Mentiroso

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Malo:

Soy el primero en llegar a la casa rodante, nunca esperé que Mendoza llegara al banco. Fui descuidado, primero debí hacer el reconocimiento como siempre, pero mi ansiedad me ganó, solo quería que el coronel sepa que volví y con más fuerza, me cegó mi ambición y puse a todos en peligro.

Noto que Mack está sobre la mesa con un poco de hielo en la cara.

¿Qué fue lo que hiciste, Emma?

—¿Te encuentras bien, Mack?

Se quita el hielo del ojo y veo que está muy morado, Emma debe pegar muy duro.

—¿Crees que estoy bien? —se queja— Esa loca me atacó y escapó, para cuando abrí los ojos ella ya no estaba, te dije que no era de fiar.

No, eso no puede ser cierto.

Corro a la habitación, pero está vacía.

Maldita sea, ¿de verdad te fuiste, Emma?

Me doy media vuelta, pero escucho algo caerse en el baño. Suelto el aire aliviado, me acerco a la puerta de la habitación y la cierro con seguro.

—Sal de ahí, Emma.

Escucho como la puerta se abre y por ella se asoma mi chica, en cuanto nuestros ojos se encuentran ella vuelve a tratar de cerrar la puerta, pero meto el pie antes de que pueda cerrar.

—No quiero verte —Empuja con más fuerza—. Largo.

La empujo un poco y consigo abrir la puerta. Veo a Emma sobre el suelo, me agacho y ella me suelta una cachetada.

—Te odio —Los ojos se le llenan de lágrimas—. Te odio, eres un maldito mentiroso, te odio.

Le sujeto las manos, no estoy entendiendo su arranque de locura.

—¿Quieres calmarte? —La abrazo— Ya es suficiente.

Emma me empuja sin ningún resultado, la pego a mi cuerpo con más fuerza y ella me suelta un rodillazo en la entrepierna.

El dolor me obliga a soltarla, la veo correr a la habitación.

Me levanto a duras penas, me voy recargando sobre las cosas y consigo llegar hasta ella.

—¿Podrías explicarme porque estás así de alterada? —Me dejo caer sobre la cama— Creo que ya no podremos tener hijos.

Emma me arroja la almohada con la que siempre se protege.

—Ella no es tan buena en la cama —De inmediato reconozco esa frase—. ¿Te suena?

Me tomo el cabello y resoplo.

—Emma...

—Estoy cansada, Mackenzie casi me viola y tú andas por ahí diciendo que ya nos acostamos y que soy mala —La veo jalar su cabello—. Lo peor es que pude irme, pude escapar de aquí, pero me quedé, me quedé aquí por un maldito mentiroso, patán de mierda, por un macho estúpido.

La veo sentarse en el suelo y se pone a llorar. Odio no poder hacerla feliz, me odio por hacerla sufrir siempre.

Me arrodillo frente a ella y le limpio las lágrimas.

La hija del coronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora