Ariadne entró en la habitación de Zareck y asintió con estoicismo. El chico parecía resignado y no creía que le interesara escapar. Además, no llegaría lejos con la camisa de fuerza. Ni tampoco podía lastimar a alguien con los brazos atados.
—Zareck no quiere que estés aquí, psiquiatra, — habló de pronto, moviéndose con dificultad. Lo que hizo fue cambiarse de lado, para así poder mirar a la chica, quien en esos momentos mostraba un semblante neutral.
—Pues, Zareck tendrá que adaptarse a mi presencia, — afirmó la chica, pronunciando conscientemente en nombre del chico.
El chico no emitió comentario alguno.
—Tienes agallas, psiquiatra, — se burló Zareck. — Recuerda que si el hombre no hubiera interrumpido te habría lastimado fácilmente.
—Pero, no me lastimaste y ahora estás completamente indefenso, — lo miró con ardientes ojos dorados. — Veamos la realidad y no lo que pudo ser, — comentó, negándose a retirar su mirada de la del joven. Podía ver claramente el brillo insano en sus ojos azules.
Estaba segura de que si la camisa de fuerza no estuviese allí, Zareck ya estaría intentando estrangularla. Estaba mirando a los ojos de un asesino, no había duda.
—Así que prefieres fantasear, — afirmó ella.
—Lo que hago no es asunto tuyo, psiquiatra, — le escupió. — Quiero que te largues ahora mismo.
Ariadne se limpió la mejilla con el dobladillo de su jersey y lo miró duramente.
—No me iré, — le dijo en tono cálido.
—Déjame analizar esto. Anoche cuando Zareck te pidió que te quedarás, no quisiste hacerlo. Y ahora, que Zareck quiere que te largues, ¿Vas a quedarte? ¿Sabes doctorcita? Zareck está fantaseando con matarte en este momento, — el joven habló con rápidez.
—Fantasea todo lo que quieras, porque estoy más que segura que no te atreverías a llevar eso a cabo, — le dijo y respiró.
Estaba claro que el chico no estaba contento con su presencia en aquel lugar. Pero, podía aprovecharse de su enojo para conseguir información.
—¿Crees que no me atrevería a matarte? — le lanzó una sonrisa burlona. — Adivinaré, crees que soy inocente y que no maté a nadie ¿Cierto? — la nota de sarcasmo fue evidente en su tono de voz.
—Contéstame tú, — sus ojos se encontraron con los de Zareck. — ¿Eres inocente?
El chico la miró fijamente y después de unos momentos devió la mirada.
—Claro que no, — constestó con extraña inmediatez. Una mezcla de furia y tristeza se asomaron por los ocelos turquesas de Zareck. — Yo lo hice, lo causé yo. Lo hice dormir. Había mucho dolor, — las palabras comenzaron a escapar sin un filtro. — Le pedí que durmiera. Busque después, pero no encontré lo que buscaba. Así que enterré las memorias y lavé mis pecados en el río. — el dolor aumentó en sus ojos. — Eso me dio más alivió que mi colección de Prozac y Valium. Era una hermosa colección, — afirmó sonriendo abiertamente.
De todas esas palabras sin sentido que había dicho el chico, ella notó que el joven había utilizado la palabra "yo". Al parecer, el menor sabía bien que él había sido el causante. Se identificaba con esa parte de sí mismo que había acabado con vidas inocentes.
Además, había prestado atención a los nombres de esos dos fármacos conocidos en el campo de la psiquiatria. Eso era lo más relevante de sus palabras.
—¿Tomabas esas medicinas? — preguntó sin esperar mucho tiempo.
Necesitaba saber si Zareck había estado bajo algún tipo de tratamiento psiquiátrico antes de los asesinatos. Eso explicaría muchas cosas, tal vez, las respuestas a un montón de incógnitas. El Prozac, por ejemplo, se utilizaba abiertamente en el campo neurológico. De hecho, ese fármaco, formaba parte de la medicación diaria que recibía el joven.
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Sonatilla De Muerte(Libro N°1)
Mystery / ThrillerCuatro cadáveres, uno de ellos era femenino. Sin embargo, aún no se explicaba como Zareck Gallagher había asesinado a su propio hermano a sangre fría. No obstante, a sangre fría se que quedaba realmente corto para lo que sus ojos habían visto en aq...