Asalto

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Malo:

Estoy furioso, creí que quitándole las esposas a Emma iba a dejar que le hiciera todo lo que tengo en mente, pero no. Ayer le quité las llaves a Mack y la liberé un rato, pero ni siquiera dejó que me acercara a ella, me dio un par de besos, pero lo que yo quiero hacerle es el amor.

—Malo —Mack se pone a mi lado—, CAE quiere tomar una ducha, ¿la dejamos?

No, nadie va a ver a mi chica desnuda y sé que Mack podrá a alguien a vigilarla.

—No.

Mack sonríe satisfecho.

—Muy bien, ¿sabes que me sorprende?

—¿Qué?

—Que no haya pedido comida, lleva dos días sin comer nada.

—Emma es así —Nos interrumpe su hermana—. Hay días que no duerme nada, Carlisle la entrenó para sobrevivir a cualquier cosa, no tendrá hambre hasta que en verdad enferme, Tara siempre la obligaba a comer y yo a dormir.

Clara se coloca a mi lado, demasiado pegada a mi gusto.

—Entonces la dejamos morir de hambre, me gusta la idea —sentencia Mack.

—Yo preferiría que la mataran rápido o mi hija empezará a preocuparse por ella —Sonríe hacia la casa rodante—. Creo que Emma se divierte con Derek.

Me giro de inmediato y escucho su risa, doy pasos decididos hacia la casa. Una vez dentro veo a la niña haciéndole cosquillas a Emma y a Derek sujetando sus brazos para que la niña continúe con su tortura.

—Tara... —Se queja ella—. Ya... duele...

—¿Comerás lo que trajimos para ti?

—Si, si, si.

La niña deja de hacerle cosquillas y Derek la suelta. Me siento tan celoso, no soporto la idea de que otros hagan reír a mi chica.

La pequeña me mira y esconde un trozo de pan en su espalda.

—No hacíamos nada —dice antes de que pregunte.

—Solo vine a callarlos, están fastidiando mucho, no quiero volver a escuchar tanto alboroto —Veo a Derek—. Ven con nosotros, tendrás tu primer encargo.

Muy a regañadientes camina hasta la puerta, me quedo solo con ellas. Veo a Tara y le doy la llave de las esposas.

—Asegurate de que coma bien, cuando termine vuelves a esposarla, ¿entendido?

Asiente y Emma me regala una bonita sonrisa.

—Gracias.

La niña me abraza las piernas.

—No eres tan malo —Sonríe—. Gracias, señor Malo.

Acaricio un poco su cabecita, ahora entiendo porque Emma quiere tanto a esta niña, es... única.

Me alejo de ellas y cierro la puerta.

—Eres un imbécil, Malo —Me sobresalto cuando oigo a Derek tan cerca—. No tienes porqué tratar de esa manera a Emma, creí que la amabas.

—¿Y eso a ti que te importa? —Lo empujo un poco— ¿A caso te gusta?

Me sonríe de forma sinica, voy a reventarle un ojo a este imbécil.

La hija del coronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora