Capítulo 22

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Alba

Justo al centro
Tú llegaste, como un anticiclón
Justo al centro
Disparaste, yo perdí la razón

Tejes una tela de araña
Quemando mis entrañas
Llegando a aquel rincón

Veo saltar de mis pestañas
Todas esas legañas
De sueños de ventana de avión

Sonrío levemente al escuchar esa frase. Sueños de ventanas de avión son los que circulan ahora por mi cabeza. Miro las nubes sin llegar a fijarme realmente en ellas, mientras Natalia suena en mis auriculares y mis cinco sentidos se llenan de su voz. Maldita hija de puta, cómo puede escribir tan bien. Cuando llega el estribillo cierro los ojos apoyándome en el cabecero del asiento del avión que nos lleva a Buenos Aires. Siento cada palabra como si pudiera adentrarme en lo que sentía cuando la escribió.

Corro sin mirar hacia un vacío existencial
Noto como la sal se incrusta en mis heridas
Caigo de cabeza
Sé que me voy a empapar y yo no sé nadar

Alguien me interrumpe apartando el auricular derecho de mi oído y yo miro molesta hacia mi lado, encontrándome a mi hermana con un paquete de patatas en la mano.

- ¿Quieres o no? – parece que no es la primera vez que lo pregunta.

Niego con la cabeza y vuelvo a insertar el auricular en mi oreja, pero ella vuelve a quitármelo y yo ruedo los ojos.

- ¿Qué quieres ahora?

- Nada, es que me aburro y todos están durmiendo.

Giro la cabeza recorriendo a las personas que se encuentran alrededor y comprobando que, efectivamente, todas están dormidas. Todas menos una. Mi mirada se topa con Natalia, unas cuantas filas delante de la nuestra en el pasillo de a lado. Tiene los cascos puestos y parece concentrada en la pantalla de su móvil mientras María duerme con la cabeza apoyada en su hombro. Suspiro.

- ¿Y por qué no te duermes tú también?

- Porque no puedo, estoy demasiado emocionada – explica sonriente – muchas gracias por traerme contigo – devuelvo la sonrisa.

- ¿Cuántas veces me vas a dar las gracias?

- Las que haga falta.

Sé que el sueño de Marina también es dedicarse a la música. Y también sé lo muchísimo que le gusta viajar. Por eso decidí comunicarle el día de su cumpleaños que tenía reservados billetes para ella. Lógicamente aceptó encantada.

Un fuerte ronquido nos sobresalta y a Marina se le abren los ojos como platos.

- ¿Quién es ese monstruo? – pregunta en voz alta y a mí me da la risa.

- Es Dave, te acostumbrarás.

Noelia, que se encuentra a su lado, le despierta asustada con sus ronquidos y empieza a echarle la bronca de una manera bastante graciosa. Mi hermana se parte y yo sonrío negando con la cabeza. Puedo ver como el volumen de voz de Noelia despierta a María y hace que Natalia se quite los cascos para comprobar qué está pasando.

- ¿Qué quieres que haga? Si ronco, ronco.

- Una cosa es roncar y otra eso, que pareces un jabalí.

Discuten como críos ante la mirada y las risas de los demás, y me doy cuenta de la suerte que tengo de vivir esta experiencia con ellos. Con todos ellos, incluida la morena con tatuajes y pinta de chica mala que ya parece una más en el equipo.

Nuestra canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora