30. Epílogo - Tan lejos...

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Mérida nunca volvió a pisar Berk. Nunca volvió a cruzar el Mar Sin Sol. Al principio, la sola idea de ir allí la sentía como una puñalada, porque recordaba lo que sintió cuando estuvo después de morir Ástrid, pero con el tiempo empezó a convertirse en una idea sensata: si no hablaba de ese sitio ni tampoco se acercaba a la tormenta, el Mar Sin Sol volvería a ser un mito, desaparecería y nadie lo buscaría. Berk estaría a salvo.

Muchas veces a lo largo de años se preguntó: «¿Por qué ella, y no yo? ¿Por qué me defendería? ¿Por qué no me pude recuperar antes y acabar con Arne?». Había tantos remordimientos sobre aquella batalla... Prácticamente el único consuelo que consiguió de todos ellos fue el mismo por el que no iba a Berk: la isla estaba a salvo. Muchas veces Mérida fantaseó con la idea de qué hubiera pasado si Ástrid hubiera sobrevivido, y todas terminaban de forma parecida. Seguro que una u otra caería en la tentación de cruzar ese mar maldito para verse y, lo quisieran o no, llamarían la atención en algún momento. Ser incapaz de pensar en Berk durante años por lo de Ástrid fue precisamente lo que más le convenía al poblado.

En su lugar, estaba su casa, DunBroch. Aunque su intento de asesinato no tuvo consecuencias entre los clanes, en bastantes ocasiones surgieron conflictos con los reinos cristianos cada vez más fuertes al sur, y a veces con los pocos asentamientos nórdicos e incursiones. Cada vez que Mérida se olía una batalla, era la primera en lanzarse a ella. Recordaba todo lo que había aprendido entre los nórdicos y lo usaba en contra de sus enemigos, siendo tan versátil disparando flechas como en el cuerpo a cuerpo.

Sus padres se preguntaban cuándo habían perdido a aquella niñita rebelde pero pacífica y habían recibido a una mujer obsesionada con la batalla. Muchas veces le decían que había cogido las costumbres de batalla nórdicas. Y Mérida pensaba «tenéis razón, soy más nórdica», porque lo que quería conseguir por encima de todo era morir en batalla. Morir exactamente de la misma manera que Ástrid, y así poder llegar hasta ella, aunque fuera en el mundo de los muertos. Intentó incluso descifrar por las creencias nórdicas a qué mundo se había dirigido el amor de su vida, si el de Hel, si a Asgaard, si al paraíso de Freya... No le gustó nada que las mujeres guerreras acabaran de camareras en el Valhalla.

Pero los dioses no tenían planeada una muerte así para Mérida. Siempre sobrevivía. Se ganó miles de apodos en batalla, los más populares siendo Melena de Fuego y Fuego Feroz. Ella los ignoraba, pero intentaba que corrieran, porque así habría más gente interesada en derrotarla en combate como una hazaña memorable. Nadie lo consiguió. Gracias a ella, sin embargo, los clanes vivieron a salvo durante años de ataques, y siempre con el cobijo de Sigurd si era necesario.

Al mismo tiempo que ella descargaba su rabia y su frustración en combate, también recibía noticias del mundo nórdico.

Antes de llegar el primer invierno después de la muerte de Ástrid, un mensajero trajo otra carta de Islandia: Egil Skallagrímsson había muerto en paz y dejando una generosa herencia a su familia. Mérida tenía asumido que Egil ya era anciano y le consoló saber que había conseguido su paz. Lloró por él, pero el hecho de haberlo tenido presente durante tiempo hizo mucho más llevadera su pérdida.

—Pensaba que era joven —se lamentó Fergus.

—No lo era. Me contó su historia. Era increíble hasta para un nórdico.

—Entonces jamás será olvidado.

También recibía comunicados de Sigurd y enviados de sus tierras de vez en cuando. Muchas veces eran invitaciones a fiestas, para un reencuentro, pero Mérida tampoco era capaz de pensar en ir al palacio sin recordar. Siempre negaba las invitaciones. Al cabo de un año de la muerte de Ástrid, por eso, recibió una carta en la que Sigurd explicaba que Olaf había vuelto para exigir la cristianización. El jarl cedió sin oponer resistencia, aunque muchos de sus habitantes de su generación nunca abandonaron las costumbres antiguas. Como le había prometido, la paz y la vida de sus compañeros eran lo primero.

Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora