Aunque fuera para salvar a Mocoso y a sus partidarios, urdir un plan en las sombras del gran salón con los más fieles a Hipo no era lo que Mérida consideraba lo más agradable en el mundo. Parecía como si estuviera de vuelta en tierra de los clanes, o en el palacio de Sigurd, donde todo el mundo tenía información valiosa para poner en jaque a quien quisiera y en cualquier momento se fueran a matar por el liderazgo.
Vio en acción el plan de Hipo enseguida. Al día siguiente, Ástrid ya tenía preparadas unas enormes canastas unidas por grandes tablones de madera que eran tan altas como las gradas. Mérida creía haberlas visto en las sombras del almacén de la arena, cuando la nórdica ordenaba el armamento o se aseguraba de que todo estaba en su sitio. Es más ¿habría abierto los portones para que se vieran las canastas expresamente para que corriera la voz de que se estaban preparando para una competición de captura la oveja? Si era así, Hipo había puesto en marcha su plan mucho antes de contárselo al resto. Mérida se sentía como una niña inocente.
De todas formas, ella tenía su propio plan. Mientras unos y otros iban haciendo lo posible para difundir la noticia de la competición y así detener a Mocoso (quien inmediatamente se había apuntado a capturar la oveja), Mérida empezó a entrenar vuelo con Caraid, con su arco a mano. Quería ver si era tan difícil como todos decían disparar desde el aire.
—Bueno, compañero, vamos a hacer maniobras rápidas, ¿vale? Vamos a demostrar a Eret que lo que le dije no eran meras palabras.
Mérida colgó unas cuantas dianas en las copas de los pinos del bosque de detrás de Berk y ordenó a Caraid que volara en círculos pasando cerca de ellas. Primero, Mérida empezó sólo apuntando con el arco, buscando tiros que no hirieran a Caraid sin querer. Era increíble cómo el dragón parecía encogerse estando en tierra y cuando volaba parecer tan largo, porque la pelirroja no esperaba encontrar tiros limpios debajo las alas y fue así. Además, si se desplazaba un poco hacia atrás, podía disparar de espaldas, lo que pondría a Eret verde de envidia y el resto del pueblo la aplaudiría con aún más ganas.
Sólo tenía unos pocos días conseguir realizar aquella locura sin matar a nadie por el camino, así que al poco de empezar a ver los tiros claros, Mérida empezó a disparar de cerca. Un dragón se ondulaba más que un caballo al trotar, así que no le costaba tanto apuntar sin temblar, pero también había más riesgo de cambios de rumbo, o que el aire le desviara la flecha, así que se pasó horas aguantando más tiempo del necesario las flechas en el arco, a veces sin llegar a disparar.
Cuando ya ambos estaban agotados después de tantas horas haciendo esfuerzo, Mérida había conseguido acertar a todas las dianas unas tres veces por cada una. Para lo que estaba acostumbrado era poco, pero sólo era el primer día y era la primera vez que disparaba en pleno vuelo. Lo consideró un buen trabajo.
Aterrizó y fue a ver a Eret, quien casualmente hablaba con Ástrid en ese instante sobre la competición.
—Que sepas, Eret, hijo de Eret, que te arrepentirás de haberme desafiado durante la fiesta de Fee Ra Huri.
—Así que vas a cumplir tu promesa, ¿eh? —dijo con altanería, aunque sonriendo como un buen amigo—. ¿Participarás en la competición?
—No, pero la voy a inaugurar.
Ah, esa parte no la sabía ni Ástrid. Ésta se giró y le preguntó cómo iba a hacerlo, pero ella ya lo tenía todo pensado y se negó a revelar ninguna información. Es más, sólo el organizador, Hipo, iba a saberlo hasta que el resto lo viera.
—Estaré impaciente por verte volar, Melena de Fuego —la animó con respeto Eret.
—Y yo de que lo veáis, de momento está yendo genial y os aseguro que os quedaréis con la boca abierta.
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Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]
Fiksi PenggemarHace ya muchas décadas que los hombres del norte se han asentado por doquier en las islas británicas. Los clanes escoceses han vivido tiempos convulsos desde entonces. Y después de cinco años desde su primer desafío, una Mérida más madura descubre...