Esta es la historia de Natalie, una joven común que no cree en el amor, pero la vida es caprichosa y se encargará de sumergirla en un triángulo amoroso entre dos chicos. Las confusiones estarán a la orden del día y no le permitirán decidirse por uno...
Un año más tarde, estaba usando la computadora de mi habitación, investigaba los pasos para realizar proyecto de investigación cuantitativa, ya que ese año estaban iniciando los proyectos de desarrollo endógeno en el colegio y nos asignaron trabajar con horticultura en algo que pudiera ser sustentable para el colegio y ayudará a la comunidad.
De pronto, sentí un ligero escalofrío en la espalda, me percaté de como todos los vellos de mi piel se erizaban y un fuerte escalofrío me recorría el cuerpo entero de abajo hacia arriba, pensé que tal vez sería el aire acondicionado porque siempre fui friolenta y el aire acondicionado daba justo de frente a la computadora, así que no le di mucha importancia. Tomé una manta y me la coloqué sobre las piernas, mientras leía con atención.
De repente, en vez de escalofríos sentí como se posaba una mano ligeramente sobre mi hombro izquierdo, su toque era helado y aunque era muy sutil se sentía firme. Giré mi rostro hacia el hombro y me quedé helada de miedo. No había nadie a mi lado y no veía nada sobre mi hombro, pero si podía sentir que una mano estaba sobre él.
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Tragué grueso y mi corazón comenzó a latir con fuerza, intenté no demostrar temor, pero podía sentir como si me estuvieran observando, aun cuando estaba sola en la habitación. Sentí un temor incontrolable, pero me las arreglé para apagar la computadora e intenté salir de la habitación con toda calma como me fuese posible, ¡pero estaba súper cagada!!!
Cerré la puerta y salí corriendo a encontrarme con mi familia. Al llegar al recibo los pude ver a todos sentados en la sala. Miré hacia atrás por si alguien me había seguido en un intento estúpido porque no veía nada, aun así, no podía evitar sentir como si algo me llamará o me halara al interior de la casa. Por esa misma razón fue que no quise entrar. Dejé de mirar hacia adentro y me incorporé a la conversación que tenía mí familia. No les conté nada porque de igual forma no me creerían, así que lo guardé para mí.
Al día siguiente, fui al colegio como de costumbre, hicimos honores a la bandera y nos dirigimos al salón, noté que todos se acercaban a una compañera que se veía muy triste y cabizbaja, le pregunté a la chica que estaba a mi lado que sucedía y me respondió:
─Anita perdió a su papá y su mamá la envió al colegio─ agregó con tristeza.
Sentí una punzada en mi pecho y recordé todo el dolor que sentí cuando murió mi abuelo.
─¿Y qué hace aquí? Debería estar en su casa pasando el duelo ─inquirí entre molesta e indignada.
Cuando mi abuelo murió solo quería estar sola, lejos de la gente, poder asimilar mi pérdida y llorar cuanto quisiera.
Me acerqué a ella y le dije:
─Anita lo siento muchísimo, sentido pésame. Vamos al baño─ ella asintió, pero estaba tan débil, que se desmayó en mis brazos y no podía con ella.
Entre varios compañeros la cargamos hasta el salón y le dimos agua para que se recuperará, pero nada la consolaba, no paraba de llorar, la escena era realmente triste. Ella no quería estar allí y era entendible. ¡Había muerto su papá!Su mundo se había roto. Nuestra profesora guía salió del salón y llamó a su mamá. Al cabo de un buen rato su mamá llegó y se la llevó a casa.