Capítulo 30

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NATALIA

Me quedo completamente inmóvil viendo cómo Alba sale enfadada por la puerta. Me apoyo en la pared y dejo mi espalda caer hasta sentarme en el suelo. No puedo creerme que esté pasando esto, no puedo creerme que la crea a ella antes que a mí. Enciendo un cigarro con nerviosismo y después escondo la cara en mis manos mientras recuerdo todo lo que hemos vivido juntas esta misma mañana. ¿Cómo hemos podido acabar el día así? Oigo la puerta abrirse y unos pasos acercarse, pero no aparto las manos de mi cara hasta que siento una mano acariciar mi pierna. Ahí está María, con una sonrisa de medio lado. María siempre está.

- ¿Habéis discutido no?

Recuerdo mis palabras "es mejor que no sigamos con esto".

- Creo que lo hemos dejado – contesto con un hilo de voz.

- ¿Qué ha hecho la puta de Vanesa?

- ¿Cómo sabes que ha sido Vanesa?

- Alba estaba radiante preparando el mural para tu sorpresa hasta que esa arpía vino a hablar con ella – suspiro

- ¿Te acuerdas de la conversación que tuvimos sobre la camarera?

- Si

- La tiene grabada

- ¿Y?

- Pues que salgo diciendo que me gusta ir a dos bandas y burradas por el estilo

- Pero estábamos de broma

- Eso he intentado explicarle... pero no confía en mí. Y si no hay confianza no... no hay nada que hacer

- No digas tonterías Natalia, os queréis, no podéis terminar lo que tenéis por esta tontería.

No contesto, solo me quedo pensando con la mirada perdida en un punto fijo de esta terraza mientras fumo mi cigarro con más rapidez de lo normal.

- Estoy segura de que ha manipulado el audio de alguna manera para que parezca lo que no es

- Está cortado

- Que hija de puta

Miro la mano de mi amiga y me la encuentro con el puño apretado, me alegro de que Vanesa no esté aquí ahora porque estoy segura de que no dudaría en meterle un puñetazo en la cara, y eso sólo empeoraría las cosas.

- ¿Puedo dormir en tu habitación hoy?

- Claro. Ven aquí.

Abre sus brazos y me acerco para dejarme abrazar. Estamos un rato así hasta que decidimos que es hora de subir a la habitación. Cuando se abre la puerta del ascensor nos encontramos de lleno con Vanesa, que nada más verme dibuja una sonrisa burlona. María vuelve a apretar su puño y se acerca decidida a ella, pero agarro su brazo.

- No merece la pena

Parece que maría se calma. Montamos en el ascensor y se crea un silencio incómodo que dura hasta que salimos, las tres en el mismo piso.

- Que paséis buena noche chicas – dice con chulería

- Vanesa – la llamo

- Dime

- Tienes ese audio desde hace semanas – asiente - ¿por qué hoy?

- Sinceramente, me divertía la idea de joderte el cumpleaños – confiesa como si nada – no te ofendas Natalia, no es nada personal. Has tenido la mala suerte de ser un obstáculo para mí, y yo siempre consigo lo que quiero, sea como sea.

- Alba no es una cosa que se consigue, es muchísimo más que eso y tú nunca vas a comprobarlo porque eres una persona despreciable, y ella nunca estaría con alguien como tú, por mucho obstáculos que te quites.

- ¿De verdad crees que eres mejor que yo? No te haces una idea de las veces que he tenido que consolar la por lo que le hiciste. Meses y meses llorando por ti, al menos yo nunca he jugado con ella

- Al menos a mí me quiere – digo con los ojos llenos de rabia y lágrimas

- Es una lástima que a veces no sea suficiente – contesta con falsa pena

La conversación termina cuando María interviene para decirme que no merece la pena seguir hablando con ella. Entonces vamos a la habitación y hacemos una sesión de porro y cerveza, en la que termino llorando como una madalena en los brazos de mi amiga, quien repite arrepentirse de no haberle partido la cara a Vanesa. Cuando vamos a la cama María se duerme enseguida. Sin embargo yo no consigo pegar ojo, asique cojo una botella del mini bar, salgo al balcón y me paso horas pensando, recordando, fumando, bebiendo, sufriendo, preguntándome si ella habrá conseguido dormir. Hasta que ya no puedo más, necesito verla, necesito que me escuche. Miro el reloj, las cuatro de la mañana. Dudo, me rasco la cabeza y ando de un lado al otro del balcón jugando con el septum entre mis dedos. Pero finalmente me armo de valor.

Toco la puerta de nuestra habitación repetidas veces, pero en ninguna recibo respuesta. Suspiro frustrada. Seguro que sabe que soy yo y no quiere abrirme, o igual se ha ido a dormir a la habitación de Marina por si acaso venia yo a dormir aquí. Me dirijo hacia allí, toco la puerta y esta vez sí hay movimiento dentro. El corazón va salirse de mi pecho mientras oigo pasos acercarse. Entonces Alba abre la puerta, pero nada más verme vuelve a intentar cerrarla. Sin embargo, la freno con el brazo.

- Alba por favor, escúchame

- No. No quiero verte, vete de aquí

- No pienso irme

- ¿Has bebido no? - dice después d mirarme de arriba abajo – apestas a alcohol

- Un poco...

Vuelve a intentar cerrar la puerta y yo vuelvo a impedírselo

- ¿Alguna vez vas a dejar de complicarme la vida?

- No... no te complico la vida. Intento hacértela más fácil. ¿Es que no lo ves? Estoy... estoy perdidamente enamorada de ti Alba. No soy capaz de dormir, me duele el pecho no... no puedo perderte otra vez... por favor.

A pesar de que mi vista no se encuentra en sus plenas facultades, puedo apreciar como sus ojos de cristalizan, lo que me da algo de esperanza. Acerco con lentitud mi mano a la suya, pero la aparta bruscamente. Me quedo con la cabeza gacha, incapaz de mirarla, incapaz de enfrentarme al rechazo.

- Es mejor que te vayas Nat – es lo último que me dice antes de cerrar la puerta

Me quedo derrotada. Tras un rato quieta en aquel pasillo, salgo a la calle y empiezo a andar sin rumbo fijo. Mi cerebro va a doscientos por hora. Me acuerdo de la conversación con Vanesa, quizá sea verdad, quizá no seamos tan diferentes. La hice daño, la hice tanto daño que por mucho tiempo que pase y por muchas cosas que pasen entre nosotras, el pasado va a perseguirnos siempre. No es capaz de confiar en mí, no es capaz de creerme y no la culpo. Quizá no sea lo suficientemente buena para ella, quizá no la merezca, quizá hiciese mal en volver a buscarla, quizá soy una egoísta que pone sus sentimientos por delante del bien de la persona a la que ama. Quizá tenga que volverme a Madrid.

Aprovecho que la habitación esta vacía para empezar a hacer las maletas.

Nuestra canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora