–Disculpa, me distraje pensando – dije algo sonrojada.
–¿En mí?
–Sabes, me cuesta trabajo creer cómo alguien como tú está sola.
–¿A qué te refieres?
–Eres una chica agradable, simpática y eso sin hablar de lo bonita que eres. Me es difícil creer que no haya alguien.
–Si hay alguien – se detiene, me mira directamente y sonríe – Tú, te tengo a ti y créeme que contigo no me hace falta nadie más.
–Gracias en serio – la abrazo.
Seguimos caminando y por momentos nuestras manos rozaban. Nos alejamos de la ciudad y llegamos a un campo totalmente oscuro, saco una lámpara de su mochila y me tomo de la mano, al instante sentí lo fría de está.
Minutos después llegamos a un viejo puente, un enorme puente, debajo de este parece que hay un lago, la luna se refleja en el agua.
–He aquí mi lugar favorito, quise traerte hoy ya que tenemos un hermoso cielo iluminado por las estrellas y la luna. Creo que eso lo hace un tanto romántico. Aquí vengo siempre que quiero despejar mi mente, está alejado de todos y sin duda es el lugar perfecto, bueno, mi lugar perfecto. De pequeña venía con papá, él no era una persona mala, creo que cuando mamá nos dejó su salida rápida fue el alcohol. Antes de eso siempre venía con él aquí. Nos sentábamos y me contaba innumerables historias.
–Es un bonito lugar, alejados de todos. Me gusta. ¡Oye! ¿Qué haces? ¿Eso es seguro?
–No tengas miedo, de aquí todo se ve mejor – dice subiendo en el barandal oxidado – ¿Vienes?
Dudo que sea seguro, pero bueno ella se ve con tanta seguridad, no puedo evitar no querer estar ahí a su lado y observar. Me da la mano, subo y me siento a su lado
Todo se ve tan pequeño, puedo observar nuestros reflejos en el agua. Me recuesto en su hombro mientras veo la calma del agua, ella me abraza y siento unos escalofríos enormes, no me lo logro explicar.
Estar de esta forma me recuerda al chico de mis sueños, aquel con quien estuve todo el tiempo durante el coma. Siento tanta seguridad estando aquí, con ella. No hacen faltas las palabras, no hace falta nada, todo lo tengo ya.
–Recuerdo que la primera vez que te traje pensaste que te iba a secuestrar o algo así. Al final te termino gustando y querías venir seguido. Tenemos bonitos recuerdos aquí, oh bueno teníamos.
–Me gustan tus relatos de cómo éramos, de los lugares a donde íbamos, de todo en general, créeme que eso me ayuda no sé empiezo a creer que mientras estaba contigo disfrutaba la vida. Edgar no me habla mucho de cómo éramos no sé tal vez nuestra relación no era muy buena.
–Cuando te vi por primera vez te dije que estabas llorando ¿lo recuerdas? Pues era por él, por su relación en sí. Me dijiste que estabas cansada que todo se iría a la basura, dijiste que te habías cansado de darlo todo y no recibir nada, realmente me costaba creer eso, porque ustedes se veían tan bien, no eran la mejor pareja pero la mayor parte del tiempo que te veía con él estabas feliz.
–¿En serio? No sé, es que me lo pintas como alguien diferente, ahora es muy atento, es simpático. No lo imagino de esa forma.
–Las personas cambian y tal vez él lo hizo, yo sé que él te quiere bien, ha aprendido de sus errores.
–Es justo lo que él me dijo, pero, ¿A qué errores te refieres? ¿Qué fue eso tan grave que hizo para que haya cambiado?
–Eso tendrías que hablarlo con él – se levanta, baja y saca de la mochila su teléfono – ¿Bailas?
Al momento se escucha una canción de esa de los 80s, no sé porque siento como si ya la hubiera escuchado antes, es una canción lenta, tranquila.
–No sé bailar.
–Yo tampoco, pero podemos aprender juntas.
Bajo de un brinco y me acerco a ella, ¿es normal sentir nervios?
Coloca su mano derecha sobre el costado izquierdo de mi cintura, coloco mi mano izquierda sobre su hombro, con la mano izquierda toma suavemente mi mano derecha y lo pone a la altura de su hombro. Comenzamos a movernos con pasos lentos y suaves, ella es quien me va guiando, nuestras miradas están conectadas, veo como tiene una sonrisa en su rostro, mientras que yo trato de hacer lo mismo para disimular lo nervios que me invaden.
–No tengas nervios, no pienses solo déjate llevar por la canción.
Sus pasos son tan seguros, no titubea ni un solo momento es como si ya hubiera hecho esto antes.
–Lo siento, solo no quiero estropearlo.
–No lo harás, siente la canción y relaja tu cuerpo. Lo estás haciendo bien.
–¿Cómo se llama? – pregunto.
–What a wonderful world lo canta Louis Armstrong, es algo viejita pero sin duda un clásico.
–Me gusta.
–Es una de mis favoritas, por lo regular escucho canciones de antes, siento que son mucho mejor de las de ahora.
–Tus gustos son buenos – sonríe como si se hubiese acordado de algo.
–Si que lo son.
La canción se repite una y otra vez, para alguien tal vez esto llegue a ser molesto pero en estos momentos quisiera que la canción fuera eterna.
Los pocos centímetros que nos separan se van haciendo cada vez más cortos, hasta que llega el punto en el que puedo sentir su respiración. Estamos cerca una de la otra. No decimos una sola palabra, el silencio gobierna entre nosotras dejando de lado la canción, no es un silencio incómodo sino un silencio agradable.
Inclino la cabeza sobre su hombro, cierro los ojos y seguimos al ritmo de la canción. No tengo el más mínimo deseo querer detenerme.
Ahora lo tengo todo claro, no podría estar con Edgar, ni con cualquier otra persona que no sea Abril. ¿Es posible esto que estoy sintiendo? ¿Ella también siente lo mismo?
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INEFABLE
Teen FictionAlice ha estado en coma por año y medio. Al despertar sufre una pérdida de memoria permanente. Le resulta difícil está situación pero aún más difícil es no poder identificar a la persona con la que estuvo en sus sueños durante ese largo tiempo, esa...