El reino del rey Corazón de Lobo: IV

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Durante el día siguiente Sigrid no se había topado con ninguno de los hijos de Ragnar y Alvheim estaba sumido en un silencio nada propio. La mayoría de la gente estaba dentro de sus casas, o arrodillada ante la puerta del Camino de los Dioses, esperando que volviese el rey, si es que volvía. Nadie sabe que pasa dentro del Camino pero el abuelo de Sigrid entró allí en sus días de vejez y no volvió a salir ¿Viajó a través de los Mundos? Eso se decía pero nada lo probaba.

La chica ayudaba a Gerda a lavar la ropa de la familia mientras los gemelos jugaban con espadas frente al umbral. Elisif, la esposa de Daven, también las acompañaba en esa ocasión.

— ¿Qué creéis que dirán los dioses? — Preguntó — ¿Iremos a la guerra?

Gerda sonrió.

— Querida Elisif, si algo me han enseñado los años es que los dioses son generosos con las señales pero tacaños con los detalles — La mujer mayor se levantó, sobándose las achacadas rodillas y la cintura para luego mirar a las dos jóvenes — Debo ir a algunas casas a entregar remedios ¿Os quedáis y termináis esto?

— Claro.

— No es que nos dejes muchas opciones — Murmuró Sigrid.

Elisif rió y Gerda le dirigió una mirada aprensada, luego fue al interior de la casa y al poco tiempo salió con un gran bolso en la espalda.

— Volveré en unas horas. Vigilad a los chicos y que no cojan el hacha de Panzudo ¿eh?

Gerda se alejó, tarareando una alegre canción.

— Ahora que se ha ido puedes comentarme qué te pasa.

— ¿A qué te refieres? — Murmuró la descendiente de Frey mientras trataba de quitar una mancha de grasa resistente de una de las camisas de Panzudo.

— Verás, querida, tengo un sexto sentido para ver cuando alguien está mal y algo me dice que tú lo estás ¿Qué te pasa?

Sigrid le tiró un poco de agua y Elisif rió. Ella le tiró agua a Sigrid y las dos empezaron a jugar mientras Jorgen y Jensen se reían sin parar.

— ¡Aquí os sabéis divertir!

Las dos jóvenes se detuvieron y miraron al umbral de la propiedad donde Ivar las miraba con una sonrisa para luego arrastrarse hasta ellas.

— Hola, Sigrid ¿Quién es tu amiga?

— Es Elisif — Respondió — La mujer de mi hermano y esos son mis hermanos menores, Jorgen y Jensen.

Ivar les dirigió una amplia sonrisa que hizo que Sigrid temblara. Su forma de sonreír era extraña, era sumamente inquietante y le revolvía el estómago y erizaba cada pelo de su piel. Por alguna extraña razón, le gustaba.

— ¡Eh, chavales! ¿Jugando con espaditas de madera?

Jensen apretó la mandíbula.

— ¡No jugamos, practicamos!

— ¡No jugamos, practicamos! — Repitió Ivar con todo de burla y haciendo muecas — Hasta yo que estoy tullido podría daros una paliza ahora, retacos.

Los chicos sonrieron.

— ¡Veámoslo! — Dijeron a la vez.

Ivar miró a Sigrid.

— ¿Quieres volver a apostar Sigrid? — El hijo menor de Ragnar movió las cejas en gesto sugerente.

Sigrid se puso colorada y entonces se acercó a sus hermanos.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora