. Tendrás opinión propia.

Sigurd sonrió.

— Yo estoy con Ivar y Sigrid.

— ¡¿Perdona?! — Exclamaron los dos al mismo tiempo.

— Hagámosle el águila — Votó Ojo de Serpiente, cruzado de brazos.

— ¡¡Al fin!! Gracias.

— Y que lo digas — Sigrid se sentó sobre un trozo de roca, suspirando.

— Pero no sé qué quieren decir ellos — Terminó Sigurd.

— Quiero decir que tenemos que hacer lo que quería...nuestro padre.

Los vikingos comenzaron a escuchar el sonido de la jaula al ser golpeada. Sigrid alzó la cabeza.

— Su majestad quiere deleitarnos con su sabiduría.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora