BTW

217 18 3
                                    

Era realmente difícil de creer que Zareck fuera un peligroso paciente psiquiátrico. En esos momentos, había un brillo pacífico invadiendo aquellos ojos azules. Si bien, era razonable que el oji azul se mostrara alegre ante la idea de salir a ver el sol después de tantos años, estaba claro que su felicidad no podría ser considerada del todo sana.

Había estudiado a Zareck durante la última semana y a pesar de que no había llegado a una conclusión aún, estaba completamente segura de que el chico tenía un trastorno bipolar o un fuerte trauma detrás del errático y cambiente comportamiento.

Sin embargo, aún no conocía persona que no quedase marcada después de presenciar un acto, por demás, horroroso. Zareck era uno de esos casos, una de esas víctimas que terminan marcadas después de haber sido, de alguna forma, abusado pisicológicamente.

—¿Falta mucho? — escuchó la pregunta del menor.

Ariadne rodó los ojos en ese mismo instante ante la pregunta, que le había hecho, quizá, un centenar de veces en sólo siete minutos. Sí, su paciente estaba realmente desquiciado y esta vez no estaba sintiendo tanta lastima hacia él. De hecho, comenzaba a arrepentirse al ofrecer esa oferta.

Llevarlo a los jardines.

—¿Falta mucho? — volvió a preguntarle Zareck.

Al mirar al chico de aguamarinas se encontró con una sonrisa burlona en los labios del chico, lo que ocasionó que su mente se llenara de profunda indignación. Zareck estaba intentando sacarla de sus cabales.

—Te ves enojada, psiquiatra, — le dijo con tono burlón.

Y hasta allí había llegado su paciencia. La cual nunca había sido mucha. Se evitó a sí misma tomar al chico por el cuello de la bata y golpearle, en cambio decidió hablar con calma y firmeza.

—Comienza a olvidarte de tus malditos juegos ahora, o podrás olvidarte de salir.

—¿Eso es una amenaza? — preguntó el oji azul de manera inocente. Si esa inocencia era fingida o no, no tenía forma de comprobarlo.

—No, — le respondió de manera suave. — Sólo te estoy dando dos opciones. Tu eliges.

El chico se encogió de hombros.

—Yo sólo quería saber si falta mucho para llegar al jardín. Eso es todo, — se excusó, aunque estaba claro que Zareck no conocía realmente la palabra lamentación. De hecho, parecía que disfrutaba de la situación.

Ariadne se propuso ignorar al chico. Era lo mejor que podía hacer, y también, era lo más profesional. Así que, optó por no seguirle el juego a su paciente. En lugar de eso se concentró en el camino que estaba recorriendo.

De reojo, notó como el castaño sonreía con cierta malicia. Tal vez, pensaba que era divertido hacer enojar a su psiquiatra. De pronto, la luz provocó que cerrara los ojos. Pero, eso no lo molestó en absoluto. Al contrario, dejó que en su semblante se instalara una sonrisa genuina.

Finalmente, podía sentir el calor del sol y escuchar el suave tintineo de las hojas que se movían a su alrededor. Incluso, pudo jurar que había escuchado el cántico de un pájaro. Abrió los ojos, intentando acostumbrarse a la luz natural.

Su semblante se iluminó cuando miró el espacioso jardín. No podía creer que estuviera afuera. Sí, quizás seguía encerrado de cierta forma, pero al menos no se encontraba en una pequeña habitación de horribles paredes blancas que traían recuerdos espantosos.

Se sentía realmente... libre y ni si quiera había pisado el jardín. Lo que hizo luego fue algo inconsciente, casi como un reflejo.

Tomó la mano de su psiquiatra entre la suya, captando de inmediato la atención de la misma. Y permitió que una sonrisa tierna se formara en sus labios.

Sonatilla De Muerte(Libro N°1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora