¿Creer?

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Después de lo que había sucedido unos días atrás, Ariadne no sabía qué creer realmente. No deseaba admitirlo, pero la persona que había hecho todas esas cosas era realmente astuta y estaba segura de que pretendía undir a Zareck en lo más profundo de aquel hospital.

Aún no podía recordar lo que había sucedido el día anterior y como había terminado en Cambridge. Además, sabía que Criss no le mentiría.

Sin embargo, un poco de amnesia y una nota asesina en la computadora de su paciente no la iban a intimidar y no renunciaría al caso de Zareck. Ya había escuchado suficiente acerca de su falta de ética y pretendía sacar al chico de ese agujero de mierda.

Justo ahora que el caso está tomando forma.

El sonido metálico de la puerta al abrirse llamó por completo su atención. Había estado frente a ella decenas de veces, sin embargo no sabía que esperar. Y no sabía como iba a reaccionar su paciente después de aquella visita.

 —¿Alguien ha venido a ver al paciente recientemente? — preguntó, Ariadne caminando unos pasos.

—¿Alguien? — preguntó el hombre. — ¿Cómo un extraño?

La reacción del hombre hizo que las dudas aparecieran de nuevo en su cabeza. Sin embargo, las borró rápidamente. Se dedicó escasos segundos a leer la reacción corporal del hombre.

—Sí, me refiero a alguien extraño.

—No, señorita, — le respondió demasiado rápido. — Aquí no pueden entrar extraños, sólamente médicos y trabajadores del hospital. — ¿Sucedió algo con el paciente?

Que raro.

—No, — respondió ella sin mirarlo y concentrándose únicamente en el camino. — Es sólamente una pregunta.

Anotó en su mente las palabras que había recitado el hombre tan de prisa. Quizás, sería bueno jugar otra clase de estrategía y esperar a que, quien fuera, reaccionara a ella.

La persona más normal.

Eso siempre era lo que le habían dicho en muchas de las clases de la universidad y muchos de sus profesores. Las personas que parecían ser las más normales y perfectas eran las que escondían algún trauma psiquico.

Miró lo que estaba frente a ella y borró momentáneamente todo lo que había pensado segundos atrás. Después se encargaría de todo ello, mientras, debía prepararse para confrontar al oji azul. Sabía que el chico no se tomaba bien sus ausencias y ahora, sabía una causa más para que mostrara dicha acción.

Estaba casi segura de que Zareck no iba a hablar con ella acerca de lo que había sucedido durante el fin de semana. Esa era la conclusión y la pregunta más importante era ¿Cómo haría para que el chico cooperara de ahí en adelante?

Sin embargo, si Zareck no hablaba significaba que la visita de esa persona lo había alegrado bastante. Lo suficiente para no delatarla y permitir una segunda visita furtiva.

Genial. Simplemente genial.

—¿Estás contenta? — la pregunta inundó sus oídos y mientras el chico hablaba, ella no se atrevía a buscarlo con la mirada. — Estuvo aquí, por supuesto que no puedo contener la alegría.

Observó en silencio como las manos del chico se volvieron puños mientras contestaba su propia pregunta. La rabía con la que estaban impregnadas esas palabras la dejaron estática.

Realmente, estuvo aquí.

—Pero, eso ya lo sabes porque ya lo has conocido, ¿cierto? — le preguntó y ella no lo miró.

Un sonido hizo sordo hizo que volteara el rostro. La mano de Zareck, hecha puño, impactaba contra la pared, cómo si con eso pudiera liberar la ira que encerraba dentro.

—No es más que una nena que a penas ve un monstruo se mea del susto, — le susurró Ariadne.

—Perro que ladra no muerde, — algo brilló macabro en los ojos azules de su paciente. — Ese perro, ni si quiera tiene dientes.

Ariadne lo miró y cerró la puerta tras de ella. Aquellos ojos azules brillaban con algo más que exitación y admiración. Era algo perverso, que no estaba dispuesta a descubrir en esos momentos.

—Me encanta tu manera de pensar, psiquiatra, — le dijo y se movió del lugar en el cual había estado sentado.

—Creí que ya habiamos superado esa parte de llamarme "Psiquiatra", — susurró Ariadne, y fue tan bajo que Zareck sólo la observó mover levemente sus labios. 

—Ustedes dos son tan diferentes, — un suspiro escapó de los labios rosados del chico. — Tu eres fría y sarcástica la mayor parte del tiempo... Él en cambio es un verdadero caballero.

¿Él?

—Yo lo hice enojar en una... — levantó un dedo. — No, dos ocasiones y casi termino muerto.

—Al parecer, tu principe azul no tiene muchas virtudes.

—En eso te equivocas, — le dedicó una sonrisa lobuna a la pelinegra. — Lo que más amo de él es su violencia y su forma brusca de tomar las cosas. Le encanta recordarme que soy suyo.

—¿Eres masoquista? — la pregunta hizo que el chico la mirara desde abajo.

—Tu deberías saber eso, ¿no? — le habló con sorna. — Después de todo, tu eres mi psiquiatra.

—Sé más de tí de lo que te agradaría saber — le dedicó la misma sonrisa burlona. No iba a perder esta batalla contra su paciente. Era una regla femenina. Las mujeres siempre ganan.

—Ilumíname, — le retó el chico de cabellos castaños.

—Sí así lo deseas, — dio un paso adelante. — Nunca creíste realmente en tí mismo. Siempre tratando de ser lo más normal posible, a costa de lo que fuera. Sé que tuviste anorexia, lo que me dice que querías tener el control de algo, aunque hubieras nacido únicamente para controlar aquello y Zareck, puedo afirmar que amaste a una persona, un amor prohibido, — se agachó y lo miró a los ojos. — No tenías miedo de esa persona — Zareck palideció. — Tenías miedo de ti mismo.

—¡Cállate! — le gritó y Ariadne se movió rápidamente, para evitar el manotazo del chico.

Touché.

—¿Incesto, Zareck? — sus ojos ambarinos miraban al chico, triste delante de ella. — Quien diría que caerías tan bajo.

—¡Cállate! — aquello hizo que se detuviera. Con lo que la jodía que le hicieran eso.

Nunca creí que hubiera algo como eso detrás de todo ese amor sobreprotector.

Observó al chico respirar agitadamente, en un intento por calmar su respiración y el galopar salvaje de su corazón. Se abrazó a sí mismo y el alma de Ariadne sintió compasión al ver aquella escena. Los ojos azules estaban plagados de alguna emoción que ella no podía reconocer a trevés de las lágrimas.

—¿Debería decirte la verdad de lo que sucedió aquel día? — le preguntó en tono bajito, dejando que las lágrimas bajaran por sus mejillas.

—Esa es tu elección, — dijo Ariadne, sentándose frente al chico. Deseaba tocarlo y consolarlo, pero no se atrevía.

—Ariadne Kohler, — la miró através del dolor. — Ese el nombre de la persona en la cual más confió en estos momentos.

Zareck limpió sus lágrimas con el dorso de la mano, en un gesto rudo. No podía podía confiarle la verdad a ella en esos momentos. Incluso aún cuando sentía como el dolor quemaba su corazón por dentro.

—Te diré la verdad, psiquiatra, — aquellos ojos azules miraron dentro de ella y se preparó mentalmente para escuchar.

Sonatilla De Muerte(Libro N°1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora