Culpa

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Si había algo que tenía demasiado claro en esos momentos, era el hecho de que su paciente no estaría muy contento de verla esa mañana. De seguro, su humor en esos momentos podría ser comparable con los gemidos eternos del infierno.

No podía decir que había cometido un error al irse la noche anterior. Simplemente, había hecho lo más lógico. Pasar la noche al lado de un presunto asesino era una obvia amenaza para cualquiera que gozara de cordura absoluta. Imaginaba que Zareck ya había elaborado unos cuantos prejuicios en su contra.

Pero, de sobra sabía que había perdido la poca confianza que había ganado con el chico de ojos azules. Eso estaba demasiado claro.

Ahora, debía volver a empezar de cero con el chico. De hecho, estaba empezando de menos, estaba empezando de menos uno. La situación estaba peor que al principio. Personalmente, no era algo que le importara, pero en el ámbito profesional era una sitaución crítica y debía ser mejorada. Necesitaba ganarse la confianza del joven para avanzar.

—Tiene quince minutos, — le dijo una enfermera. — Luego vendrá el guardia encargado de llevar al joven a bañarse, — la mujer le dedicó una sonrisa. — Después hay que darle su desayuno y los medicamentos.

Ella se mantuvo en silencio. El horario de Zareck era lógico. No era bueno bañarse después de comer, ni mucho menos tomar los medicamentos con el estómago vacío.

—Ya habría perdido la razón si tuviera que cuidar de todos los pcientes de ésta ala, — escuchó la voz de un guardia, quien era el encargado del turno de la mañana, el cual comenzaba a la seis.

En ese momento, eran las seis y quince de la mañana.

Había decidio visitar a su paciente más temprano de lo habitual para evaluar la reacción que había desencadenado los sucesos de la noche pasada. Estaba más que segura de que Zareck ya tendría algo para condenarla en el agujero más profundo de los avernos.

—Ese joven solo es un gran problema, — continúo hablando el guardía.

Ariadne suspiró suavemente. Estaba claro que para aquel hombre era fácil entablar conversación. De hecho era, quizá, demasiado sociable. Al menos desde el punto de vista de la oji dorado.

Ella en cambio, no disfrutaba de las conversaciones con personas extrañas. En especial no, las que te conversaban con demasiada facilidad de su vida.

Aunque, tenía que estar de acuerdo que las palabras del hombre era la cruda realidad. Aquella ala se dividía en cuatro zonas, de aproximadamente doce pacientes cada una. Tener más de ese número de locos a cargo de una sola persona volvería histérico a cualquiera.

Una vez, que estuvieron frente a la puerta el hombre pocedió metódicamente a abrirla.

—Ha estado en esa posición desde que empezó mi turno, — comentó, mirando con resignación al joven que se encontraba dentro.

Ariadne también lo miró. Zareck estaba de espaldas a ambos, de pie, frente a una de las paredes. De inmediato, las sospechas se instalaron fervientemente en su cabeza. Esa posición no le daba confianza alguna.

—Me mantendré cerca, — informó el guardia.

Aquello ya se había convertido en una especie de ritual cotidiano. Él abría la puerta y ella entraba, después, él le recordaba que estaría cerca. De hecho, estaba segura que aquello había sido, por completo, un dejá vu.

Asintió tranquilamente, entrando al lugar. Se mantenía alerta, pues no sabía que esperar de Zareck. Se miró brevemente el jersey fucisa que llevaba en esos momentos y lo jaló con cuidado hacia abajo.

Sonatilla De Muerte(Libro N°1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora