Capítulo 13

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Cuando Alba se marcha cierro la puerta y en mi oasis de felicidad llego a la cocina para hacerme la cena, sin parar de sonreír. Sé que si me paro a pensar lo que acabada de pasar voy a sufrir, asique me permito disfrutar de este sentimiento un rato más. Mientras cocino recuerdo cada segundo que he pasado pegada a su cuerpo. Repaso cada beso que me ha dado y sin darme cuenta llevo una mano a mi boca. Estoy segura de que nadie me había besado tan bien antes. Alba Reche tiene los labios más gustosos que he probado en mi puta vida.

- Te veo contenta – me sobresalta la voz de María.

- Lo estoy.

- ¿Si? ¿Y Mikel cómo está?

Sus palabras me sientan como un puñetazo en la tripa y la sonrisa se me borra de un plumazo. En este momento odio a María por ser así de directa, aunque una de las razones por las que es mi mejor amiga es precisamente que puedo estar segura de que siempre va a decirme lo que piensa, aunque no sea lo que quiero oír. No respondo a su pregunta.

- Sabes que yo no me meto en tus decisiones. Es tu vida y tus consecuencias, pero creo que deberías contárselo – explica con toda la razón del mundo.

- No puedo hacer eso, está lejos.

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Seguir engañándole? – me encojo de hombros para expresar que no tengo ni puta idea de lo que voy a hacer- ¿Hace cuánto que te lías con Alba?

- Hoy ha sido la primera vez.

- Pues sí que habéis aguantado sin comeros la boca – la miro extrañada – se nota a leguas que os atraéis muchísimo.

- Ya no podía más. Alba es increíble – comento con la mirada perdida.

- Lo es. ¿Qué opina ella?

- ¿De qué?

- Pues de Mikel – creo que está dando por hecho que he hablado con Alba sobre Mikel, como es lógico. Pero yo no soy nada lógica.

- No lo sabe – contesto casi con miedo a su reacción. Ella me mira con una expresión de completa incredulidad.

- ¿Me estás diciendo que Alba no sabe que tienes novio? Porque es lo que estoy entendiendo y no me gusta nada.

- Entiendes bien – mi mirada sigue perdida en la nada y un sentimiento de culpa empieza a adueñarse de mí

- Joder Natalia, estás siendo una puta cobarde.

Sus palabras hacen que despierte de mi trance y producen una punzada en mi pecho. Simplemente la miro, sin poder evitar el dolor en mi mirada y con los ojos le expreso que sí, que efectivamente soy una puta cobarde. Creo que nota que está siendo dura conmigo, porque se acerca y me da un abrazo al que correspondo.

- Perdona. He cogido mucho cariño a Alba y...

- No, si tienes toda la razón – la interrumpo separándome del abrazo– me estoy comportando como una imbécil.

- A ver... - creo que está intentando solucionar el lio que tengo en la mente cuando ni siquiera yo lo entiendo - Mikel y tú lleváis un tiempo bastante mal ¿No?

- Sí, pero en Pamplona estuvimos bien, más o menos.

- ¿Le echas de menos? – me quedo pensativa. Sé perfectamente que la respuesta es no, pero sin querer busco escusas en mi mente para negar que es así. Me cuesta encontrarlas.

- No sé, la verdad es que últimamente siempre me llama él y no es que yo esté muy receptiva.

- ¿Y a Alba? – la miro con cara de no entender la pregunta - ¿la echas de menos cada vez que os separáis? Porque a mí me da la sensación de que sí. – parece ser que la Mari es bruja y lee mis pensamientos, yo solo asiento y sonrió de medio lado.- pues amiga... ahí tienes la respuesta.

- Pero no puedo dejarle Mari. Ha sido un apoyo enorme para mí todo este tiempo. Antes de que pasara nada entre nosotros fue mi mejor amigo, y joder, sigue siendo un gran amigo para mí.

- Tenemos un problema si defines a tu novio solo como un gran amigo ¿no crees?

- Me da miedo que si se acaba nuestra relación se acabe también nuestra amistad. Además, joder, es que está lejos de casa. No se merece que de repente le diga que todo se ha acabado. ¿Qué hago? ¿le llamo? ¿le escribo un WhatsApp? No puedo.

- Menudo cacao tienes en la cabeza hermana.

- No lo sabes tú bien.

De repente tira encima de la encimera de la cocina, justo delante de mis ojos, una bolsita con marihuana.

- Hazte uno anda.

- Fua, te amo Mari.

Me lío el porro y salimos al balcón a fumarlo, acompañado de un par de cervezas. Soy consciente de que no es la mejor, pero fumar es la manera que tenemos la Mari y yo de afrontar los problemas. Es costumbre desde que nos conocimos. ¿Qué alguna de las dos está de bajón? Porro, cerveza y conversación a la vista.

- No es por agobiarte, pero tienes que pensar cuanto antes que vas a hacer ahora. Alba y tú tenéis amigos en común. En cualquier momento alguien comenta algo sobre Mikel delante de ella y la has cagado. Eso si no te besa en público antes.

- Vivo todos los días con miedo a que pase eso – le doy una larga calada al porro.

- Tienes que hablar con ella y contárselo antes de que lo vuestro vaya a más.

- En el momento en el que haga eso pasaré a ser una más de la lista de hijos de puta que la han hecho daño – le paso el peta a María, quien lo coge y fuma.

- Hagas lo que hagas vas a estar en esa lista. Pero no es lo mismo que se entere por ti a que se entere por otras personas – me quedo callada y pensativa – Además, ella merece que seas tú quien se sincere.

- Me da miedo...

- Deja el puto miedo ya. Te da miedo dejar a Mikel, te da miedo ser sincera con Alba, te da miedo cantar en público. Deja de cagarte por todo y empieza a vivir de una puta vez.

La mezcla de las palabras de mi amiga y el efecto de la marihuana hacen que mi corazón vaya bastante más rápido de lo habitual. Definitivamente María es una de las personas que más me conocen y sabe muy bien cuáles son mis debilidades. Mentí a Alba cuando le dije que Damion estaba esperando a que escribiera algo bueno para grabarlo. De hecho para él todas mis canciones son dignas de ser grabadas y distribuidas por el mundo. Pero yo no puedo. Ni siquiera me atrevía cantar en el Grafit delante de las pocas personas que entran en el pub cuando María me lo propuso. Me da pánico cantar en público y cuando oí a Alba decidí que fuera ella quien lo hiciera por mí.

Y si, María tiene razón. El miedo me ha limitado durante toda mi puta vida. Quizá tengan que ver las constantes burlas a las que fui sometida de pequeña, cuando mis compañeros de clase descubrieron que iba al conservatorio y estaba aprendiendo a cantar. Recuerdo que empezaron con burlas de vez en cuando, diciendo que me creía una estrella y criticando mi manera de cantar cuando ni siquiera me habían oído. Poco a poco todos mis compañeros de clase se fueron uniendo, hasta que me quedé prácticamente sola. Los niños pueden llegar a ser muy crueles. Recuerdo que Mikel me ayudó mucho con eso cuando le conocí. Él me dio la confianza suficiente como para que le cantara y siempre me animaba a que lo hiciera en público. Y ese es el motivo por el que me da miedo dejarle, porque de no ser por él ni siquiera compondría música, porque le debo muchas cosas. Pero volvemos a lo mismo: el puto miedo.

- Tienes razón, se acabó. Voy a hablar con Alba mañana.

Nuestra canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora