El susurro de las ratas: II

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Peste, eso era más o menos lo que había en las alcantarillas. No le molestaba el agua o los excrementos sino el maldito olor. El sonido del agua bajo ellos y los gritos de victoria de los sajones sobre sus cabezas.

— Silencio — Dijo un arquero — Cuidad donde pisáis.

La luz de las antorchas iluminaba las estancias mientras que Sigrid, ataviada con su armadura, y los hijos de Ragnar avanzaban. Ivar iba al frente, cojeando. Fueron por un recodo y entonces miraron hacia arriba. Vieron a los sajones a través de las bocas del desagüe.

Ivar rió y golpeó el hombro a Hvitserk en señal de apoyo. Sigrid alzó una mano, haciendo que los guerreros llevasen unas escalas hasta ellos y las colocasen hasta llegar al hueco.

Dos escuderas comenzaron a subir.

Ivar se llevó un dedo a los labios.

— Shhh.

Al abrir las trampillas el caos se apoderó de los sajones, sus gritos resonaron junto al de Ivar, dando la señal para atacar.

Sigrid subió junto a Ysolda. Al llegar a las calles comenzaron a disparar con sus arcos. Los sajones formaron muros de escudos a ambos lados pero los vikingos salían por todas las alcantarillas, como si fuesen ratas.

La princesa se ocultó tras un poste, para bloquear las fuerzas enemigas y siguió disparando. Dos guardaespaldas de Ivar salieron de la alcantarilla y ayudaron al marido de Sigrid a salir. Ivar lucía una sonrisa cruel y su mirada fría y tenebrosa hizo que los sajones temblaran.

Sacó uno de sus cuchillos y lo lanzó contra los sajones. Eran cuchillos diseñados por él mismo, eran pequeños y tenían una abertura por el que se podía meter un dedo para maniobrarlos mejor.

— ¡¡Atacad!! — Ordenó Ivar.

Sigrid tiró el arco, desenvainó su espada y levantó el escudo. Rezó a Freyja y se lanzó al ataque junto a los guerreros.

Atravesaron el muro de escudos sajón con gran velocidad. Sigrid maniobraba su espada de lado a lado, defendiéndose y ensartando a los ingleses. La sangre empapó su cara.

— ¡Agh! — Un inglés se lanzó contra ella pero entonces el hombre cayó aplastado por el martillo de un gigantón de casi dos metros. El hombre gruñó como una bestia. Sigrid le sonrió y luego le golpeó en el brazo.

— ¡Sígueme!

Los dos se abrieron paso entre los hombres que batallaban con desesperación. Las flechas volaban junto a sus oídos. Sigrid vio a lo lejos al mismo príncipe sajón con el que se había enfrentado la otra vez.

Miró al grandullón que blandió su pesado martillo con fuerza. Estaba a su lado.

Ambos cargaron contra el príncipe y su guardia. El chico vio a Sigrid y ella distinguió en sus ojos un ápice de... ¿Admiración?

Ella alzó la espada y ambos comenzaron a luchar. El chico tenía más fuerza de la que parecía pero era inexperto y temblaba. Sigrid le derribó de una patada.

El vikingo grandullón se estaba enfrentando a un sajón. Sigrid miró al chico, estaba tirado en el suelo, sin moverse, sin siquiera pestañear, la observaba con una veneración casi celestial, como si hubiese visto a su maldito dios. Alguien gritaba su nombre "¡Alfred, Alfred!" pero el chico no respondía, parecía estar listo para morir. Sigrid alzó la espada pero algo en los ojos del muchacho le hizo bajar el acero y marcharse, desquitándose con los compatriotas del muchacho.

Recorrió las calles hasta que vio a Ivar, rodeado por Pelo Blanco y otros hombres. Ella fue hacia su marido.

Ivar le sonrió y acarició su mejilla llena de sangre.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora