Al final, no tuvieron suerte. La noche llegó y no tenían a la vista ninguna isla. Hizo un día claro y la noche era estrellada, pero nada. Quedaba muy lejos aún.
Egil se quedó dormido al poco de acabar su historia. Se buscó un rincón al lado del dragón y él le cobijó un poco, como si supiera exactamente lo que acababa de pasar con el cuerpo del escaldo. Mérida supuso que todo el cansancio que nunca había sufrido con la bendición le habría alcanzado de golpe.
Mérida, Ástrid y Mocoso se habían quedado solos con los islandeses. Ellos estaban agotados también, y no tenían muchas ganas de hablar si no era sobre el particular cuarteto de personajes, en especial de Egil. No era difícil que se supiera todo en un espacio tan reducido.
—¿Son amigos tuyos? —preguntó Mérida, recordándose que tenía que practicar el idioma, no sólo escucharlo.
—¿No te lo conté? Me debían un favor.
—Ya pero... Bueno, no parecen muy...
—¿Habladores? No, no mucho.
—Yo intento pasarlo bien con ellos —añadía Mocoso—. Pero a nadie le gusta que no les digan a qué se van a enfrentar. Ha sido algo improvisado.
—¿Y de quién fue la culpa? —le recriminó Ástrid.
—Vale, mía, pero iré allí y me disculparé. Me porté mal. Pero sigo pensando que Hipo no abordó el problema como era debido.
—Un segundo, ¿de verdad se llama Hipo? —intervino Mérida—. Pensaba que había oído algo de que siempre tenía hipo.
—Sí, se llama así —se rio Ástrid—. La verdad es que el nombre le pega. No es un nórdico cualquiera.
—No creo que seas la más indicada para decir eso —dejó caer Mocoso riéndose.
Mérida tardó un poco en atar cabos, pero el puñetazo de Ástrid al brazo de su amigo la ayudó a entender.
—¡Oh! Eh, ¿sois pareja?
—Casados, en realidad —confesó ella, sonriendo apacible—. Ya hace más de un año.
—¡Felicidades! —la congratuló. No era del tipo de casarse, pero era un evento feliz.
La verdad es que podía ver a Ástrid claramente casada con un jefe. Era de armas tomar, ponía en cintura a los más duros y al tozudo de Mocoso. Se preguntaba qué clase de nórdico sería Hipo para que hubiera llamado la atención de la valquiria, porque algo de especial tendría que tener.
También se preguntó si ella tendría algo así de especial que mostrar. Ya le habían dicho que la llevarían a la isla de Berk, su casa, porque algo les había sorprendido con su habilidad con el arco, pero ¿era eso suficiente en mundo de los nórdicos? En el suyo sólo le había costado broncas y desobediencia. Aunque le sentó muy bien cerrar la boca de todos los clanes aquella vez que intentaron competir por su mano.
Probablemente aquella noche había sido la mejor que pasó desde que salió del castillo. Durmió al raso y con bastante frío, pero la cercanía con el dragón y la tranquilidad de saber que estaba a salvo con tantos nórdicos fornidos y en medio de ninguna parte le hicieron tener sueños tranquilos. No los recordó cuando se levantó, pero le daba igual. Sabía que allá donde se dirigían le esperaba una aventura mejor que combatir a muerte contra invasores vengativos. Y por fin saciaría su enorme curiosidad.
—¿Nos hemos desviado mucho por la noche? —preguntó, tan alegremente, por la mañana. Ástrid ya hacía rato que estaba despierta.
—No, siempre dejamos a dos o tres personas haciendo guardia para no ir a la deriva —contestó. La miró con un poco de recelo y una sonrisita, y no se aguantó el comentario—. Parece que alguien ha dormido bien, ¿eh? Quién lo diría, con el frío y el oleaje.
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Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]
FanfictionHace ya muchas décadas que los hombres del norte se han asentado por doquier en las islas británicas. Los clanes escoceses han vivido tiempos convulsos desde entonces. Y después de cinco años desde su primer desafío, una Mérida más madura descubre...