Despedida

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Emma:

Soy inmensamente feliz, el embarazo cada vez está mejor, me impresiona ver que aún no se nota nada mi bebé, pero ya comienza a moverse un poco, es una sensación extraña, pero me encanta esto de estar embarazada.

—Veo que ya recuperaste color —Y Carlisle vuelve a arruinar mi día—. Tenemos un grave problema.

—¿Ahora que hizo el Malo?

Internamente estoy saltando de felicidad aunque por fuera me mantengo tranquila.

—Ha estado sacando casos donde...

—Casos como el de mi mamá, ¿me equivoco?

Asiente mientras se deja caer sobre la silla.

—Odio a ese sujeto.

—Deberías soltar a mi marido —Gruñe, pero no me interesa—. Si temes que saque a la luz el caso de mi mamá deberías hacerle caso, quizá Noé nos lleve hasta él si lo sacas de aquí.

Detesto tener que usar a mi marido para hacer esto, pero es mi única opción para no tener que usar el plan b.

—Ese geek se va a pudrir en la cárcel y, como ya te he dicho miles de veces, él no es tu marido.

—Eso no es lo que dice la ley, Carlisle, te recuerdo que tengo un papel que avala mi matrimonio con Noé.

Veo tan molesto a Carlisle que me hace feliz.

—¿De qué estás hablando, Emma?

Sonrío, por fin vencí al temible coronel Kenet.

—¿No te conté que un juez nos casó? —Me tomo la cara— No, porque no tienes porque meterte en mi vida, tengo veintiséis, casi veintisiete años y no tengo porque pedirte permiso.

El coronel solo hace un gesto de enojo para después tranquilizarse respirando profundo.

—Anularé ese matrimonio.

—¿Bajo que circunstancia? El matrimonio se consumó y tú lo sabes muy bien, no estaba alcoholizada ni drogada, amo a Noé y nadie te dejará anular mi matrimonio bajo la excusa de que es un criminal o que fui engañada —Sonrío—. Así es, Carlisle, yo ayudaba a Noé cuando el Malo nos lo pedía.

Me toma los hombros y me empuja a la pared, eso es lo que quería provocar en él.

—¿Conoces a ese mal nacido?

—Por desgracia no, es muy receloso con eso, es muy inteligente.

Golpea la pared detrás de mí, desearía poder grabar para siempre esa expresión de tensión en sus ojos, esa ira qué emana su cuerpo, todo está cayendo en su lugar.

—Ese infeliz ya no los tiene de su lado —Sujeta mi cabello aún corto—. Tú vas a ver a ese criminal.

Sonrío a medias.

—No —Los dos giramos a ver a Arti—. No vas a poner en riesgo a mi niña.

Arti toma mi cara entre sus manos buscando algo en mí, aunque no sé que sea.

—Recibí tu informe médico, tienes anemia y demasiado fuerte, no estás en condiciones de entrar a trabajar.

Veo a Arti con anhelo, debo decírselo, se lo prometí.

La hija del coronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora