Alba
En cuando Natalia termina subo a la altura de su cara y le doy un tierno beso en la mejilla. Ella está aún recuperándose. Su respiración está agitada y su pecho sube y baja. Me apoyo sobre mi brazo derecho mientras la miro y descubro que es la estampa más preciosa que he visto en muchísimo tiempo. Natalia es arte siempre, pero aún más cuando acaba de correrse. Cuando empieza a recuperar su respiración normal me mira y ambas sonreímos. Nos quedamos así un rato, mirándonos sin hacer nada más, porque ya estamos haciendo todo lo que queremos hacer. Mirarla se ha convertido en mi hobby favorito. Ella me hace un gesto que me da a entender que quiere que me recueste a su lado y lo hago, quedando nuestras caras frente a frente.
- Ha sido increíble – susurra.
- Contigo todo en increíble Nat
En cuanto termino de decirlo se acerca y atrapa mis labios con delicadeza. Mi corazón se ablanda y en ese momento me doy cuenta de que estoy completamente enamorada.
- ¿Tú no querías bañarte?
Su pregunta me saca del trance sentimental en el que me encontraba. Por un momento había olvidado dónde estábamos y todo lo que había alrededor, jacuzzi incluido
- Si – respondo simplemente.
Entonces ella se levanta y se dirige al Jacuzzi, que está justo enfrente de la cama. La imagen de su cuerpo desnudo caminando de espaldas se me queda grabada en las retinas, pero para mi desgracia coge un albornoz del perchero y se lo pone. Se sienta en el borde del Jacuzzi, enciente el grifo y regula la temperatura.
- ¿Qué necesidad había? – gira su cabeza para mirarme.
- ¿De qué?
- De ponerte eso – señalo el albornoz con la cabeza.
- Es para no congelarme. Pero no te preocupes que me va a durar poco puesto.
- ¿No tienes otro? – chasquea su lengua dos veces mientras niega con la cabeza.
- Lo siento pero en esta casa las rubias cachondas van desnudas por norma.
Que cabrona. Alzo las cejas y decido seguirle el rollo. Me destapo dejando ver mi cuerpo desnudo y me levanto de la cama. Me dirijo a ella lentamente. Puedo notar su mirada clavarse en cada parte de mi cuerpo. Su cara refleja casi tanto deseo como el que ella causa en mi con cada movimiento que hace. Cuando llego a donde está me siento en sus piernas y pongo los brazos alrededor de su cuello.
- Tú casa, tus normas – le doy un beso a la vez suave y apasionado.
- Eres lo más bonito que he visto nunca – dice acariciando suavemente la parte lateral de mi cuerpo. Un cosquilleo me recorre de arriba abajo.
La intensidad del momento se corta cuando veo que el agua está a punto de llegar a nosotras, y por lo tanto, de desbordarse. Rápidamente echo mi cuerpo en dirección al grifo y lo cierro, pero tengo que alargarme tanto para alcanzarlo que sin querer caigo al agua llevando a Natalia conmigo, con albornoz incluido. Las dos empezamos a reír fuertemente y cuando el ataque de risa lo permite, la ayudo a quitarse el albornoz. De repente noto su mano en mi cabeza y mi cabeza debajo del agua. Me deja salir casi al instante. Cuando estoy fuera doy una enorme bocanada de aire como si me estuviera ahogando, quizá algo exagerada. Ella se parte de la risa y me dan ganas de matarla. Se acerca y me abraza.
- Perdón, tenía que hacerlo – intenta justificarse entre risas mientras yo mantengo la seriedad en mi rostro – eres tan pequeñita que se te pueden hacer aguadillas en un jacuzzi – de repente suelta una carcajada aún más grande que la anterior. Respondo empujándola.
- ¡Quita!
- Noooo, no te enfades.
- ¡Qué te quites! – aparto sus brazos de mí de manera algo brusca y veo que se pone seria.
- Oye, perdón. Era una broma.
- Pues no me hace gracia – digo totalmente seria. Una expresión de preocupación se adueña de su cara y dejo que sufra un poco más.
- Vale, lo siento – Me quedo en silencio unos segundos pero enseguida suelto una carcajada que hace que sus cejas se alcen y cojo su cara entre mis manos.
- Eres monísima cuando te preocupas – digo apretando sus mofletes.
- Te odio.
- ¿Si? Vaya... y yo que pensaba que me querías un poquito.
- Te quiero mucho más que un poquito – suelta clavando su mirada en mis ojos. Mi corazón vuelve a acelerarse como en una montaña rusa. A este paso no salgo viva de esta noche. Sonrío ampliamente y dejo un largo beso en sus labios.
- Yo también te quiero.
Después de sonreir se aleja y apoya su espalda en la parte del Jacuzzi que da a la ventana y la abre un poco. Coge el paquete de tabaco que estaba en la cornisa y se saca un cigarro.
- ¿No te molesta que fume no? – pregunta mientas se lo enciende.
- No. Me molesta que estés tan lejos.
Sonríe y estira su pierna por encima de la mía hasta ponerla detrás de mi espalda y empujarme en su dirección. Es increíble que haya llegado. Sus piernas son larguísimas y me encantan. Nuestras piernas se quedan entrelazadas y nuestras caras cerca. Un impulso hace que coja el cigarro de su mano y le dé una calada. Me mira extrañada.
- ¿Qué haces?
Acerco mi boca a la suya y cuando la abre dejo pasar el humo lentamente. Ella lo inhala y vuelve a echarlo abriendo su boca de la forma más sexy posible. Siempre me ha parecido erótico verla fumar. Ríe brevemente y me besa, terminando con un suave mordisco en mi labio inferior.
- No puedo negar que me ha encantado, pero no quiero volver a verte fumar – intenta quitarme el cigarro pero la esquivo y vuelvo a darle una calada. Esta vez expulso el humo en su cara – eres mala.
- No me gusta que me digan lo que tengo que hacer – levanta los brazos.
- Lo capto
Yo río y acto seguido cambio mi posición, colocándome de espaldas entre sus piernas mientras apoyo mi cuerpo en ella. Le doy el cigarro. Ella lo coge y me abraza desde atrás mientras me acaricia dejando suaves cosquillas en mi hombro. Siento que podría quedarme así toda la vida y ese sentimiento me hace pensar durante el rato en el que guardamos silencio. Pienso en todo lo que está pasando esta noche, en lo que me está haciendo sentir y en que me ha dicho que me quiere. Y todo ello me genera un terror inmediato. Dije que no volvería a darle a nadie el poder de hacerme daño y creo que nunca nadie había tenido ese poder de una manera tan heavy como Natalia.
- Nat – susurro sin mirarla.
- Dime
- Necesito que me prometas algo – ella guarda silencio y me da miedo haberla asustado – no es que quiera agobiarte, esto irá al ritmo que tenga que ir. Sólo quiero que me digas que si algo va mal vas a decírmelo. Cualquier cosa. Necesito saber que vas a ir de frente.
Es irónico que se lo diga sin mirarla de frente. Pero el miedo que tengo es tal que me derrumbaría si la miro a los ojos. Mi corazón late a mil por hora, pero me tranquiliza sentir el suyo latir al mismo ritmo en mi espalda. Oigo cómo traga saliva.
- Te lo prometo – susurra después de unos segundos.
Entonces yo me acurruco en su cuerpo como un bebé y ella me aprieta entre sus brazos. Me da la sensación de que nunca me había sentido tan protegida. Decido ser valiente, decido olvidarme de todo lo que me he pasado. Con ella nada puede ir mal.
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Nuestra canción.
RomanceAlba y Natalia viven y estudian en Madrid. La música hace que se conozcan y tras descubrir el talento de la otra, deciden componer una canción juntas. Esto hará que se unan, construyendo una bonita relación de amistad y puede que algo más. Lo que e...