Capítulo 11

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Alba

Abro los ojos con dificultad debido al insoportable dolor de cabeza que siento. Cuando consigo distinguir algo percato que estoy en un lugar que no conozco y me asusto. Enseguida me incorporo y miro debajo de las sabanas de la cama en la que estaba durmiendo, para descubrir que llevo puesto un pijama que no sé de quién será. Busco alrededor algún indicio que me indique dónde me encuentro, cuando de repente veo que se abre la puerta de la habitación y me alivia ver que aparece Natalia, que se acerca a donde mí y se sienta conmigo en la cama. Estoy muy confundida, no entiendo como he acabado aquí.

- Buenos días dormilona.

- ¿Estoy en tu casa? – sonríe levemente y asiente - ¿qué hago aquí?

- Digamos que anoche no estabas en condiciones para ir más lejos.

- Jo, qué vergüenza Nat. Debí de emborracharme muchísimo porque no me acuerdo de nada y me va a estallar la cabeza.

- A penas bebiste Albi.

- No me vaciles que no tengo ganas – contesto algo borde pero sincera.

- Te drogaron – suelta después de una breve pausa.

- ¿Cómo?

- Se ve que conocisteis a unos imbéciles en un bar antes de venir al Grafit y bebiste del vaso de uno de ellos. El tío intentó que os quedarais, insistió bastante. Pero por suerte no le hicisteis caso – hace una pausa y mira hacia abajo – sino no sé qué te habría hecho.

Intento pensar en lo que hice ayer, busco en mi memoria algún rastro de lo que pudo pasar anoche pero no encuentro nada. No puede ser. He sido tan imbécil como para caer en la trampa de un desgraciado que quería aprovecharse de mí. Un miedo enorme me invade y en ese momento miro a Natalia y agradezco estar a salvo. Creo que nota que estoy angustiada porque enseguida posa su mano sobre la mía y me acaricia.

- ¿Marta y Marilia saben que estoy aquí? – pregunto preocupada.

- Claro.

- ¿Y Joan?

- También – vuelvo a quedarme en silencio unos segundos.

- Soy imbécil.

- No digas eso.

- Llevo toda la vida oyendo que no hay que beber de vasos de desconocidos y hago esto – suelto su mano y me rasco la cabeza preocupada.

- No. Me niego a que te culpabilices. La culpa es de ese cabrón que quería aprovecharse de ti, no tuya. Tú solo estabas pasándotelo bien.

Mis ojos cada vez se cristalizan más debido a las lágrimas que aparecen en ellos. Estoy muy asustada y mi cuerpo tiembla sin que pueda hacer nada por evitarlo. Natalia se tumba a mi lado en la cama y yo le hago hueco. Ella me abraza y descanso mi cabeza en su hombro. En ese momento no puedo evitar soltar las lágrimas que tenía sostenidas y me derrumbo entre sus brazos. Ella me abraza con más fuerza y deja algún que otro beso en mi cabeza.

- Ya ha pasado cariño – susurra mientras acaricia mi mejilla. Nos quedamos un rato así, en silencio y cuando ya estoy algo más tranquila se separa un poco de mi para que la mire – escucha, voy a prepararte una infusión. Te vendrá bien para hidratarte y asentar el estómago.

- ¿Me puedes dar también algo para el dolor de cabeza?

- Claro – sonríe tiernamente, deja un beso en mi frente y se levanta a preparar el té.

Nuestra canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora