Las alas de Ivar: I

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Ubbe se acercó al puerto y le dio una colleja a Ivar. Este rió y se colocó la melena negra que llevaba hacia atrás.

— Ya han llegado casi todos — Dijo el mayor — Suecos, daneses y noruego. Solo faltan...

— Los guerreros de Alvheim — Dijo Ivar, apoyándose sobre el puño — Sí, lo sé. Espero que lleguen pronto.

— ¿Hiciste lo que querías? — Preguntó Ubbe — Hacer que el rey se pusiera de tu parte para tener a sus guerreros y así matar a Lagertha ¿Lo conseguiste?

Ivar miró hacia otro lado.

— ¡No lo intenté! Conseguí algo mucho mejor.

El hermano sonrió y entonces un cuerno resonó por todo el fiordo de Kettegat. A lo lejos una inmensa flota comenzó a adentrarse en las angostas aguas con el lobo Fenrir cosido sobre velas azules.

Ivar sonrió.

— Al parecer ya han llegado ¿Cuántos barcos son?

Ubbe escudriñó el horizonte con los ojos entrecerrados.

— Treinta, creo. Deben de llevar un gran número de guerreros.

Ivar sonrió. << Sí, un gran número. Ya lo creo que sí >>

— La venganza de padre navega bajo esas velas, Ubbe. Los mejores guerreros de entre todos los vikingos y están aquí por nosotros.

Los barcos atracaron en el fiordo a los pocos minutos.

Las gentes de Kattegat se arremolinaron para observar a los recién llegados.

Del Drakkar principal que llevaba como mascarón de proa a la diosa Freyja salió un gran número de guerreros, ondeando sus capas azules al viento y formando una gran línea. Luego bajó Olaf Barba de Fuego y tras él bajaron Daven Einarsson y Sigrid Einarsdóttir.

Los tres caminaron directos al Gran Salón pero las miradas de Sigrid e Ivar se cruzaron en un segundo. Él le sonrió pero ella mantuvo el semblante serio y discreto.

La comitiva entró en el Gran Salón. Las escuderas de la reina desenvainaron sus espadas y hachas. Lagertha sonrió y alzó la mano desde su trono.

— Conde Olaf, bienvenido a Kattegat.

— ¡Conde Ingstad! — Saludó el anciano barbudo, rascándose la panza — Bueno...ahora eres reina Lagertha ¿eh? Te ha ido bien.

La reina rió.

— Debo agradecerte que vengas con tus hombres, dispuestos a vengar a Ragnar a quien sé que nunca tuviste en gracia.

Olaf encogió los grandes hombros.

— Hay muchos hombres que no me caen bien pero eso no significa que no los respete, Lagertha. Todos merecen respeto, incluso un enemigo moribundo.

— Habláis con la reina — Dijo una joven escudera de pelo negro — Dirigíos a ella como tal.

— No. No importa, Astrid — Lagertha se puso en pie — Olaf es un viejo conocido.

El anciano dio una patada al suelo y dos escuderas se acercaron y dejaron un cofre frente a las escaleras que llevaban al trono. Las jóvenes lo abrieron y los presentes quedaron deslumbrados al contemplar lingotes de oro perfectamente pulidos.

— Un regalo del Rey Egil como muestra de amistad a la reina y...

— Sello de la unión entre nuestros reinos — Susurró Sigrid.

—...Sello de la unión entre nuestros reinos.

La reina bajó las escaleras de su trono.

— Ocúpate que el conde y sus hombres estén bien atendidos, Torvi — Lagertha miró a Olaf — Los hijos de Einar ¿Verdad?

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora