El Gran Ejército Pagano: IV

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Los sajones cayeron en la trampa. Salieron corriendo hacia Repton y los nórdicos les atraparon en medio de un gran cañón. Olaf sonrió mientras alzaba su hacha.

— ¡¡Alvheim!!

Los vikingos cargaron contra el ejército sajón, que caía ante una lluvia de flechas.

El conde nórdico alzó su gigantesca hacha y destrozó de un tajo a un hombre. Los guerreros y escuderas le rodearon y fueron luchando. Daven estaba a su derecha, luchando como un demonio con su hacha y su escudo.

Olaf golpeó a un inglés y lo remató en el suelo, la sangre empapó su rostro y el suelo embarrado.

Alzó la vista y siguió moviendo su hacha, lento pero fuerte.

Una escudera fue atravesada por una escudera. Olaf tomó el escudo de la mujer y lo alzó, defendiéndose. Cargó al frente y derribó a un arquero y luego decapitó a otro.

— ¡¡Gloria!! — Gritó junto a un gran aullido.

Un sajón se cargó contra él al galope pero una lanza le atravesó.

Daven se acercó corriendo.

— ¡Ten cuidado, anciano! — Le gritó.

El joven barbudo se acercó a su conde y ambos, espalda contra espalda, continuaron la lucha.

A lo lejos un jinete daba tajos y cabalgaba entre los nórdicos como un dios, nada le tocaba, solo la sangre, el sudor y el barro le cubrían. Daven se mordió el labio tras el casco de metal. Olaf estaba bien, ese flanco estaba ganado.

Salió corriendo, descuartizando a quien se interpusiese en su camino. Unos vikingos hicieron una escalera con sus escudos y un guerrero saltó sobre el jinete que cayó en seco y luego le mató.

Daven corrió hacia él, con el hacha en alto.

El hombre le vio llegar, se levantó rápidamente, cogiendo lo más cercano que tenía: Un escudo.

Lo alzó. Tres golpes de Daven bastaron para que el caballero tirase el escudo, resollando.

El sajón se agachó y comenzó a contraatacar. Daven se defendía pero no perdía tiempo para colar su hacha en algún hueco de la defensa de su enemigo.

Alzó el hacha y le arrebató la espada al hombre. Vio, durante un segundo, como el hombre miraba, temeroso esa situación pero al segundo siguiente saltó sobre el gran Daven y le derribó. El sajón le arrebató el escudo y le golpeó con él una vez, y otra y otra. El casco se cayó y el rostro de Daven recibía cientos de golpes.

— ¡¡AGH!! — Una escudera se abalanzó contra el sajón, derribándolo, ambos se revolcaron en el suelo, luchando por mantener la supremacía. El inglés le rodeó el cuello con las manos y las escudera se movía como una serpiente, asfixiada.

Daven resolló, apoyó los brazos en el suelo para levantarse y sintió como una espada lo atravesaba y luego de esa espada otras dos y tras esa una más.

La sangre emanaba de las heridas al igual que las lágrimas de los ojos mientras recordaba el olor de su mujer y entonces el guerrero con el que se había enfrentado cogió su propia hacha y se la hundió en el pecho. Daven vomitó sangre y cayó, sintiendo el frío tacto del barro moldeándose según la forma de su cuerpo.

Los hombres y escuderas de Ivar llegaron al instante, cargaron contra el enemigo. Sigrid atravesaba con su espada a todos cuantos se cruzaba o los golpeaba con el escudo.

—¡¡Retirada!! — Ordenó el príncipe Aethelwulf — ¡¡Salid de aquí!!

El príncipe de Wessex montó sobre su corcel.

La Edda de Ivar el DeshuesadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora