Memorias

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Temblaba. Su cuerpo entero estaba tiritando sin control alguno. Sin embargo, no podía ser el frío el causante de su temblor.

No.

Se encontraba sentado en la esquina de una habitación totalmente oscura. Su cuerpo estaba envuelto en una cobija que no permitía que el frío se colara en su cuerpo. No, no temblaba de frío. Estaba temblando de miedo. Un terror incontrolable por lo que sabía que había sucedido y por lo que sabía que iba a suceder.

Se sentía observado y estaba siendo observado, siempre. Nunca dejaría de hacerlo. Podía sentir sus ojos posados sobre su cuerpo, aún cuando la oscuridad lo envolvía en un manto protector. Esperaba que pronto una mano apareciera y que el rostro se mostrara. Podía sentir esa mano enredándose sobre su cuello y la sonrisa maniaca que lo caracterizaba.

Lo estaba observando. Podía sentir su presencia dentro de toda la casa. Podía mirar sus ojos en la oscuridad sofocante de su habitación. Vendría por él, tarde o temprano lo encontraría. Solamente era cuaestión de tiempo.

Un golpe.

Tapó su boca con su mano para evitar un grito de terror no escapara por su garganta. Su cuerpo se sobresaltó de tal forma, que la cobija se enredó inebitablemente a su cuerpo.

Estaba ahí... estaba llegando.

-Zareck... Zareck abre la puerta, por favor, - los golpes en la puerta volvieron a escucharse. - Soy yo, Uriah.

El alivio se abrió paso dentro de su pecho. Sin embargo, el temor seguía enviando escalofríos por su espalda.

-Zareck, te traje la cena, - escuchó un suspiró de dolor. - Por favor, tienes que comer.

Su miedo no lo dejaba prestar atención a las súplicas de su hermano menor. De igual forma, no se atrevía a mirar a Uriah a los ojos. Hablaría si lo hacía y no podía, no podía contárselo a nadie.

Estaba completamente solo. Solamente contaba con una persona. Esa persona que siempre estaba ahí. Quizá, todo estaba en su mente. Quizá, aquello era una simple pesadilla.

O quizás, se estaba volviendo loco.

Una melodía inundó por completo el lugar y destronó inmediatamente el silencio que se había coronado como rey. La reconoció de inmediato. Su celular solamente sonaba de esa forma... cuando ella llamaba.

Los primeros sollozos escaparon de su boca. Su cuerpo tembló sin control alguno. Sus ojos azules, miraron el aparato que sonaba insistente sobre la mesita de noche y que al vibrar se movía por si mismo.

Y en los siguientes segundos, el celular cayó al suelo. Su cuerpo se movió para tomar el teléfono. No quería contestar, pero la reacción de esa persona si no contestaba, le aterró. Deslizó su dedo sobre la pantalla y lo llevó hasta su oreja.

Nada... solamente el silencio que ocupaba la línea. Pero, sabía que había laguien del otro lado de la línea. Era fácil escuchar su respiración mediante el auricular. Tal y como una escena de una película de terror. Solo que en este caso, no era una película de terror.

-Por favor... detente. No lo soporto más, - susurró con genuina desesperación. Los sollozos seguían sacudiendo su cuerpo sin compasión. - Prometo que no le diré a nadie. Lo prometo, pero por favor, detente.

-Si quieres que esta pesadilla termine... ¿Por qué simplemente no te tomas una sobredosis de pastillas o te llevas una pistola a la cabeza y disparas? Puedo enviarte una con mucho gusto, - una voz, más fría y cruel que los hielos eternos, resonó en su mente.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, y de pronto las ganas de vaciar su estómago se hizo presente.

-Perdón. No quise... no quise desobedecerte, - los sollozos seguían escapando e iban en aumento. - No lo diré a nadie.

Sonatilla De Muerte(Libro N°1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora